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Defensor de los Lectores

Recordar es también defender la plena libertad de expresión

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‘Je Suis Charlie’. “Yo soy Charlie” fue la frase que generalizó el repudio al atentado de 2015. | cedoc

Se cumplen hoy seis años del ataque consumado por fanáticos yihadistas contra el semanario satírico francés Charlie Hebdo. Dos hombres armados con fusiles, lanzagranadas y escopetas dispararon no menos de cincuenta tiros contra quienes estaban en la redacción y fuera de ella y asesinaron a 12 e hirieron a 11, casi todos periodistas y dibujantes. La irrupción, al grito de “Al-lahu-akbar” (“Alá es más grande”), fue sorpresiva y se supo más tarde que se fundamentó en la publicación de dibujos de Mahoma considerados ofensivos por extremistas islámicos. 

El mundo entero se conmovió ante el atentado, hasta el punto de que la frase “Je suis Charlie” (“Yo soy Charlie”) fue adoptada por medios, periodistas y gentes de casi todos los países. PERFIL publicó, una semana después, las viñetas cuestionadas, en acto solidario. En verdad, el atentado constituye un hito necesario para comprender, interpretar y analizar hasta qué punto los fundamentalismos pueden atacar los valores esenciales de la libertad de expresión. Por cierto, es un tema aún objeto de observación el valor del humor satírico para abordar cuestiones políticas, religiosas, económicas y sociales, y cuáles pueden ser los límites a sus producciones. 

¿Cómo actúan desde los poderes frente a manifestaciones de esta naturaleza, sean estas de mayor o menor importancia que las viñetas de Charlie Hebdo? En general, se trate de conductores extremos como los ideólogos del atentado o personajes públicos en otros sistemas más cercanos a las democracias, la reacción es virulenta, tanto de palabra como en los hechos. Rara vez se llega a extremos tales como el de París, pero muchas veces se generan conductas que pueden poner en riesgo la libertad de expresión y a quienes la ejercen. 

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Este diario, y quien esto escribe en particular, se ha ocupado en varias oportunidades del tema, procurando un equilibrio entre lo que se piensa, lo que se escribe y lo que se publica. ¿Es irrestricta la libertad en el empleo del humor como herramienta de comunicación? Las respuestas son múltiples, y su búsqueda ha sido una de las cuestiones que han inquietado a profesionales del oficio y analistas de la ética periodística. Javier Darío Restrepo, el fallecido gran creador del consultorio ético de la Fundación Gabo (antes Fundación Nuevo Periodismo), decía: “La ética del humor, utilizado 

como medio para comunicar, coincide con la ética de la comunicación y demanda unos valores específicos junto con los valores que hacen de toda comunicación un acercamiento y una relación con los demás. Lo mismo que cualquier comunicación, la caricatura debe decir la verdad. So pretexto del humor, no se puede mentir; y con el pensamiento de hacer reír, no se puede atentar contra la dignidad de las personas”. Es decir: resulta lícito aplicar el humor para realidades comprobables pero no para afectar intimidades personales. 

A fines de septiembre de 2015, la séptima edición de los Premios Perfil a la Libertad de Expresión y la Inteligencia adjudicó a Charlie Hebdo la distinción para la libertad de expresión. Al recibirla, Antonio Fischetti, periodista de la publicación atacada, dijo: “La libertad de expresión es un principio que nos guía diariamente en Charlie Hebdo. Sabemos que numerosos periodistas, en muchos países, pagan con su libertad o su vida el uso de esta libertad de expresión”. Y agregó: “Los terroristas gritaron: ‘Hemos matado a Charlie’. Nosotros decidimos contradecirlos al seguir publicando Charlie Hebdo cada semana, porque estamos convencidos de que si cedemos por encima de nuestras convicciones ganarán terreno los terroristas”.

Recordar es también defender principios básicos de la libertad de expresión. Por eso este texto.