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Panorama // delicias de la vida conyugal de cristina

Qué saben los que compran dólares

El anuncio del traspaso de los fondos individualmente ahorrados por los aportantes a las AFJP y de la transformación, en el flujo, de ese ahorro en un impuesto, contra la promesa de una jubilación digna en el futuro, ha tenido un fuerte impacto en la economía argentina de estos días. No tanto por la repercusión popular del tema, sino por la respuesta que esa misma gente, como ahorristas, ha tenido en el mercado.

Szewach
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El anuncio del traspaso de los fondos individualmente ahorrados por los aportantes a las AFJP y de la transformación, en el flujo, de ese ahorro en un impuesto, contra la promesa de una jubilación digna en el futuro, ha tenido un fuerte impacto en la economía argentina de estos días. No tanto por la repercusión popular del tema, sino por la respuesta que esa misma gente, como ahorristas, ha tenido en el mercado.
Me explico. El conflicto con el campo dio lugar, simultáneamente, a cacerolazos, cortes de rutas, manifestaciones multitudinarias, por el lado político-social, y a una fuerte fuga de capitales por el lado económico. Esta vez, sin la presencia de líderes coordinadores, ni un efecto directo en el “bolsillo presente” de los involucrados –la magnitud del despojo se notará dentro de muchos años– la repercusión político-social ha sido mucho menor, hasta ahora, pero la fuga de capitales, la repercusión económica, ha sido equivalente.
En aquella oportunidad, el Banco Central, reaccionó perdiendo reservas y haciendo bajar fuertemente la cotización del dólar de $ 3,20 a $ 3,05, como “castigo y escarmiento” a los especuladores.
Esta vez, en un entorno global mucho más complicado por el agravamiento de la crisis financiera, y por la devaluación de las monedas regionales, la respuesta del BCRA, fue la de acompañar el incremento de la demanda de dólares, perdiendo reservas, pero deslizando el tipo de cambio, desde los $ 3,20 a los $ 3,40. Simultáneamente, los títulos públicos argentinos cotizan a precio de default, pese a que, si el proyecto del Ejecutivo de apropiarse del dinero ahorrado por los futuros jubilados se concreta, el riesgo de que la Argentina no pague su deuda pública en el próximo año, al menos técnicamente, baja sustancialmente.
Es cierto que con esta medida, el riesgo de un default en el futuro aumenta fuertemente –al pasar al sistema de reparto a cuatro millones de futuros jubilados, se incrementa el gasto público de las próximas décadas–, pero ese no es el problema, insisto, de los próximos años. (Dicho sea de paso, no sólo estamos peor los que elegimos quedarnos en el sistema de capitalización, también están peor los que eligieron quedarse en el reparto, porque ahora hay que repartir con muchos más, casi la misma plata.)
La pregunta cae, entonces, de madura. ¿Qué saben los que compran dólares y venden títulos públicos argentinos, que los demás no sabemos?
Lo primero que saben, intuyo, es que un gobierno para el cual “vale todo” y una clase política que, mayoritariamente, aunque con algunas vagas reservas, apoya cambios de las reglas de juego, de la noche a la mañana, en temas tan trascendentales como la futura jubilación de la gente, sin importarle la decisión de esa gente y los múltiples conflictos judiciales que surgirán, es un gobierno y una clase política muy poco confiable. Lo cuál no es una novedad, pero sí lo es el hecho de que el ciclo internacional ha cambiado y, ahora, se viene un año complicado en materia de actividad.
Y si frente a la complicación, la reacción oficial, apoyada por una mayoría parlamentaria, es, como mínimo, aumentar impuestos, es decir lo contrario de lo que pasa en el resto del mundo, en dónde los Estados ponen plata y no sacan, lo mejor es mantener los activos financieros fuera del alcance de esa clase política. (Recuerdo una vez más que el Gobierno no sólo toma el “ahorro forzoso” de nuestras cuentas en las AFJP y lo convierte en fondos públicos, contra una deuda futura, sino, además, transforma una parte de nuestros aportes a dicho ahorro, lisa y llanamente, en un impuesto.)
Lo segundo que saben es que el ajuste macroeconómico a la nueva situación global, por la caída del precio de las commodities y la devaluación de las monedas regionales, requiere que el dólar suba o los costos internos medidos en dólares, bajen, si se quiere evitar una caída fuerte del nivel de actividad y el empleo. La decisión de vender pesos y comprar dólares, entonces, se inscribe en la desconfianza en quien administra los pesos, por parte de los ahorristas y en el convencimiento de que si el valor del dólar tiene que ir para algún lado, tarde o temprano, ese rumbo no será precisamente para abajo.
¿Y por qué venden títulos públicos? Casi por la misma razón. Si el tema AFJP sale bien, el Estado tiene la plata para pagar el año próximo. ¿Pero, tiene la voluntad de pagar?
Hoy, la percepción es que un gobierno que pasó, en un mes, de intentar amigarse con el mundo, pagándole al Club de París y haciendo una oferta de canje de deuda a los bonistas acreedores, a confiscar ahorros individuales, y a hacer “antikeynesianismo” sacándole plata al sector privado, es un gobierno imprevisible. Y un gobierno imprevisible puede pagar deudas y puede no pagarlas, con la misma probabilidad, tenga los fondos o no.
Lo paradójico, en todo esto, es que hoy se podría conseguir plata barata del FMI, sin programa y sin condiciones, como la tendrá la mayoría de los países emergentes –y como quería K– simplemente, si no hubiéramos engañado en las estadísticas argentinas. Y podríamos pasar un 2009 con menos ajuste, más aliviado, sin vulnerar derechos y hasta financiar la campaña.
Cristina diría delicias de la vida conyugal.