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Retenciones y la cabeza de Macri

Ya sea porque nuestra pampa sería imbatible o por el aumento de la energía y la minería, Macri apostó toda su suerte a los recursos naturales de Argentina.

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No inaugurara la rural pero estará con el campo. | cedoc perfil

Un chiste popular en Chile, que seguramente Macri habrá compartido alguna vez con Piñera, es que Dios iba en un avión y al cruzar los Andes le preguntaron por qué había hecho tan estrecho a Chile y enorme a la Argentina, a lo que Dios respondió: “Porque compensé poniéndole argentinos”.

Otra ironía célebre es que “existen cuatro tipos de economías: las naciones desarrolladas, las naciones en desarrollo, Japón y Argentina”; su autor es el premio Nobel de Economía 1970, Paul Samuelson, quien sigue sin entender por qué teniendo Argentina todos los recursos naturales no se desarrolla en contraste con la paradoja opuesta, la de Japón, que no tiene casi nada en su pequeña isla y es una potencia mundial.

Macri no parece haber tenido un plan macroeconómico al asumir, pero sí una idea recurrente: es el territorio la ventaja competitiva que Argentina debe explotar para convertirse en un país desarrollado. En cada discurso de Macri en el interior, repite: “Soy el presidente que más veces visitó esta” provincia o ciudad. Lo ilusiona el interior y lo deprime el conurbano bonaerense, el lugar que concentra el ejemplo opuesto a su visión de país porque es donde se consume más de lo que se produce. Y bajo su presidencia, en 2017, Argentina batió el récord mundial de consumo sobre producto bruto: 87%, mientras que en Estados Unidos, el país que más consume, es el 70% contra el 59% de la Unión Europea y menos del 50% en Asia.

Más que un neoliberal o un neoclásico de la economía, el Presidente es un neomalthusiano de los recursos naturales

En cada discurso, por ejemplo el jueves en la Bolsa, Macri remarca que Argentina será el mayor exportador mundial de litio, el petróleo del mañana, que en dos años estaremos exportando gas y petróleo y que ya volvimos a exportar carne. Todos recursos naturales. El aumento de las tarifas de los servicios públicos con eliminación de los subsidios no era, en toda su magnitud, para que tuviéramos suficiente energía para nuestro propio desarrollo sino para que pudiéramos exportar energía.

Lo mismo con la eliminación de las retenciones a la minería y la reducción de las retenciones al agro. Incluso, cuando Macri habla del turismo también está hablando de recursos naturales: aprovechar el octavo mayor territorio del planeta que tenemos.

Por eso, aunque hasta el Fondo Monetario, además de sus socios radicales, recomiendan detener la baja de retenciones al campo, Macri se niega. No se trata de un porcentaje del déficit, las retenciones son para Macri existenciales, constitutivas de la idea fuerza que lo llevó a creer que podía trasformar la Argentina apostando a su territorio.

En estos días en que coinciden la visita de Christine Lagarde y la inauguración de la Exposición Rural, los productores agropecuarios temen que Macri termine cediendo a las presiones. No los tranquilizó la promesa del Presidente de continuar con la reducción de retenciones, porque creen que si tuviera que hacerlo no sería ahora sino recién en marzo, cuando se esté por levantar la próxima cosecha. Se consuelan esperando que el precio de la soja, el menor en muchos años y casi la mitad de aquel récord que hace una década derivó en el conflicto del kirchnerismo con el campo, se recupere si realmente la guerra comercial entre Estados Unidos y China se prolonga en el tiempo.

Si se consolidara la visión de Trump sobre que Rusia, y no China, es el aliado de Estados Unidos porque el competidor hoy es China en la guerra que ya no es más militar sino comercial, otra consecuencia favorable sería el aumento del precio del petróleo, que al desplomarse a 28 dólares en 2016 hacía más difícil Vaca Muerta, la otra gran apuesta al territorio de Macri. Ahora, con el precio a 70 dólares, casi tres veces más en 24 meses, vuelve a colocar el gas y el petróleo junto con el litio y las regresadas exportaciones de carne como motores agregados al del complejo cerealero en la generación de dólares.

La Pachamama es el dios PRO porque ella produce litio, petróleo, gas, carne y cereales, que traerán los dólares

El plan maestro de Macri no tenía sofisticaciones macroeconómicas. Era simple, si se quiere antiguo, similar al que tenía la Generación del 80, que hizo grande a la Argentina partiendo de dos millones de habitantes en 1870 para llegar a la segunda década del siglo XX con diez millones de habitantes y el octavo mayor producto bruto mundial. En esos años todavía se consideraba la teoría que Thomas Malthus plasmó en su Ensayo sobre el principio de la población pronosticando que la población crecía más rápido (geométricamente) que la capacidad de producir alimentos (aritméticamente): por entonces, la población se duplicaba cada cien años. A partir de mediados del siglo XX pasó a duplicarse en solo cuatro décadas pero, paradójicamente, la misma ciencia que permitía alargar la vida de las personas permitió aumentar la productividad en la fabricación de alimentos aun en mayor proporción, haciendo que los precios de estos comenzaran a descender, junto con la Argentina. Hasta que la salida de la pobreza de centenas de millones de chinos hizo que los precios de los alimentos volvieran a aumentar y le permitieran al kirchnerismo gozar, entre 2005 y 2011, de la duplicación de esos precios. ¿Por qué ahora la soja volvió a los valores anteriores a su boom, si sigue habiendo la misma cantidad de chinos consumiendo más alimentos y se agregan progresivamente los habitantes de India, otro país con una población similar a la de China que también está saliendo de la pobreza y consume más alimentos? Lo mismo que vale para el petróleo, de US$ 25 a US$ 75 en 24 meses, o el dólar en Argentina, de 17 pesos en diciembre a 28 en junio: la especulación.

La población mundial dejaría de crecer hacia fin del siglo XXI, al igual que el consumo de alimentos, y los especialistas de empresas como Monsanto o Syngenta creen que en 2050 se cultivará solo en el 10% del total de tierra que hoy se usa para producir alimento porque el avance de la biogenética permitirá aumentar la productividad, y alcanzará con usar solo la tierra más productiva, por ejemplo, nuestra pampa.

Lo que nadie discute es que el consumo de energía seguirá aumentando. De hecho, a fines del siglo XX surgió una ola de neo-malthusianismo pronosticando que el crecimiento del consumo de energía superará la capacidad de encontrar nuevas fuentes y producir más energía.

Ya sea porque nuestra pampa sería imbatible o por el aumento de la energía y la minería, Macri apostó toda su suerte a los recursos naturales de Argentina. Por eso las retenciones no serán solo un número en el presupuesto de un año, otra planilla de Excel, sino el más fuerte –y quizás el único– pilar ideológico del Presidente.