COLUMNISTAS
el escándalo en capital humano

Se dio vuelta la tortilla

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Belliboni. “No se recuerda que a Trotsky lo tildaran de ladrón. Tampoco a sus seguidores en el mundo”. | NA

Súbito y salvador. Justo cuando los cabecillas de las organizaciones sociales masticaban temor ante un desenlace carcelario por anomalías inexcusables en su responsabilidad por repartir subsidios del Estado, el ministerio de Sandra Pettovello –que había investigado esos presuntos delitos– de repente confesó que su instituto también ha cometido aberraciones y venalidades en la guarda y conservación de alimentos. Toneladas y toneladas de nutrientes al borde de la extinción como ejemplo de la desidia. Por ese reconocimiento hasta cesanteó a Pablo de la Torre, segundo de la ministra, y lo mandó a dar explicaciones en tribunales. Difícil que alcance el gesto ejecutivo y que el mismo Javier Milei en su regreso trate de minimizarlo esta semana o trasladarlo a sus enemigos: aparte de ignorar la obligación por auditar reservas alimenticias en galpones propios, cuesta entender la demora del Gobierno por aclarar una denuncia de dirigentes contrarios que observaron la inutilidad de la gestión. Insólito.

Se dio vuelta entonces la tortilla y se salvaron del inicial incendio las cúpulas que presiden los Pérsico, Belliboni, Grabois, Navarro y Menéndez –entre otros–, capataces de la indigencia según algunos o, según otros, genuinos asistentes de hambrientos en desgracia. Aunque las causas habrán de proseguir y esos encumbrados a partir de la miseria, como la Pettovello, deberán admitir excesos y corrupción en la administración de sus planes, ejerciendo abusos como si fuera el derecho a la pernada en tiempos medievales. Aunque más empeño habrán de aplicar para afirmar que son perseguidos por una campaña de difamación.

Ya se había instalado, entre los clásicos jefes de estas asociaciones, que los procesos judiciales podían culminar en presidio hacia mediados del año próximo: le atribuían interés electoral al Gobierno (en complicidad con los jueces, un incipiente lawfare), para descolocarlos como opositores en las próximas elecciones. Aunque, claro, aceptaban que siempre hay episodios deshonestos en los ejercicios sociales que practican, pero esas islas de depravación no había que convertirlas en sistema, mucho menos generalizarlas. Palabras del expositor más visible de esas misiones contaminadas, Juan Grabois, ahora con crucifijo en el pecho como Elisa Carrió en otros tiempos, cuando rendía espiritualidad al numen de Guardia de Hierro, Alejandro “Gallego” Álvarez, también guía derechista del padre de Grabois (Roberto “Pajarito”) y del padrino que no fue de Juan, née Jorge Bergoglio, hoy el papa Francisco, cuyo lugar como es público ocupó el otro compinche en el trío de esas épocas, Julio Bárbaro. El follaje corrupto de estas organizaciones no solo corresponde hoy a la derecha, al peronismo, exmontoneros o católicos. También a una izquierda que solo en la Argentina ha logrado una hazaña mundial, inédita: a León Trotsky, como se sabe, José Stalin lo persiguió hasta matarlo con todo tipo de acusaciones, incluyendo la vejación mayor para un comunista revolucionario, que fue la imputación de ser un agente de la CIA. O de los Estados Unidos, que viene a ser lo mismo. Sin embargo, no se recuerda que lo tildaran de ladrón, tampoco a sus seguidores en el mundo: esa penosa caracterización aparece con empresas fantasma, facturas truchas y gastos sin fundamento en estas tierras sudamericanas, un fenómeno tan original como la birome, el colectivo o el dulce de leche. La Argentina: Patrimonio de la Humanidad.

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Grabois defiende en público su conducta invirtiendo las ambiciones que le atribuye al gobierno Milei el año próximo: también él piensa en sus intereses electorales para 2027 con la escala previa de los venideros comicios de medio término de 2025. Al deseoso aval de Francisco “qué bueno sería que este muchacho fuera presidente” –le dijo a uno de sus visitantes hace ocho años–, que nunca ocultó  en su mandato, ahora se torna conveniente agregarle otro respaldo: Cristina Fernández de Kirchner. Quienes la merodean y asisten al comité del Patria sostienen que ella se dispone a bendecir a este litigante del poder, dispuesto a todo tipo de revolución “siempre bajo los cánones de la Constitución”. Suele ser gracioso en sus declaraciones. Un obsequio de la dama, como fueron Amado Boudou o Alberto Fernández en su momento: ella sabe elegir.

Esa conclusión política y poco manifiesta de la exmandataria se combina, en los próximos días, con su disposición a sobresalir y robustecer en los medios su lucha contra el Gobierno, vía tuits, mensajes, grabaciones, entrevistas, actos, apariciones, o lo que sea. Se relaciona con otras urgencias: 1) no comparte la pretensión presidencial de Alex Kicillof, acepta que el peronismo se parta en dos para contener fugas y los quejosos se queden en uno de los barrios, mientras ella representa a un sector mostrando un candidato propio en oposición al gobernador bonaerense. Como hizo en el pasado, quiere volver a ser la electora; 2) ya resignó, al menos en esta etapa, el sueño de que su hijo Máximo presida una fórmula, no le encuentra ubicación expectante en el peronismo –salvo la retaguardia–, sabe que el vástago carece de habilidades para mantener la cohesión en el partido y, lo que es peor, no logra evitar los escapes dentro de una Cámpora que controla. Se supone: ya le quedan menos intendentes. Tampoco revela lo que desea ser, ni actúa en consecuencia. Esas dudas, como se sabe, son incompatibles con la profesión.

Otro que va a la zaga en el núcleo cristinista es Sergio Massa, a punto para desperezarse con un libro en los próximos días. Buen trato con la dama y en espera alentadora: finalmente –dice– tengo apenas más de 50 años, estoy en la flor de la edad para el cargo que aspiro. Aunque sea, me van a votar por insistente. También él acelera, como la doctora, no se sabe si porque lo ven flaquear a Milei o debido a que se aleja de ellos en la consideración pública: nadie entiende que mejore en las encuestas cuando se suceden episodios traumáticos y el Gobierno ofrece notorias debilidades. Habrá que convenir que la fama internacional lo ayuda y, a pesar del tango, no es puro cuento.