Hace unas semanas con motivo de la visita de Caroline Fourest a Buenos Aires para presentar su libro: Generación ofendida, de la policía de la cultura a la policía del pensamiento, escribí sobre el tema. A partir de esa nota recibí algunos mensajes muy sentidos de algunas colegas feministas que me conmocionaron. Una de ellas, una activista con años de experiencia en la lucha feminista y lesbiana que participa en política fue denunciada sin fundamentos por una joven y casi es destruida en su carrera política y a nivel personal, por esa cancelación que se ejerció sobre ella injustamente, sin fundamento, pero que, como en varios de los ejemplos de Fourest en su libro, se experimentan y en mayor medida del que sospechamos también en nuestro medio. A esto se sumó la lectura de las dos notas en la sección policiales del sábado pasado, publicadas en el diario PERFIL. Una sobre el femicidio de Lola Chomnalez, siete años después de ocurrido el asesinato. La otra el caso Villa y el Club Boca Juniors frente a la investigación sobre la denuncia de abuso y maltrato efectuada por su ex pareja y luego también por otras mujeres. Abajo de la nota unas declaraciones del presidente Alberto Fernández: “Hay que estar del lado de la víctima”, que en la nota agrega “siempre”. Es ese siempre que me impactó este caso. Aclaro coincido con las palabras del Sr. Presidente, pero me hizo ruido el “siempre” porque allí es donde puede aparecer la política de la cancelación sin prueba y eso es muy peligroso, porque está solo la sospecha –si bien en este caso parece que hay evidencia–, aún no terminó el juicio. Anticipar ese siempre es una llamada de atención a que prevalezca el prejuicio a la evidencia. Y aclaro, como ya lo señalé antes, no me opongo a la cancelación al contrario, creo que es una herramienta útil y que se debe usar, pero sí a que sea apresurada, sin evidencia y basada en una reacción de ofensa como si la mera sospecha diera lugar a la destrucción.
La otra nota sobre la investigación del femicidio de Lola Chomnalez me impacto en sentido inverso a la anterior. En esta, la incapacidad de la Justicia y de quienes en ella actúan en los distintos niveles es la contracara de la cancelación sin evidencia. En realidad, se trata de la misma actitud en sentido opuesto. ¿Es posible tanta ceguera en los agentes judiciales que les impide identificar la evidencia? En este caso el prejuicio y la obstinación de no creer en la víctima, representada por los padres de Lola, actúa en forma contraria. Lamentablemente ésta es la actitud habitual que se registra frente a los femicidios y a los casos de violencia contra mujeres y niñas en la Justicia y las fuerzas de seguridad. La resistencia a creer en las víctimas o mejor dicho las personas que experimentan violencia de género, produce una reacción opuesta en quienes les creen y entonces lo hacen “siempre”, sin necesitar evidencias. Así como unos rechazan verlas por sus prejuicios, otros las ignoran por otros prejuicios que llevan a que siempre la que denuncia tiene razón.
Esto tiene su correlato en la política y como señala Fourest la polarización extrema y la simplificación y radicalización de la llamada por ella “fiebre identitaria” llevan a que sectores de derecha crezcan en base a negar el reconocimiento al derecho a la igualdad y la diferencia. La respuesta a la radicalización de la izquierda es la de la derecha con un fuerte impacto en los jóvenes que adhieren a esas políticas por identificarse en sus proclamas frente a la libertad sin freno. Son los libertarios que solo plantean sus derechos a la libertad sin límite. Esto es un fenómeno que se observa en el mundo, los Estados Unidos con Trump, Francia en su reciente elección presidencial y también aquí se registra. Debemos prestar atención para evitar esos extremos políticos que destruyen la democracia.