Por qué si los hoteles, por utilizar la misma habitación, no cobran lo mismo en distintas épocas del año, y por qué si se puede viajar en avión pagando tarifas distintas en diferentes días de la semana, habría que pagar lo mismo, en cualquier época del año, para transportar cargas por camión?
Esta es la pregunta que se está planteando en estos días, en plena época de transporte de una cosecha que, gracias a los precios internacionales y a los productores locales, y a pesar del gobierno de turno, promete batir nuevos récords.
Si entiendo bien, la pretensión de los transportistas no sólo consiste en cobrar por sus servicios el mismo monto durante todo el año, sino en cobrar la tarifa máxima, tanto cuando la demanda de transporte es fuerte como cuando no la es. Como pretensión la entiendo, pero discutamos su lógica y por consiguiente su vigencia.
Los hoteles, las líneas aéreas, algunos restaurantes, fijan los precios como lo hacen para compatibilizar de la mejor manera posible las fluctuaciones de la demanda con el hecho de una parte de las instaciones es fija. Si la oferta de los productos se pudiera agrandar y achicar con la misma facilidad con la que fluctúa la demanda, habría increíble cantidad de aviones para viajar para las fiestas, los cuales se transformarían en alguna otra cosa durante el resto del año. El ejemplo más fantástico de ajuste de oferta que conozco es un muchacho que, en la planta baja del edificio donde funciona mi oficina, lustra zapatos cuando hay sol y vende paraguas cuando llueve. En una caja tiene el betún y los cepillos, en otra de tamaño parecido los paraguas. ¡Y ambas las guarda en el mismo bar! Si tuviera que lustrar zapatos en días de lluvia, o vender paraguas en días de sol, tendría que hacer descuentos muy significativos. En cambio de ello, en cuando desaparece febo y aparecen las primeras gotas, o viceversa, guarda una caja, saca la otra… sin tener que modificar las tarifas.
Con perdón del secretario de Comercio Moreno, los precios juegan un rol equilibrador cuando coexisten fluctuaciones estacionales en la demanda, y cierta rigidez en la oferta. El referido rol equilibrador surge de la "señal" que envían, para inducir a que del lado de los compradores quienes puedan eviten los momentos de mayor demanda, y a que del lado de los vendedores quienes puedan aumenten el abastecimiento precisamente en dichos momentos.
El caso del transporte aéreo es clarísimo. El ejecutivo que "sí o sí" tiene que viajar en determinada fecha, paga la tarifa plena o "de pico"; mientras que el jubilado o el joven que pueden anticipar o diferir el viaje, aprovechan fechas en las cuales –debido a la menor demanda– la tarifa es reducida o "de valle".
Con los camiones debería ocurrir lo mismo. En plena época de cosecha, la tarifa plena debería desincentivar el uso de los vehículos por parte de otros demandantes, o de los agricultores que tienen silos en su campo, al tiempo que los camiones deberían ser utilizados más horas por día o por semana. Dije los camiones, no necesariamente los camioneros, porque si estos no descansan suficiente después se matan y matan a otros inocentes.
Si ésta es la realidad, la insistencia con mantener constantes las tarifas de transporte de cargas por camión generará mercados negros, tanto en los momentos de mayor demanda como en los de menor demanda. En otros términos, se pactará la tarifa establecida en los papeles, pero luego habrá ajustes.
Supongamos que se fija para todo el año una tarifa promedio. Si esto es así, faltarán camiones en la época de cosecha, y sobrarán durante el resto del año. ¿Cómo se asignarán los camiones escasos entre los distintos productores que pugnan por obtener el servicio? Pagando más… por izquierda. Por el contrario ¿qué va a ocurrir durante el resto del año, cuando ante las tarifas que se pretendan cobrar haya notable cantidad de camiones parados? Que ahora serán los camioneros quienes se van a pelear por los pocos viajes disponibles, cobrando menos… también por izquierda.
La negociación entre camioneros y demandantes de sus servicios no es simplemente una negociación entre privados. Porque en medio está el Estado… cobrando impuesto a los ingresos. Es una fantasía financiar este nivel de gasto público, gravando con el impuesto a los ingresos exclusivamente a "los ricos". Este gobierno, para seguir teniendo superávit fiscal a pesar del fortísimo aumento de los gastos públicos (53% entre enero de 2006 y de 2007, sin contar intereses), demora el ajuste de las amortizaciones, en el caso del impuesto a las sociedades, y el de las deducciones individuales, en el caso de las personas.
El secretario general de la CGT Huyo Moyano entrevistó a la ministra Miceli para hacerle saber que "no podía ser" que sus muchachos tuvieran que pagar Impuesto a las Ganancias. A comienzos de 2006 en Santa Cruz un policía perdió la vida, y el gobernador su cargo, a raíz de disturbios originados en el pago de Impuesto a las Ganancias por parte de algunos petroleros. Ahora se habla de que en abril próximo, junto al aumento salarial de los camioneros, se realizará el correspondiente ajuste para que la mejora de las remuneraciones se sienta en los bolsillos de quienes manejan los camiones.
Hace más de un par de siglos Adam Smith explicó los beneficios de la división del trabajo, que en el caso que nos ocupa llevaría a los productores de granos a concentrarse en la tecnología, las semillas, el uso del suelo y los mercados, y a los camioneros en los neumáticos, las bujías y los carburadores. Sería una pena que por empecinamiento negociador entre las partes, y terquedad de las autoridades económicas, a los dueños de los campos les conviniera ser propietarios de sus propios medios de transporte; porque esta conveniencia no surgiría de alguna razón tecnológica, sino de cuestiones de negociación e impositivas.