Un brillante intelectual y político latinoamericano, calificó de “pomada contra la lujuria” a los candidatos que pierden las elecciones porque, con su estilo, matan el entusiasmo de la gente.
Aburren. Repiten temas que perdieron vigencia. Usan el traje de su padre. Hablan con el tono de siempre. Sus inquietudes están en el pasado. Tienen mucho que criticar y poco que soñar. Son previsibles. Están congelados, mientras la sociedad es cada vez más líquida.
En la sociedad actual suelen quedar fuera de la competencia, sean o no preparados. Fracasan porque hablan de temas que les interesan a ellos y al círculo rojo, pero aburren a la mayoría, especialmente a los jóvenes que no buscan marchas partidistas en el YouTube.
Hablamos de la pomada en contra la lujuria cuando en la campaña norteamericana de 2016 escribimos sobre Hillary Clinton, una de las candidatas más preparadas que haya competido para la presidencia de los Estados Unidos, que cayó víctima de su impecable traje sastre y la corrección política. Su estilo llevó a la derrota frente a Donald Trump, el protagonista de un reality show que atraía a la gente común, mientras las élites, los analistas y la prensa se burlaban de él.
El resultado de las elecciones de Chile puede leerse desde muchos ángulos, hagámoslo desde el manejo de las campañas, y su estilo de comunicación.
Kast está entre los políticos que combaten un comunismo que desapareció hace más de treinta años. Suponen que Cuba es la protagonista de un orden internacional que existía cuando formaba parte del bloque soviético. Ya no tiene ni el dinero, ni la capacidad logística de organizar guerrillas en el continente. Los problemas de nuestros países se explican por causas internas y tienen que ver con la tercera revolución industrial.
En términos políticos treinta años son mucho tiempo. La mayoría de los latinoamericanos actuales no vivió el enfrentamiento de las guerrillas de izquierda con las dictaduras pronorteamericanas. En todos los países que hemos estudiado, no pasan del 20% quienes se interesan en que el presidente sea de izquierda o derecha.
Hay algunos candidatos que pierden elecciones porque matan el entusiasmo
Desde hace dos décadas, la mayoría experimenta el cambio más vertiginoso de la historia de la especie. La comunicación, los seres humanos, la familia, los valores, el trabajo se transforman todo el tiempo. Los jóvenes no hablan de guerrilleros sino de hackers, les preocupa la robótica, no el proletariado.
Algunos lideres comprenden la nueva etapa, a pesar de su edad, pero pesa el tema generacional. Bernie Sanders ha sido el candidato con la comunicación más moderna de las últimas elecciones norteamericanas, es una excepción. Usa poco las palabras, es el maestro del “meme drop”, la herramienta de comunicación más innovadora de la política contemporánea, su lenguaje corporal y los escenarios en que aparece le conectan con el futuro.
Los dirigentes chilenos que vivieron la dictadura gobernaron el país desde la vuelta a la democracia, coaligados en la Concertación y la Derecha dirigida por Sebastián Piñera, que se ubicaron cuarta y quinta en estas elecciones. En la primera vuelta apareció a la cabeza de los resultados José Antonio Kast un dirigente que defendía al gobierno de Pinochet. En Chile existe un porcentaje de electores anticomunista que discute todavía acerca del gobierno de Allende. Son los que votaron Sí en el plebiscito de 1990, pero Kast cometió un error estratégico al insistir en temas que le ayudaron a encabezar los resultados de la primera vuelta sin analizarlos.
Defender a Pinochet, atacar los derechos de las mujeres, fueron tal vez elementos de disrupción, de una postura anti establishment sui generis. Kast, como Trump, Jair Bolsonaro o Pedro Castillo, comunicaba lo que los políticos normales no se atrevían a decir, era descrito como “loco”, alguien que “dice lo que nadie más se atreve”.
En la segunda vuelta perdió esa novedad, intentando ajustarse a una imagen “presidencial” tradicional. ¿Almidonarse era una buena estrategia para atraer al 12% que obtuvo Franco Parisi, con la campaña más post moderna de la historia de Chile?
En la primera vuelta José Antonio Katz tuvo el 28% de votos y Gabriel Boric el 26%. Los resultados inesperados normalmente provocan reacciones que favorecen a los derrotados. Si Boric salía primero, tal vez no habría reaccionado como lo hizo, ni Kast habría sido tan rígido.
Pasó algo semejante con la primera vuelta de las elecciones ecuatorianas de este año. Guillermo Lasso obtuvo el 20% de los votos, frente al 33% de Andrés Arauz. El resultado fue tan malo que lo motivó a cambiar radicalmente su estrategia y conseguir en dos meses un triunfo de 52% a 48%.
Siempre decimos que quien gana o pierde las elecciones es el candidato, no hay asesores geniales ni aliados que le reemplacen. Para Joseph Napolitan el 60% de posibilidades de triunfo tienen que ver con las condiciones del candidato, el 20% con la estrategia y el 20% con todo lo demás. Si Kast tenía las cualidades de Lasso en la segunda vuelta y una buena estrategia, pudo ganar las elecciones.
