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agenda judicial y reactivación

Que alguien les avise

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Muy raro. La economía se recupera fuerte, pero el Presidente habla del lawfare. | cedoc

La economía se encuentra en su mejor momento de los últimos tres años. Venimos tan del fondo del pozo que podría decirse que es el menos peor de los momentos. Pero lo cierto es que a medida que se vuelve a mover todo lo que se había parado por el estallido de la pandemia, los indicadores que reflejan cómo está la cosa muestran eso que los economistas dibujan en sus gráficos como una “V”, una caída fuerte seguida por un rebote power, con mil matices, salarios que apenas gatean y empleos cada vez de peor calidad, pero que a grandes rasgos configuran un año de expansión del PBI de por lo menos 6% o más, ideal para cualquier oficialismo en un año de elecciones.

Todo, además, con el dólar bajo control, un lujo en la Argentina luego de las corridas de 2018, 2019 y 2020, mientras el Banco Central se hace un picnic cazando las divisas del campo en un mercado con cepo, y hay que decirlo, con el mundo en modo peronista. La soja se acomoda arriba de los US$ 510 en el mercado de Chicago y agregará US$ 10 mil millones a las exportaciones, mientras crecen las chances de que nos caigan US$ 4 mil millones extras del Fondo Monetario Internacional porque Estados Unidos está impulsando ayuda generalizada para los países en problemas en el marco de la pandemia.

Que alguien le avise al presidente Alberto Fernández que ese es el contexto en este marzo de temperaturas agradables en la quinta de Olivos, porque no se entiende si no cómo el Gobierno se abraza a la pelea con la Justicia como tema de vida o muerte para la democracia. Bueno, sí se entiende: en su exposición pública del jueves en la causa por las operaciones con dólar futuro en 2015, quedó claro que el frente judicial es el mambo central que tiene en el bocho Cristina Kirchner, la principal accionista de la coalición de gobierno. Porque se considera perseguida, porque teme por el futuro judicial de sus hijos o porque es la única manera de no explicar hechos concretos ligados a la forma de hacer política durante buena parte del kirchnerismo, impone su agenda por más que perjudique al conjunto. Sorry.

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La construcción creció 23% en enero. La venta de asfalto saltó más del 35%. Son datos del Indec. ¿Cómo el Presidente no está recorriendo desnudo las plantas de materiales que no dan abasto a producir? La fabricación de autos crece y por primera vez en años, la mitad de las unidades que se están patentando mes a mes son hechas acá, y no vienen todas de Brasil o México. ¿Cómo el jefe de Estado no está visitando ancho alguna terminal automotriz que suma un turno, transpirando la reactivación delante de las cámaras? En cambio, deja la piel para darles épica a los anuncios de “la eliminación del artículo 280” o a la creación de un “tribunal intermedio” para la Corte Suprema, como anticipó en su discurso de apertura de sesiones, que terminó siendo apenas telonero del recital donde la vice la rompió con el hit “doctor Petrone”.

¿Es un plan hablado entre ambos? ¿Se busca salir para adelante con un discurso contra la Justicia y los medios después del cimbronazo de las vacunas de privilegio? ¿Hay consenso interno para confrontar así a ocho meses de las elecciones, cuando supuestamente el mood tranquidialoguista de Alberto era el gancho para reconciliar a los independientes con la letra K? ¿O es el copamiento de la agenda del Gobierno por parte de la estrategia judicial de la familia Kirchner, como sugirió el renacido Florencio Randazzo en su reaparición de esta semana?

Es loco, porque todos los ministros repiten, con toda lógica, que este año la clave es “vacunas y precios”, para evitar una segunda ola de coronavirus y conseguir alguna mejora en los bolsillos. Pero de golpe, los funcionarios tienen que hablar de la importancia de reformar la Justicia, o les toca salir a rechazar resoluciones de causas que en algún caso pueden ser truchas, como la de dólar futuro, pero que en otros tienen exhortos de Suiza confirmando que llegaron casi US$ 60 millones enviados por un empresario de la obra pública como Lázaro Báez, y ahí la cosa se complica.

Ojo, porque hay un oído fino en el Instituto Patria. Toman nota. No es lo mismo callarse, como la ministra de Justicia, Marcela Losardo; no es lo mismo decir que la Justicia tiene que cambiar pero que hay que ver quién es inocente o culpable según las pruebas de cada caso, como dice la secretaria de Legal y Técnica, Vilma Ibarra. Se pide rechazar de plano toda investigación porque es “lawfare”. Hay que hablar de “plan sistemático de persecución judicial y mediática” de líderes populares como baño religioso de inocencia plena para la líder porque si no, todo se derrumba.

El problema ausente. La otra es que sí, es que sea una decisión de ambos radicalizar el discurso en plena reactivación y que ahí el Presidente y la vice, mancomunados, estén haciendo de esta nueva versión del kirchnerismo al campeón mundial en tropezar dos veces con la misma piedra, es decir, cerrarse sobre el núcleo duro y perder al resto, esperanzados con que bolsillo mata formas.

El ambiente es ideal. Tiran y funciona para todos. Festeja Roberto Navarro en El Destape y Alfredo Leuco habla de cleptocracia en LN +. Todos miden. Se emociona Víctor Hugo y otros cuatro zánganos llenan bolsas mortuorias y salen por todos lados. Asesino vos. Asesino vos, que bancás a Gildo Insfrán. La denuncia de persecución de unos es el espejo del “ven que quieren impunidad” de los otros que también se dicen después perseguidos, porque Mauricio Macri –calcado– cree que van por su familia y radicaliza a Juntos por el Cambio.

Y en el medio el país se va por el inodoro, con el problema más importante del momento, totalmente ausente del mensaje de Alberto Fernández en el Parlamento y del debate que plantea la oposición, que solo ve Venezuelas por todos lados. Seis de cada diez jóvenes son pobres, el Estado apenas les da de comer, los que se pueden rescatar con la escuela aprenden cada vez peor, y muchos de los que comen y estudian tal vez se están formando en conocimientos que quedan desfasados por cómo se está moviendo el mundo en pleno cambio tecnológico. No da para boludear así. Acá también, que alguien les avise.

Porque aun con la reactivación en marcha y el dólar quieto, el desafío es crecer mucho tiempo seguido para enderezar una juventud maltrecha que fluye del sistema educativo cascoteado por décadas. Un ejemplo: cómo conseguir que los que egresan estén más cerca de hacer la aplicación de delivery que de pedalear para ella, o que si les toca hacerlo tengan una cobertura lo más digna posible. Porque la precarización generalizada ya se ve hasta en los lanzamientos comerciales del momento: la multinacional Pepsico inunda las tandas con Rockstar, la bebida energizante de $ 60 para que el repartidor de Rappi o Pedidos Ya haga la mayor cantidad de viajes posibles. Algo así como el “otra vez arriba con Cafiaspirina” de la clase media que estudiaba y trabajaba hace 20 años, pero actualizada para la tracción a sangre y sin aportes ni contribuciones.