Fue casi premonitorio lo escrito en mi columna el domingo 21, cuando hice una advertencia a partir de los mecanismos de difusión de noticias falsas que los partidarios de Jair Bolsonaro vienen aplicando de manera exitosa, mediante el uso del WhatsApp como vía de comunicación.
Decía entonces que la transmisión de fake news por ese medio contribuyó en gran medida a la actual posición de Bolsonaro para la segunda vuelta electoral en Brasil, y que los argentinos deberíamos prever un escenario similar, turbio, cuando falta un año para las elecciones generales. Tan ominoso augurio comenzó a cumplirse el pasado miércoles, cuando dirigentes políticos, funcionarios públicos y algunos periodistas de medios masivos (o no tanto) se embarcaron en un festival de falsedades que llegó a la opinión pública sin el mínimo rigor informativo.
Algunos lectores publican hoy cartas criticando al diputado radical kirchnerista Leopoldo Moreau por sus dichos y actitudes durante la sesión del miércoles en la Cámara baja. Moreau habló de víctimas inexistentes en la manifestación callejera que fue reprimida por la policía, y también afirmó que los incidentes habían sido generados por agentes infiltrados en la protesta, mostrado una fotografía vieja para probarlo. Nada de eso era cierto, pero medios alineados con la oposición K se hicieron eco sin chequear su veracidad.
Algo parecido sucedió con la detención de cuatro personas de origen extranjero, calificadas por autoridades del área de seguridad y de Migraciones como partícipes activos en los incidentes. En este caso, periodistas y medios que no ocultan su cercanía con el Gobierno fueron voceros de esas afirmaciones oficiales, sin repreguntar ni investigar cuánto de cierto había en las manifestaciones de los funcionarios. En su edición de ayer, este diario dedicó la foto principal de su portada (“¿Otra novela turca?”, ironizó en el título) y dos páginas interiores para buscar claridad en tanta confusión.
Estos ejemplos recientes deben servir para que los lectores agudicen sus antenas y sean críticos acerca de la difusión de noticias, sean estas por redes sociales o por medios reconocidos. Sin embargo, también implican una advertencia para los poderes, por lo general proclives a intentar la aplicación de límites a la libertad de expresión, en particular contra medios y periodistas críticos. En tal sentido, la condena a la difusión de noticias falsas debe discriminar claramente entre quienes responden a intereses espurios y quienes solo ejercen con responsabilidad su misión de comunicar con la mayor cantidad y calidad de información posible.
Es para desconfiar cuando desde la política y otros factores de poder se ataca a periodistas éticamente irreprochables y se promueve, de manera inversa, la difusión masiva de fake news.
Asch. Tienen razón los lectores Gabriel Wolf, Jorge Sorda y Ricardo Etcheverry cuando reclaman mayor claridad y precisión de este ombudsman en relación con la respuesta a la carta de la lectora Mabel Pagano publicada el domingo 21. Es cierto que lo expresado entonces fue escueto e insuficiente para explicar el porqué de la ausencia de la columna de Hugo Asch en la contratapa de suplemento Deportes, y su reemplazo por textos de la periodista Luciana Rubinska. Asch no seguirá colaborando –al menos, no por ahora– con PERFIL, por no coincidir en temas económicos con la conducción del diario.
Errata. El lector Luis F. Guerrero advirtió un error cometido en el “copete” de la nota "Del ‘Muerte a Perón’ al ‘Perón o muerte’", publicada el domingo 21 en las páginas 66 y 67. Dice allí que "hace 75 años, un grupo de jóvenes intentó asesinar a Perón". Ello sucedió el 15 de octubre de 1953. Pasaron desde entonces 65 años y no 75 como se consignó.