Las imágenes de la tele resurgen intactas. Y producen una mezcla de paradoja y nostalgia.
Primero, Angel Di María recibe la medalla dorada de manos, nada más ni nada menos, que de Joseph Blatter. De inmediato, le toca a Lionel Messi. Blatter, entonces presidente/emperador de la FIFA –entonces, impune hasta lo impensado–, salteó a Sergio Romero, seguramente ansioso por llegar a quien era, ya en ese momento, uno de los tres o cuatro mejores futbolistas del planeta. Y Ever Banega. Y Pablo Zabaleta.
El corte de edición se traslada directamente al festejo del podio, con la mitad de los jugadores sentados, la otra mitad saltando con una bandera celeste y blanca que nadie se anima a soltar. Por ahí se ve a Juan Román Riquelme. Y a Javier Mascherano, dueño de una tarde gloriosa en la que igualó al polista Juan Nelson como el único deportista argentino ganador de dos medallas doradas olímpicas. Nadie podrá sumarse a ellos en 2016. Lamentablemente, el único que hubiera podido hacerlo, Sebastián Crismanich, no logró clasificarse para Río; otra historia a la cual atender debidamente en columnas venideras.
Ya en esa instancia de festejo bien futbolero, no se ve sólo a los jugadores, todos con remera y pantalón corto azul, sino al Checho Batista y su cuerpo técnico. Y un par de trajes identificatorios de dirigentes, delegados o como quieran que deba llamarse esa gente que acompaña a los que juegan. Justamente al lado de Messi alcanza a verse a Noray Nakis. Es más, es él, alternativamente directivo de Independiente y/o Deportivo Armenio, uno de los que sacude la bandera nacional desde una de sus puntas. Está sentado en el podio. Cerca del Kun Agüero, esa perla que Independiente no le pudo negar al seleccionado olímpico porque ya era figura del Atlético de Madrid. Disculpen la referencia arbitraria al Rojo de Avellaneda: hasta el momento de escribir estas líneas, era uno de los clubes que se negaba a ceder a Víctor Cuesta para sumarse al plantel que está tratando de imaginar el Vasco Olarticoechea. Y Nakis fue quien, con sintética elocuencia, explicó días atrás en Radio La Red que “Independiente de ninguna manera está de acuerdo en ceder al jugador Cuesta. Que no nos traten por boludos”. Lo hizo dos días después de afirmar que al seleccionado nacional siempre hay que apoyarlo. Fue en declaraciones a Sportia, en TyC Sports.
Y ocho años después de participar de una delegación argentina, justamente, en un juego olímpico.
Nadie debiera quedarse con esta referencia como algo definitivo. Nakis está lejos de ser el único que piensa así en el fútbol argentino. Quienes conocen un poco más sobre la absurda salida de Martino de la AFA dan fe de que influyó en su decisión advertir que eran varios los clubes mal dispuestos a ceder a sus futbolistas. En este caso, lo único que lo diferencia del resto de los dirigentes que desprecian el olimpismo desde la ignorancia es que él no solamente estuvo en uno, sino que celebró como uno más de los jugadores la medalla dorada.
Aun a sabiendas de que cualquier cosa que se escriba hoy puede quedar viejísima mañana –así de volátil es todo en el fútbol argentino–, no quiero dejar de recordar nombres de jugadores que ganaron en Beijing. Y de los clubes que aceptaron cederlos. Ya se mencionó a Messi, Romero, Agüero, Mascherano, Riquelme, Banega y Zabaleta. Agreguemos a Gago, Lavezzi, Ustari, Garay o José Sosa, entre otros. Y a un plantel constituido por futbolistas de Lanús, River, Boca, Racing Club, Racing de Santander, Getafe, Español, Atlético de Madrid, Sevilla, Benfica, Nápoli, Liverpool, Manchester City, Real Madrid y Barcelona.
