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Presión interna por cambios en el Gobierno

Hay un frente político interno que pide y espera, con diferencias de matices, modificaciones de nombres y, sobre todo, de sistema de gestión.

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El jefe de gabinete, Marcos Peña, durante la conferencia de prensa. | NA

Las turbulencias cambiarias y financieras de las últimas semanas en la Argentina, que no terminan de disiparse del todo y ya afectan la economía, expusieron una crisis estructural histórica que solemos no querer ver, la de gastar más de lo que tenemos. Pero además desnudaron otra menos evidente y más coyuntural: el sistema oficial de toma de decisiones.

Las dificultades de ese andamiaje seguramente no crearon la corrida, la devaluación y el pedido de socorro al FMI. Pero sí en muchas situaciones echaron nafta al fuego. El propio Macri hizo autocrítica en su interesante conferencia de prensa del miércoles 16 en Olivos, cuando se refirió a que pecaron de optimistas y faltó coordinación entre áreas claves.

No llegó el Presidente a esa conclusión de casualidad, cuya consecuencia práctica fue sumar a la mesa chica del Gobierno a un sector político (Monzó-Frigerio-Sanz) que había sido raleado al no sentirse escuchado por el implacable trípode de la Jefatura de Gabinete (Peña-Quintana-Lopetegui). Antes de eso, el sábado 12 y a solas, Macri había escuchado con atención los argumentos de María Eugenia Vidal respecto de oxigenar la gestión.

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Tampoco Vidal llegó a ese encuentro sin preparación. En la previa de un tenso supermartes que la pericia del ministro Luis Caputo (al tope, por lejos, de la consideración presidencial) consiguió que se desinflara, la gobernadora ya había hablado con Horacio Rodríguez Larreta y con otro regresado al círculo áulico, también exiliado por el peñismo, el empresario Nicolás Caputo, influyente hermano del alma de Macri.

Macri mostró más rechazo que aceptación inicial a las modificaciones, sobre todo en el plazo

Este frente político interno pide y espera, con diferencias de matices, modificaciones de nombres y, sobre todo, de sistema de gestión. Creen que el equipo económico está demasiado atomizado, que hay exceso de ministerios y, en especial, que los coordinadores de la Jefatura de Gabinete desempoderan a los ministros y concentran en exceso la instrumentación de medidas. ¿Quintana y Lopetegui serían eyectados? La respuesta fue que no es necesario, y podrían ser reutilizados al frente de alguna cartera que requiera renovación.

De acuerdo con las fuentes consultadas de esa porción oficialista, sería aconsejable que estos cambios se hagan lo más rápido posible, para aprovechar el envión del supermartes y dar una señal a los mercados y al peronismo de un recambio como oportunidad y no como necesidad.

Ante las consultas sobre la reacción presidencial a las sugerencias (nadie acepta llamarlas “planteos”), todos coinciden en que hubo más rechazo que aceptación inicial, particularmente en cuanto a los plazos. Mayor contemplación habría tenido el propio Peña, aunque los dirigentes preguntados mantienen ciertas dudas sobre si el jefe de Gabinete se flexibilizó genuinamente o solo se muestra como tal esperando recuperar fuerzas.

Voceros de la Jefatura acaso alientan esta última estrategia al sostener que allí sigue “todo igual”, y el dúo Quintana-Lopetegui continuó estos días trabajando en las reuniones habituales de coordinación. Y seguirá haciéndolo “como siempre”.

Curiosamente, Quintana expuso justo en público sus críticas a los propios que plantearon quejas sobre las políticas oficiales, particularmente contra el ex ministro Prat-Gay. Y la inefable Carrió alabó en exceso a Peña, pese a su inquina personal con el asesor estrella Duran Barba. No son buenas noticias para Lilita los regresos de Sanz y, especialmente, de Nicky Caputo. Ella sabrá por qué.