COLUMNISTAS
opinión

Putin y el hambre

20220730_odesa_puerto_ucraniano_afp_g
Odesa. El reciente ataque de las tropas de Moscú a los silos con cereales en el puerto ucraniano. | afp

Los misiles que el 23 de julio pasado las fuerzas de Rusia dispararon contra instalaciones procesadoras de granos en la ciudad ucraniana de Odesa devolvieron a las páginas de noticias internacionales los títulos sobre una de las armas favoritas de Vladimir Putin: el hambre.

Como si hubiera sido parte de una retorcida novela bélica, el ataque ruso se llevó a cabo apenas un día después de que representantes de las autoridades de Moscú firmaran un acuerdo –con el impulso de Turquía– para desbloquear los puertos y permitir la exportación de granos ucranianos.

Según los voceros de Putin, los misiles fueron disparados contra objetivos militares y no contra almacenes de alimentos. Pero, de cualquier manera, el episodio descubrió una vez más las tácticas del presidente ruso.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Por un lado, hundiendo las exportaciones ucranianas (el país es un fundamental productor de cereales en el esquema de la alimentación en todo el mundo) Putin se “está preparando para hacer estallar la hambruna en el mundo desarrollado como el siguiente paso en su estrategia contra la Unión Europea”, advirtió el historiador estadounidense Timothy Snyder.

Moscú –añadió– está “planeando hacer morir de hambre a asiáticos y africanos” con tal de ganar la guerra contra Ucrania.

Por el otro lado es donde las cosas se ponen inquietantes: un nuevo reporte de expertos de la Universidad Hebrea de Jerusalén mostró que el “hambre” como arma de guerra es la contrapartida de otra gran política del presidente Putin, la casi obsesión por hacer de Rusia un país autosuficiente en el terreno de los alimentos.

El estudio, “Pan y autocracia en la Rusia de Putin”, publicado en la revista Journal of Democracy, apunta que los resultados de las políticas de sustitución de importaciones de alimentos del Kremlin son heterogéneos.

“La inversión de Rusia en la producción nacional de alimentos revirtió con éxito décadas de dependencia de las importaciones y posicionó al país para resistir mejor las sanciones occidentales, la presión económica y el aislamiento geopolítico”, escriben los autores del informe, Yitzhak Brudny, Janetta Azarieva y Eugen Finkel.

“Pero al subordinar el mercado a las necesidades políticas –matizan–, el Kremlin redujo la competencia y concentró la producción de alimentos entre unas pocas empresas gigantescas bien conectadas” con los resortes del gobierno.

“Por lo tanto, a pesar de los primeros éxitos a corto plazo, a más largo plazo la autarquía alimentaria en Rusia será económicamente insostenible”, asegura el reporte.

El repaso histórico de los investigadores de la universidad israelí deja un par de perlas que se hacen interesantes vistas desde este tiempo de guerra entre Rusia y Ucrania:

- Uno de los momentos decisivos de esta política se registró el 30 de enero de 2010, cuando el entonces presidente ruso, Dmitri Medvedev, firmó el decreto que impuso la Doctrina de Seguridad Alimentaria de la Federación Rusa. “Aunque fue adoptada durante el interregno de Medvedev, la doctrina fue formulada bajo Putin y reflejaba plenamente sus designios políticos”, señala el trabajo de Finkel, Brudny y Azarieva.

Putin, dicen los investigadores, “entendió la importancia política de los alimentos incluso antes de llegar al poder” en 2000. En 1992, como vicealcalde de San Petersburgo a cargo de las relaciones exteriores de la ciudad, el futuro presidente “emergió rápidamente como la figura clave” de una iniciativa “para alimentar la ciudad”.

Sin embargo, escriben, Putin y su círculo, casi todos citadinos “con poca comprensión de la agricultura, no tenían conocimientos prácticos en este campo”. De hecho, señalan, “el esquema resultó ser una farsa, una bonanza de corrupción que enriqueció a muchos de los futuros compinches clave de Putin”.

El entonces vicealcalde de la ex Leningrado zafó del escándalo, y luego mudaría sus experimentos al Kremlin, en Moscú. (El reporte de Finkel, Brudny y Azarieva se puede leer, en inglés, en https://bit.ly/Putin-hambre)

*Ex corresponsal en Washington y en Israel. Escribe sobre temas de Estados Unidos, Medio Oriente y tendencias.