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Voces alternativas

Política exterior: la matriz original

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| Cedoc

Para analizar la política exterior de nuestro país es necesario desagregar los siguientes elementos: la economía política internacional, el modelo económico y su patrón de acumulación, el tipo de Estado, el régimen político, el sistema de creencias y finalmente el modelo de inserción internacional resultante.   

Con este fin, describiremos estos componentes que dan lugar a nuestra primera política exterior del Estado moderno que se estructura entre fines del siglo XIX y principios del XX.

La economía internacional estaba dominada por “la era del imperio” y la división internacional del trabajo: países centrales que producían manufacturas y países periféricos que producían materias primas para luego recibir aquellas, ahora   industrializadas.  

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Se  consolidó, así, un modelo económico agroexportador “primero ovino, luego cerealero y finalmente vacuno–  dependiente de los precios internacionales que nunca pudimos imponer a pesar de ser “el granero del mundo”. Este modelo se cristalizó como patrón de acumulación, hasta que fue desafiado por el intento de un desarrollo industrial a través del proceso de sustitución de importaciones.

Esta matriz en un todo estructural tuvo una dependencia del sector externo no tan solo en el financiamiento crónico, sino también en la necesidad de diseñar todos los demás elementos en función de este modelo de limitaciones al desarrollo.

Para esto, era necesario un tipo de Estado tributario concentrado que tenía a la Aduana como sustento fundamental, con impuestos al consumo para financiar su estructura territorial y ganar espacios para una producción limitada por las fronteras físicas del país. Este Estado incentivó la radicación de inversiones que fueran funcionales al modelo de extracción y una infraestructura ferroviaria de la pampa hacia el puerto.  

Para sostener este esquema concentrado era fundamental un régimen político de participación limitada en lo popular y de autorreproducción de la elite de manera controlada. Esto se pudo sostener hasta que las compuertas de la sociedad irrumpieron primero con el radicalismo y finalmente con el peronismo. La democracia formal estaba agotada y las asimetrías buscaban canales concretos de expresión e institucionalización. Este tipo de Estado y régimen político se completaba con una tendencia centralista en Buenos Aires, debilitando el federalismo y las economías del interior.

El sistema de creencias estaba enmarcado en el Iluminismo y el positivismo con la ilusión de un progreso ilimitado que en lo económico se concretaba en la teoría ricardiana de las ventajas comparativas y el espejismo de la equivalencia permanente de los precios de las materias primas y las manufacturas.

 El modelo de inserción internacional que se estructuró de manera interrelacionada e interdependiente con los elementos anteriores fue claramente de consolidación de la matriz agroexportadora que se conectaba de manera sistémica con Europa, especialmente con Gran Bretaña. Esta política exterior atlantista tuvo un rechazo inicial sobre América Latina alimentado por el “nacionalismo territorial” que centraba el relacionamiento con los países vecinos en la cuestión de los límites fronterizos. Esto, a su vez, inició una carrera armamentista que  instaló un clima de hipótesis de conflicto armado permanente.

Muchas voces alternativas en plena expansión del modelo no fueron escuchadas,  como expone Halperin Donghi (1984) en “Canción de otoño en primavera: previsiones sobre la crisis de la agricultura cerealera argentina (1894-1930)”.

Y como corolario de esta matriz, no encontramos el camino del liberalismo del Norte, robusto y completo en su teoría aplicada, de un desarrollo industrial y tecnológico que se articulara con la producción agroexportadora  y un mercado interno con capacidad de consumo. Única receta de los “países serios” del mundo.  

*Politólogo y doctor en Ciencias Sociales. Profesor e investigador de la Universidad de Buenos Aires.