COLUMNISTAS
Defensor de los Lectores

Comenzó, y cómo, el juego de la información tramposa

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Rook. La candidata de Years & Years, triunfadora gracias a la suma de falsedades. | prensa HBO

“La gente es así, siempre está dispuesta a propagar rumores.” Junichiro Tanizaki, escritor japonés, de su libro Arenas Movedizas (Siruela Ediciones).

El rumor es el gran amigo o el peligroso enemigo del periodista, según sea la conducta de éste a partir del momento en el que llega a sus oídos o a sus ojos. Seductor, cargado de cierta insidia, cautivante, puede despertar en quien ejerce este oficio un interés cuasimorboso y una primera intención de darle curso y hacerlo noticia sin previa confirmación (con lo que el transmisor será parte del rumor), o entender que no todo lo que circula es cierto, que cada vez resulta menos confiable la frase “vox populi…”, que es su responsabilidad confirmar por las mejores fuentes posibles que una cosa es lo que alguien dijo, lo que alguien  replicó, lo que alguien (en todos los casos, un alguien anónimo o de identidad poco confiable) afirmó como noticia, y muy otra que esa noticia lo sea en verdad o se trate de una simple operación para impactar en la opinión pública, para malinformarla, para invitarla al error.

Esta semana, como era de prever, comenzó el bombardeo de rumores (gabinete, intenciones políticas, económicas y sociales, alianzas, simpatías o antipatías) contaminando el exagerado tiempo de transición entre el triunfo de Fernández-Fernández en las elecciones del domingo 27 de octubre y el comienzo de su gobierno el 10 de diciembre. A media semana, alguien hizo circular la falsa noticia de una supuesta internación del presidente electo en el Sanatorio Otamendi. Alguna que otra radio se hizo eco sin chequear, y lo mismo hicieron portales de noticias en internet. Como es natural, el rumor originó un eléctrico operativo en todas las redacciones, que lo descartaron a poco de andar: nada de lo dicho era cierto, y en realidad se trató de una repetición tardía de una noticia que sí fue cierta en junio último, cuando Alberto Fernández estuvo brevemente internado por una afección bronquial sin consecuencias.

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Habrá que ver, de aquí en más, si esto fue un globo de ensayo para dar dimensión a lo que podría desembocar en una campaña de noticias falsas para afectar la normalidad del proceso de transición, o simplemente una travesura de alguien cuya responsabilidad es tan cuestionable como el contenido de lo expuesto.

Por ahora,  tal parece una primera fase. La sofisticación vendrá luego, si es que los expertos en mover la opinión pública hacia uno u otro lado aplican metodologías más o menos complejas. Es conveniente ir mirando hacia otras latitudes para estar atentos a lo que se está aplicando para torcer de manera espuria la voluntad de las sociedades. La deepfake (una fusión entre aprendizaje profundo –deep learning– y falsificación) ha sido recientemente empleada por los trolls subordinados al aparato de Donald Trump para desacreditar a la líder demócrata Nancy Pelosi, principal impulsora del juicio político al presidente norteamericano. Con un simple truco gráfico que la hizo aparecer como en estado de ebriedad o  bajo efectos de drogas, el objetivo de afectar la imagen de Pelosi fue logrado en buena medida. Que más tarde se haya desmentido no implicó que el mal ya estuviera hecho.

En el cuarto capítulo de la miniserie británica Years & Years, se ven como ciertos videos de los candidatos al gobierno diciendo coas que no han dicho, a excepción de la ultraderechista Vivienne Rook (Emma Thompson). Ella acepta que los videos pueden ser falsos, pero afirma que en verdad es lo que los candidatos piensan. Tal parece que la trampa les gana a las convicciones del electorado y Rook se transforma en primera ministra.

Esta vez le tocó al presidente electo sufrir los efectos de la noticia falsa. Invito a los lectores de PERFIL a estar atentos porque se viene, todavía, lo peor.