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Facundo Moyano
Facundo Moyano | Instagram

El joven príncipe Moyano, Facundo I, busca relanzar su imagen: en lugar de asociarse a rubias vistosas para salir en los medios, ahora da charlas de tecnología. Con polera negra a la Steve Jobs y frotándose las manos como Mr Burns, Facundo Moyano  pone en escena una especie de falsa Ted Talk sobre los desafíos del futuro: cita a Yuval Harari y tira un poco de humo. La apuesta de la dinastía Moyano para proteger sus privilegios intenta cambiar la estética vintage del piquete por un Facundo aseado que domina las buzzwords de los emprendedores (esa meritocracia maldita que desafía a los feudos peronistas). Gabi Cerruti, que celebró “el fin de la meritocracia” (léase, el triunfo del tongo) se prendió a la recomendación del filósofo israelí que tiró Facu, así que aportamos una guía de lectura. 

 

Facundo Moyano: "No apoyé el Impuesto Patria porque los montos eran una locura"

 

Harari describe un escenario donde grandes masas caerán pronto en la irrelevancia: millones de humanos cuyos trabajos serán reemplazados por inteligencias artificiales. Lo de Harari será un futuro en otros países, pero la Argentina ya transita el experimento de ser un país donde la inmensa mayoría de la población no genera valor, ni bienes ni servicios que produzcan divisas para el país. Tampoco generan valor económico los que trabajan en el Estado o viven de planes y subsidios: su ganancia sale de los impuestos que pagan otros. La pandemia lo exacerba: no podés trabajar porque el Estado no te deja. El futuro que narra Yuval ya es presente en la Argentina: un experimento de redistribución del pequeño porcentaje que sí genera valor, como el IVA a la leche: impuesto a la gente que tiene la capacidad de nutrirse. 

Lograr este presente no necesitó de inteligencias artificiales, sólo estupidez natural. Si los dinásticos Moyanos y Cafieros entienden a Yuval, su prioridad será educar y reeducar a la población para crear valor y crear las condiciones para que los que producen generen trabajo y produzcan mucho más. Cuestionar sus privilegios sería too much.