Casi ocho meses después de clases exclusivamente virtuales, nuestro sistema educativo se enfrenta al desafío de “volver a clases”. Pero con una realidad que ha cambiado, algunos creen, para siempre.
Al pensar un regreso a las aulas surgen algunas preguntas: ¿Qué le queremos pedir a la presencialidad? ¿Cómo hacemos que cada momento sea único y valga la pena ahora que sabemos que aquello que tenemos que recuperar no se mide en meses sino en décadas?
Y afloran algunas reflexiones y propuestas compartidas durante estos meses de nuevos desafíos:
• Priorizar encuentros presenciales para potenciar los aprendizajes y las buenas prácticas educativas que permitan reflexionar sobre los contenidos trabajados y las metas que nos hemos propuesto alcanzar.
• Poner el foco en la situación individual, personal, emocional de cada uno de nuestros alumnos.
• Que estos encuentros presenciales se resuman en la posibilidad de construir y reconstruir los vínculos entre alumnos y docentes y de los alumnos entre sí. En la revinculación como centro para enriquecer las prácticas educativas y que esto se vea reflejado en los aprendizajes y en la adquisición de nuevas capacidades y competencias.
En el proceso de ir caminando hacia nuevas formas debemos ser muy flexibles, porque todos tendremos que aprender nuevos “cómos”. El futuro será una combinación de formatos tradicionales con nuevos formatos alternativos y diferentes. Algunos que ni imaginamos todavía.
Y nos preguntamos, ¿cuáles son los objetivos de la vuelta a clases?
El desarrollo de subjetividades, fomentar la retroalimentación y el pensamiento reflexivo, atender la dimensión socioafectiva del alumno, generar prácticas de aprendizaje flexibles y duraderas, sostener aquellas prácticas innovadoras que aprendimos y construimos en estos meses de no presencialidad para que perduren más allá de las modalidades de enseñanza y aprendizaje son algunas de las metas que podemos proponernos mantener y fortalecer.
Desde lo curricular, resulta interesante señalar la necesidad de seleccionar contenidos prioritarios y profundizar su comprensión. Esto supone una reorganización curricular en función de nuevos criterios de selección.
Por otro lado, reconceptualizar la evaluación en su función formativa y como parte del proceso de enseñanza y aprendizaje, teniendo en consideración no solo nuevas formas de evaluar sino también diferentes modalidades de acreditación de saberes.
Cuando hablamos, por ejemplo, de “las habilidades para el siglo XXI” y de cómo deberíamos formar para un futuro incierto, contemplamos la necesidad de que los jóvenes del presente puedan insertarse en la estructura social y económica que vendrá, pero también coincidimos en que es deseable que puedan ser protagonistas activos de su aprendizaje, que puedan pensar críticamente y actuar en consecuencia para lograr mejores sociedades.
La vuelta al aula requerirá otros recursos, reconstruir otro saber pedagógico, pensar alternativas, otro punto de vista que posibilite y dé lugar a tiempos y ritmos de aprendizaje diversos. Aprovechar las herramientas que brindó la enseñanza virtual durante este tiempo, continuar brindándoles a los docentes la posibilidad de capacitarse, de innovar, de ser protagonistas del cambio.
*Docentes del Profesorado Universitario de Educación Primaria y del Profesorado Universitario de Educación Inicial de la Escuela de Educación de la Universidad Austral.