Justamente uno de Barcelona, llamado Lionel Messi, figura en el video expresando su felicidad porque con esta victoria se había logrado entre otras cosas callar “algunas cosas que se dijeron antes de empezar el torneo y que no eran ciertas”. Messi se refería a las acusaciones que cierto sector de la prensa argentina le hizo asegurando que Lionel finalmente se negaría a jugar por el seleccionado en China. Un dato que grafica los tiempos y dimensiona su grandeza: mientras el equipo de Batista, con Messi incluido, se preparaba en Shanghai, desde Florencia, el presidente de Barcelona aseguraba que el crack volvería de inmediato a España para sumarse a la pretemporada. Fue Messi quien decidió jugar por Argentina y colaborar inestimablemente a ganar un título que muchos futboleros no le reconocen.
Parece mentira recordar todo aquello y pararnos, de golpe, en este miserable fútbol argentino del Bicentenario.
Ya no sólo la muchachada de Juventus nos dejó sin Dybala –no viajó a la Copa América para priorizar Río y también lo negaron para los Juegos– sino que sacarle siquiera un futbolista a la mayoría de los clubes locales parece una gesta emancipadora.
Suele decirse para cualquier cosa que le ocurra a nuestro fútbol que “con Don Julio, no pasaba”. En este caso, adhiero sin la menor duda. No sólo por la cantidad de figuras de clubes importantes del planeta que jugaron en tiempos del bicampeonato olímpico, sino porque nadie podría imaginarse a ninguno de estos señores que se paran de mano en una presunta defensa de los intereses de sus clubes diciéndole a Grondona que le iban a negar tantos futbolistas como para poner en riesgo “su” representación en los Juegos.
A esta altura, nadie podría asegurar con qué plantel se viajará a Brasil. Ni si, finalmente, se viajará. Por cierto, la sensación es que tendremos al fútbol celeste y blanco en los Juegos. Y que por esas cosas del formato de competencia –una categoría con poco desarrollo en el mundo y equipos cuyos antecedentes nadie podría establecer– pelear un podio podría ser cuestión de inspiración circunstancial. Desde ya que se lo merecerían no tanto los futbolistas como el cuerpo técnico. Triste sería, de todos modos, que se termine concluyendo que ganar una medalla olímpica es cosa sencilla. Tan sencilla, que hasta podés ganarla haciendo todo mal.
Tal vez, tanta queja quede fuera de sintonía si se concretase alguna buena noticia, de esas que realmente le cambiarían la cara a tanto despropósito. Es tan loco con nuestro fútbol todo que perfectamente podrían surgir milagros desde las cenizas del incendio. Yo sugeriría estar muy atento. A todo. A lo malo y a lo bueno que puedan imaginar. No todos están empeñados en bastardear la representación olímpica de nuestro fútbol.
De todos modos, hay un daño que ya está hecho. Que cierta parte de la dirigencia futbolera haya negado jugadores o condicione en tiempo y forma la presencia de otros hasta forzar una desafectación no es sino una muestra más de la porquería inconducente en la que están metidos casi todos.
Discuten sobre la AFA y sobre la Superliga. Se desentendieron de Martino y te venden a Bielsa. Y le exigen al Estado más plata por una competencia que nadie sabe ni cómo será ni cuándo comenzará. Por cierto, se cuidan especialmente en no atender ni de costado ese enorme problema de fondo que constituyen los barras y su emporio millonario de violencia.
Mañana por la tarde, en el Cenard, el presidente Mauricio Macri entregará las banderas que nos representarán en los Juegos Olímpicos y Paraolímpicos.
Sería una ocasión inmejorable para que les dedique un parrafito a los muchachos de la AFA. La representación argentina es una sola. Pero sólo el fútbol se niega a formar parte de ella como corresponde. Tal vez esta gente que entiende con el bolsillo lo que jamás le llegará a la cabeza, se haga cargo del asunto y le ponga una pátina de decoro a algo que ya pasó de mamarracho.
Disculpen la arrogancia de presumir que puedo estar en condiciones de sugerirle algo al primer mandatario.
Es que duele mucho ver tanto esfuerzo de deportistas, tanto deseo de futbolistas, tanta ilusión de entrenadores y tanto desprecio de dirigentes, algunos de los cuales ocupan puestos de excepción en el ranking de los peores de su especie.