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Rugidos en La Rosada

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Javier Milei. | pablo temes

El triunfo de Javier Milei en las elecciones presidenciales tiene varios niveles y profundidades. 

Motivos explícitos e implícitos. En el terreno puramente electoral, Milei volvió los relojes a los resultados de las primarias con un triunfo prácticamente resuelto en todo el territorio nacional, sumando casi la totalidad del voto de Juntos por el Cambio y extendiendo su peso incluso a la pretendidamente inexpugnable provincia de Buenos Aires. Es probable que en las generales donde la boleta presidencial fue acompañada por la de los diputados y senadores –en ocho provincias– y cuatro gobernadores donde el aparato territorial peronista se puso en marcha, y que evidentemente no tuvo la misma presencia en el balotaje.

En el terreno sociológico y cultural, el año 2023 señala el agotamiento completo del modelo peronista de gubernamentalidad y su imposibilidad de establecer unas reglas económicas que permitieran conducir una contradicción virtuosa entre las necesidades de acumulación (de reservas, pero también de inversión privada) y la distribución (la justicia social, la equidad, el Gini, etcétera). En este agotamiento también se incluye al modelo macrista y de aquí la legitimidad de un programa de shock, aunque se desconocen los límites de su consenso social futuro. En este cansancio sobre el pasado se ha pasado factura al kirchnerismo y al gobierno fantasma de Alberto Fernández. Milei trae un diccionario nuevo y una serie de propuestas que plantea transformar a la Argentina en una potencia.

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Urgencias. El nuevo presidente libertario tiene como principal desafío inmediato la reducción de la inflación en una sociedad con pocas pulgas y harta de las restricciones y excusas políticas. La principal herramienta que ha propuesto es la dolarización y la eliminación del Banco Central. Pero no se detiene allí, sino que ha expresado su intención de llegar al Estado mínimo con la eliminación de estructuras y funciones que deberían ser gestionadas por el sector privado. El planeta entero estará observando las disyuntivas del primer gobernante anarcocapitalista de la historia.

Sin embargo, el programa maximalista de Milei debe pasar por –al menos– dos pruebas ácidas. La primera, la necesidad de establecer acuerdos con sus novísimos socios del Juntos por el Cambio (sociedad en liquidación), la segunda prueba es la probable velocidad de los éxitos que se espera dadas las expectativas generadas. En la primera cuestión se deberán calibrar los acuerdos parlamentarios que se necesitan desde el primer día para cuando, por ejemplo, el Presidente presente su Ley de Ministerios. El rol de Mauricio Macri será uno de los puntos a observar con detenimiento para resolver la duda sobre el nivel de coincidencia del modelo económico del expresidente con el presidente electo. 

Oposiciones. La nueva etapa también generará una transición profunda en el peronismo. Serán etapas de mucha confusión, debates y posibles reagrupamientos, con alternativas a la derecha y (más probablemente) a la izquierda. El peronismo deberá discutir si elige configurarse como resistencia o una alternativa que piense el país en términos modernizadores. En el laberinto opositor habrá que incluir a los sindicatos y los movimientos sociales. 

No hay experiencias previas de un gobierno de las características del que asumirá el 10 de diciembre, pero hay pocas referencias de una crisis económica de la profundidad argentina. Las cartas están sobre la mesa. 

* Sociólogo (@cfdeangelis).