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Quien grita, otorga

16-4-2023-Logo Perfil
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Hay preguntas que incomodan, otras que cuestionan, también puede haberlas curiosas, o cuidadosas. El mundo es un compendio de interrogantes, y ya empiezo a recomendar El libro de las preguntas (1963), de Edmond Jabès. Sin embargo, no siempre es una herramienta amable,  propicia al entendimiento. Y la retórica actual no ofrece demasiadas variantes. El periodismo se manifiesta desde un saber que convierte a la pregunta en una provocación de lo ya sabido. El ejercicio de un poder que ratifica el rumbo establecido de un supuesto intercambio –y por si los ímpetus tambalean, siempre hay una cucaracha para reorientar la situación.

Valdría preguntarse (remedando el recurso) por el desdén de la incertidumbre. Dudar o no saber también es constitutivo de nuestra cultura, y desde el poder oficial, parece que el saber fuese irrevocable, que todo se puede medir, o determinar.

Y a los gritos. Por si acaso se escucha el cuchicheo de lo que se otorga en tremendo cálculo.

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A la incertidumbre del futuro, no estaría mal sumarle la noción de “sujeto incierto”.  Lo tomo de un pequeño librito de Luis Gusmán (no llega al tamaño de una mano)  donde los lectores pueden, como invita el autor, cobijarse. Allí el escritor argentino –además de tanguero y psicoanalista– se refiere a Roland Barthes. Pero sobre todo a su manera de entender la “violencia de las preguntas”. Al leerlo, inmediatamente evoqué debates actuales donde la pregunta se convierte en imperativo a responder, y muchos responden con preguntas que redoblan el ataque.

¿Cómo dialogar sin incertidumbres? 

En el mencionado libro (ediciones Godot, 2015), aparece una definición que podría servirnos para bajar los decibeles de las discusiones, llevándolas a un territorio del intercambio o el bien común. Según Barthes, una pregunta es “un movimiento afectivo, y no un modo asertivo, disfrazado, hipócrita.” Y si bien la infancia es terreno fértil de la gran pregunta del “por qué”, Barthes intenta ubicar su formulación adulta: “la pregunta del griego antiguo, la pregunta sobre el sentido, como si todas las cosas se estremeciesen de sentido. Ya no sería tan importante el por qué o para qué, sino qué quiere decir esto”. ¿Qué quiere decir libertario? ¿Qué quiere decir libre mercado? ¿Es lo mismo que mercado libre…? ¿Qué quiere decir todo lo que se está diciendo?

Según Gusmán, “para Barthes hay un terrorismo de la pregunta, ya que en toda pregunta está implícito un saber. La pregunta niega el derecho a un saber incierto. Entonces, ¿cómo se sitúa ante la pregunta un sujeto que se describe a sí mismo como un sujeto incierto? ¿El miedo a equivocarse de lenguaje es el miedo al lenguaje o el miedo al a pregunta misma?”.

Parece un juego de palabras, pero se trata de una valoración de lo incierto. No de la falta de rumbo, sino del espacio para no imponer.

En este contexto de poca contención de la palabra del otro, le sumaría a la violencia de ciertas preguntas, su tono exacerbado, cambiando entonces el temible refrán: Quién grita, otorga. Y a pesar de todo lo antedicho, terminaría con una pregunta. ¿A quiénes?