Se ha instalado en la prensa argentina la idea de que ganar la presidencia es muy fácil, lo difícil es gobernar. La verdad es que, cada cuatro o seis años, solamente una persona gana las elecciones en cada país y cientos de dirigentes no lo logran. No debe ser tan fácil triunfar. Es complejo entender lo que es un buen candidato en cada sitio y en cada coyuntura, pero no es un concepto fijo. Ciertamente, en la sociedad de internet, debe ser alguien que no aburra.
Es complejo entender lo que es un buen candidato, en cada sitio y en cada coyuntura
Las posiciones de Kast frente a las mujeres fueron las de un político anticuado. Uno de sus diputados llegó a proponer que se analice si era bueno quitarles el derecho al voto. En contraste, Boric, aunque no existe en Chile la figura de vicepresidente, jugó de facto con una especie de candidata, Izkia Siches, de 35 años, que subió a escenarios en los que no estaban dirigentes políticos. Esto estimuló una movilización de base, más allá de los partidos. Las mujeres jugaron un papel importante para el éxito de la campaña.
Boric nació en 1986 en Punta Arenas lo que le ayudó a cuestionar el centralismo y a “una sociedad que fomenta el individualismo y poco la unión”. Es un apasionado de la poesía, la literatura, la historia, el fútbol y los discos poco conocidos. Fanático de Charlie García, ha mencionado como su favorita la canción “Yo no quiero volverme tan loco”.
Alzó pancartas defendiendo el matrimonio gay y la legalización del aborto, sin identificarse con la antigua izquierda que canta al homofóbico comandante Che Guevara, o defiende las ideas conservadoras de Pedro Castillo. Está lejos de Nicolás Maduro. Cuando el venezolano celebró en Twitter el resultado de las anteriores elecciones como un “contundente rechazo al neoliberalismo salvaje”, recibió una respuesta contundente de Boric: “Y también un mandato de respeto irrestricto a los derechos humanos. Algo en lo que tanto Piñera como usted, no han estado a la altura”. No fue un truco de campaña, sino el sentimiento de una nueva generación de izquierda que prefiere los votos y no las botas.
Boric se define como agnóstico, es soltero, está en pareja con Irina Karamanos, una feminista de 32 años, que en el tramo final de la campaña hizo algunas apariciones públicas. Dijo que suprimirá la figura de “primera dama”, porque “no puede haber cargos en el Estado que tengan que ver con el parentesco con el presidente o con nadie”.
Representa a una nueva generación. Es el presidente más joven de la historia de Chile: la edad mínima para postular a La Moneda es de 35 años, que Boric cumplió en febrero. Tiene un entorno conformado por su estratega Giorgio Jackson, y algunos dirigentes que se forjaron en las marchas universitarias en contra del primer gobierno de Piñera, como Camila Vallejo y Karol Cariola, todos de menos de 35 años.
En el estallido social de 2019 Boric apoyó una salida negociada a la crisis, que convocó a una Convención para que elabore una nueva Constitución. Su actitud le valió críticas dentro en sus propias filas y alguna acusación de traición en las calles, pero no por eso cambió de posición.
Tampoco lo desmoralizaron los ataques que recibió desde la derecha, que le acusó de extremista cuando se reunió en París con Ricardo Palma Salamanca, condenado por el asesinato del senador Jaime Guzmán en 1991. En un acto inusual en la vieja política, Boric pidió disculpas por la visita. Quienes lo conocen dicen que la transparencia para reconocer carencias y errores propios forma parte de sus convicciones.
Sus adversarios le recordaron, durante la campaña, que había aceptado carecer de la “experiencia suficiente” para ser presidente cuando dijo “me falta aprender mucho”. También había admitido padecer un trastorno obsesivo compulsivo (TOC) diagnosticado a los 12 años para el que toma medicamentos.
Boric fue un candidato con vida, que supo subirse a un árbol para hablarle a sus seguidores
Pero reconocer errores y aprender constantemente es parte de la cultura contemporánea, que supera a los líderes tradicionales que creían saberlo todo, cuando sabían tan poco.
Manuel Mora y Araujo, en El poder de la conversación, dijo que la comunicación política exitosa provoca que la gente converse sobre los temas de la campaña. No busca que los parientes conversen sobre el candidato, sino que lo hagan electores que no los respaldan y a quienes se quiere atraer. Si el mensaje entusiasma solamente a los seguidores duros y no interesa a los indecisos, no sirve para avanzar en las elecciones. Tiene impacto real cuando llega a los sentimientos de nuevos votantes.
Boric hizo una gran campaña, fue él quien ganó las elecciones, pero se pudo apreciar que tenía estrategia, a la que seguramente contribuyeron consultores profesionales, que por primera vez participan en una elección chilena. Dos graduados de la GSPM-GWU estuvieron en su equipo, mientras Kast mantuvo un comando clásico de campaña reactiva.
Más allá de otros elementos, Boric fue un candidato con vida, que supo subirse a un árbol para hablar a sus seguidores, sorprendió constantemente con sus actitudes, mientras Kast se mantuvo como una pomada en contra de la lujuria.
*Profesor de la George Washington University. Miembro del Club Político Argentino.