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el ECONOMISTA DE LA SEMANA

Por qué la Argentina no podrá ser parte de los BRIC

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China, interesada en los recursos naturales de Africa, estaría gestionando ante sus pares de los BRIC (Brasil, Rusia, India y China) la incorporación de Sudáfrica al club. Aunque se trata de una agrupación informal de países, la pertenencia podría facilitar negociaciones comerciales y de tratados de inversión y, quizá, esté anticipando alineamientos del siglo XXI. La autoestima argentina luce devaluada, porque muy pocos por aquí plantean el desafío de adquirir tal membresía. Si, por algún motivo, los actuales BRIC decidieran hacer una conscripción de socios, ¿qué pruebas deberíamos sortear para ser admitidos?
Fue el economista Jim O’Neill, de Goldman Sachs, quien creó la sigla que pone el foco en estos cuatro países, por el tamaño de sus economías y población, y por la dinámica esperada de crecimiento.
Si bien China e India no han sido motivo de discusión, la controversia recayó sobre las calificaciones de los otros dos miembros. Sobre Brasil se llegó a decir que había sido incluido porque hacia falta una letra B para que la sigla pudiera ser verbalizada. La continuidad de políticas Cardoso-Lula parece haber desmentido a los escépticos.

Crisis. El primer material que hace referencia a los BRIC data de 2001 por lo que, cuando la sigla se estaba gestando, era muy difícil para la Argentina proponer el BRICA.
La economía local había entrado en recesión hacia fin de 1998, y los problemas de liquidez, tanto en el sector público como privado, derivaban lentamente en insolvencia, dado un contexto internacional inverso al actual, dominado en aquel entonces por bajos precios de las materias primas, altas tasas de interés, ninguna predisposición de los organismos al rescate de países en problemas. El tipo de cambio fijo, que Brasil había abandonado a principios de 1999, dificultaba la corrección más gradual de los desajustes.
Pero más allá de esa desafortunada coincidencia temporal, en un horizonte de varias décadas pueden encontrarse factores cuantitativos y cualitativos que explican la ausencia de la Argentina.
Reparar en ellos puede ayudar a asumir una visión conjunta en la estrategia de desarrollo. Lo que sigue no es un estudio acabado del caso, sino sólo algunas pinceladas del cuadro completo.

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Factores cuantitativos: computando la participación en el PBI mundial, los países miembros del BRIC (se excluye en las cifras a Rusia, por no existir estadísticas confiables en los primeros años de la serie) no eran demasiado importantes hasta fin de los años 80, principios de los 90, representando entre el 5 y el 6% del valor agregado global.
Si bien por entonces la Argentina tuvo su llamada “década pérdida”, su trayectoria no difería demasiado de las tendencias globales, por lo que la participación del país en el PBI mundial oscilaba entre 0,7% y 0,8% del total.
Hasta 1989 (el año de la hiperinflación), el PBI argentino representaba más de 10% del PBI conjunto de los BRICs. Después de la hiper y, entre los años 1991 y 1994, llegó a significar 17% del PBI de los BRIC.
Hay dos quiebres en los que la Argentina baja escalones y no recupera tamaño en términos de los BRIC.
El primero se verifica con la crisis del tequila, en 1995. Aunque después de ese episodio el PBI de la Argentina se recuperó a buen ritmo, esto coincidió con un comienzo de despegue de China y el resto de países, por lo que nuestro país pasó de 17% a 13% del PBI de los BRIC.
El segundo quiebre ocurrió con la crisis de 2001/02 . La recuperación posterior de la Argentina coincidió con el mejor momento de los BRICs, por lo que desde hace varios años nuestro país transita por un andarivel que equivale a 4% del PBI conjunto de China, India y Brasil (seguimos excluyendo a Rusia por las razones aludidas más arriba).
En el presente, Sudáfrica significa algo menos de 4% del PBI de los BRIC. Por tanto, si se confirma la invitación de China al país de Mandela para integrar los BRIC, sin hacerla extensiva a otros países, puede haber dos razones no excluyentes entre sí: una expectativa muy optimista acerca del potencial de crecimiento de Sudáfrica y/o la representación que ese país podría ejercer del continente africano (para América latina ya está Brasil).

Factores cualitativos. Pero más allá de una discusión acerca del tamaño y la representatividad de estas economías, interesa también buscar indicios que contribuyan a explicar por qué la Argentina pasó de 17 a 4% del PBI de los BRIC.
Algunas de esas pistas pueden encontrarse en el comienzo del período analizado.
La década del 80 fue relevante para la economía mundial, porque adquirió un nuevo impulso el fenómeno de cadenas de valor transfronterizas. Inversiones y comercio intraindustrial pasaron a tener una fuerte correlación desde entonces.
Hasta los 70, por cada punto que crecía el PBI mundial, el comercio global lo hacía en 2 puntos. A partir de los 80, esa relación pasa a ser de 3 y hasta 4 a 1. La globalización adquirió la forma que hoy conocemos.
Brasil y la Argentina entraron mal perfilados a esa etapa, porque eran economías muy cerradas y débil su conexión con el mundo.
Los ahora socios del Mercosur habían desechado el camino que entonces recorrían Japón y Corea, aplicando a rajatabla el concepto de sustitución de importaciones.
Pero había una diferencia crucial: las inversiones en Brasil se habían hecho en escala suficiente (por el tamaño de su mercado) como para que el empalme hacia una economía más orientada al mundo fuera menos traumático.
La sustitución de importaciones en Brasil afectó menos la competitividad internacional de las firmas allí instaladas.
En cambio, en la Argentina proliferaron plantas fabriles sin escala suficiente y, por ende, con pocas ventajas competitivas para insertarse en las cadenas globales de valor que se tornaban dinámicas.
Después, la historia es más conocida, con un Brasil mucho más respetuoso de los contratos y de la estabilidad de precios, con una continuidad notable entre administraciones de distinto signo.

Chinos. Cuando la comparación se hace entre la Argentina y China surgen paradojas notables.
En parte, esto tiene que ver con el hecho de que –pese a su gran mercado interno– el gigante asiático aplicó desde fines de los 70 una estrategia de crecimiento visiblemente inspirada en la exitosa experiencia de Japón de posguerra, buscando que las exportaciones fueran la locomotora.
Así, mientras la Argentina entraba en guerra con Inglaterra en 1982, China gestaba un acuerdo con ese mismo país, por el cual Honk Kong le sería restituida en forma pacífica antes del fin del siglo XX.
En el orden económico, aquí se ensayaba con esquemas de promoción industrial mercado internistas durante la segunda mitad de los 70 y los 80 (la devolución de IVA es una ventaja sólo si se vende al mercado local, porque este impuesto, en teoría, no grava a la exportación); mientras, China ponía en marcha las Zonas Económicas Especiales, absorbiendo inversiones y tecnología para la elaboración de productos orientados al mercado mundial.
En los últimos veinte años, mientras la Argentina primero dependió de fuertes entradas de ahorro externo para crecer y después pasó a una sostenida fuga de capitales (ahorro local que no se invierte en el país), China sostuvo por un lado una elevada tasa de ahorro e inversión, superior al 30% del PBI y, por el otro, acumuló reservas externas hasta un nivel cercano a los US$ 2,6 millones de millones en el presente.

En nuestro país, pese a la fuerte mejora de los términos de intercambio, resulta difícil superar la barrera de 22% para el ratio inversión/PBI, al tiempo que las reservas sólo representan un tercio de la deuda externa total (pública más privada)
Por falta de espacio, otras pinceladas y las conclusiones quedan para el lector.