La irrupción del capitalismo es parte de un proceso más amplio (el paso de la humanidad a la modernidad) iniciado con el Renacimiento; favorecido por la Reforma que aporta la “ética protestante”; y enriquecido con la Ilustración. Aporta los bienes y servicios necesarios para satisfacer necesidades materiales, culturales y sociales; y echa las bases para la vida democrática al separar a las personas de su fuerza de trabajo (que se vende como una mercancía más), convirtiéndolas en ciudadanos libres (a diferencia de los modos esclavista y feudal). Sin desconocer la explotación inhumana de sus inicios, como tampoco que en tanto hecho histórico deberá, en algún momento, dejar lugar a otro modo de organización social. Pero como dice Marx en el Prefacio “Ninguna formación social desaparece antes de haber desarrollado todas las fuerzas productivas que caben en su seno”.
Entender que ese momento no ha llegado aún es crucial para definir qué hacer con el capitalismo y evitar proclamas infantiles que hablan de suprimirlo. Lo saben dirigentes lúcidos como José Mujica, quien sin esconder sus fuertes críticas lo considera inevitable para producir la riqueza que necesita para satisfacer las demandas ciudadanas. (https://bit.ly/arguello-capitalismo-sifilis).
Pero sí cabe su revisión. Y entre los muchos aspectos a revisar se destacan: el cambio climático; la desigualdad; el acceso de todos a la educación y la salud; y la pobreza. El primero es un cambio imprescindible para la supervivencia humana; mientras que el segundo es un tema a reflexionar para superar declamaciones huecas y llegar a propuestas viables, recordando las enseñanzas de Sartori, quien advierte que “más allá de la igualdad de acceso, las políticas tendientes a la igualación son en gran medida políticas de expropiación”, a las que asimila con “apropiación estatal de la riqueza”. Y para garantizar la igualdad de acceso, la revisión de las políticas educacionales y de salud es esencial.
En cuanto al tema de la pobreza, cuyos niveles en muchos países es intolerable, hay que recordar que los mayores niveles se observan en países subdesarrollados; que son precisamente aquellos que no han sabido crear las condiciones para que el capitalismo se desarrolle. Así, nuestra pobreza es significativamente mayor que la de Alemania; e incluso dentro de nuestro país las provincias más atrasadas económicamente son las que presentan los mayores niveles de pobreza.
Por eso nuestro país debe revisar las condiciones relacionadas con el incremento de las inversiones productivas, poniendo en marcha un Estado ágil, técnicamente eficiente e intachable en el manejo de los recursos públicos, y que vigile para que el capitalismo resultante no adolezca de las críticas que se le hacen. Un Estado como el australiano, el que según el presidente de la ACDE “puso el foco en el emprendedurismo y en la empresa privada. Da todas las facilidades y tiene claro el rol del gobierno, el de articular y gestionar sin reemplazar al privado”. Un Estado presente, pero no para obstruir sino parta facilitar.
Lejos de lo que ocurre en nuestro país, donde las diferentes fuerzas políticas que han llegado al gobierno se han apropiado del Estado para: 1) entorpecer el desarrollo económico con una carga fiscal récord; altos costos laborales; infraestructura física inadecuada; cambios regulatorios permanentes y una burocracia lenta e ineficiente; y 2) hacer de ese Estado una maquinaria para mantenerse en el poder, llenándolo de empleados públicos que se contratan por razones partidarias y que dan lugar a esa burocracia ineficiente; para hacer negociados con empresarios amigos que llevan al peor de los capitalismos; y que usan los escasos recursos para atender la pobreza, consecuencia de su política económica, con un asistencialismo social que les provee de los votos cautivos suficientes para renovar sus mandatos.
*Sociólogo. Club Político Argentino.