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Defensor de los Lectores

Que el potencial no oculte el bosque de la información

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Irene Lozano. “El condicional es el modo verbal de la posverdad”. | cedoc

El lector Miguel Wolf manifiesta en su carta publicada hoy en estas páginas sus críticas a publicaciones de PERFIL en ediciones anteriores. Le asiste cierto grado de razonabilidad.

Asiduo concurrente a la sección del Correo y también insistente crítico de notas en este diario, el señor Wolf ejerce una ácida interpretación de lo que resulta evidente: hay cierta recurrencia al empleo del modo potencial, en tiempos en los que ciertos rincones del espacio periodístico plantean más dudas que asertos por este momento transicional entre un gobierno que se va sin que se sepa aún con certeza qué y cómo deja su gestión, y otro que llega cargado aún de incertezas, en particular en cuanto a sus objetivos económicos, la composición de su gabinete y equipos de trabajo y políticas generales en otros rubros. Por cierto, es correcto que los ejemplos que plantea el lector son muchos, sobreabundantes y saturan nada menos que la portada y notas principales con modo condicional. Hay  al respecto algunas cosas que es necesario aclarar.

En un artículo publicado en diciembre último en la muy recomendable revista española Archiletras (su versión web es archiletras.com), la escritora, periodista y política Irene Lozano Domingo, actual secretaria de Estado de la España global, titula “El condicional es el modo verbal de la posverdad”. Muy buena síntesis de lo que se ve en buena parte del periodismo en distintas latitudes, la Argentina incluida.“¿‘Eso lo tienes confirmado?’ Tener confirmada (amarrada, en el original) una información significaba haberla contrastado como me recomendó uno de mis primeros jefes: ‘Confirma cada información al menos por tres fuentes, y cuando te dé la razón, por cuatro’. Me hablaba, sin yo saberlo entonces, de lo que se llama el sesgo de confirmación, esa forma de funcionar de nuestro cerebro que nos hace desechar o infravalorar los datos que contradicen nuestras creencias y nos hace aceptar con rapidez aquello que confirma nuestros prejuicios”. Eso, define a continuación Lozano, es una antigüedad: “Corresponde al pleistoceno del periodismo. Ahora se hace al revés: primero se difunde y luego ya, si eso, se confirma. De manera que el periodista se cura en salud advirtiendo a su público que todo lo que va a narrar puede ser una alucinación”. Lo que sigue es una descripción descarnada del periodismo en estos tiempos tan controvertibles, interpretables de mil diferentes maneras: “Cientos de noticias pobremente contrastadas y luego desmentidas, matizadas o contradictorias entre sí multiplican la confusión, el estado mental del adicto a la información estos días. En esa cascada incesante de rumores, anécdotas, ambigüedades e indefiniciones, emerge triunfante el condicional como modo verbal de la posverdad. De la misma forma que un reo en libertad condicional sale de la cárcel, el periodista se libra con él de la pesada condena de ceñirse a los hechos”. El periodista Axel Grijelmo sintetizó: “Tanta duda, tanta frase que insinúa, tanta conjetura, tanto hecho no confirmado, llevan al público la sensación de que los periodistas cada vez comprueban menos lo que dicen”.

Coincidiría con el lector Wolf en que el empleo del modo potencial debiera ser muy acotado, solo justificable cuando las fuentes no aportan sus identidades, cuando la suma de opiniones consultadas tiene una dirección unívoca aunque incomprobable de inmediato y cuando la verdad está en un puño pero se diluye en esas carencias. Sería bueno poner un poco de comprensión, valdría la pena tomar el condicional como un modo de acercamiento a la realidad, nos convendría –a lectores y periodistas– poner en la balanza pros y contras antes de emplear el condicional.