Si nos hubiéramos guiado por la repercusión mediática y en las redes que tuvo el levantamiento del cepo, lo lógico era esperar que el Gobierno lograra revertir la sistemática caída en su aprobación de gestión que comenzó en el verano. Situación que marcaron todas las encuestas de opinión. Pero en abril la caída continuó. ¿Qué es lo que sucede? Mientras hay algarabía entre algunos grupos empresariales y consultores económicos, la calle parece decir no entiendo de qué me están hablando.
No es casualidad que cuando indagamos sobre si el acuerdo con el FMI o el levantamiento del cepo servirán para resolver los problemas del país, la respuesta es más negativa que positiva.
Venimos insistiendo en que las principales variables que vienen marcando el ritmo de la opinión pública en relación con la gestión Milei, además de los errores no forzados, están vinculadas a la dinámica entre el comportamiento de los precios y el dinero que ingresa en los hogares.
En abril continuó la preocupación por los bajos salarios, el incremento de la pobreza y las dudas sobre la capacidad del Gobierno para resolver el problema de la inflación. Es un combo que generan la mezcla del rechazo a la gestualidad y la preocupación por la economía diaria. Todo ello provoca dudas sobre la capacidad del piloto de tormenta de estar capacitado para maniobrar el volante.
El Presidente insiste en que la inflación terminará el próximo año. Ver para creer. Si bien el incremento de precios dejó de ser visto como el principal problema del país, debajo de esa respuesta se oculta que los dos temas que más afectan en lo personal continúan siendo los bajos salarios y el incremento de precios. No es casual entonces que esté creciendo la percepción de que el rumbo actual nos lleva a una latinoamericanización. Un mundo de pocos ricos y muchos pobres. Este destino lo reconocen aun sectores que adhieren al Gobierno. No solo una parte de los ciudadanos dudan sobre el destino final. Lograda cierta estabilidad económica, estamos entrando en una etapa en la cual se comienza a discutir sobre el futuro.
Estamos viendo que gobernadores que representan a la Argentina productiva del interior del país, a los que no se puede acusar de kirchneristas, como Frigerio, Pullaro o Llaryola, hablan desde una visión productivista y se quejan de que la visión porteña del Gobierno no los incluye. “Hay un modelo distinto, que es el que nos muestran todos los días los pequeños y medianos productores e industriales para generar crecimiento económico”, indicó Pullaro. Hasta Jaldo comienza a decir que la reactivación de la que habla Milei no se ve en Tucumán. Y en el mundo peronista hay ejemplos como el de la provincia de La Pampa, que a través de un esfuerzo del Estado mancomunado con el mundo privado, y con la intervención crediticia del Banco de la Provincia, ha logrado atraer empresas extranjeras y duplicar las exportaciones no tradicionales.
No son los únicos que piensan en un modelo de país diferente al del oficialismo nacional.
Desde el observatorio pyme se advierte sobre las consecuencias de la sobrevaluación del peso sobre el aparato productivo. Generando pérdida de competitividad del sector de bienes transables. Y no solo eso, ven que la industria no es competitiva, tanto por la sobrevaluación del peso como por el costo argentino, refiriendo a la industria del juicio, tasas impositivas, inexistencia de financiamiento, costo de logística. Reflexiones similares se les escuchó a economistas como Marina Del Pogetto, Rodolfo Santangelo y otros colegas.
Es claro que los problemas que tiene el país no se reducen a la sobredimensión del Estado, y no se resuelven con motosierra y dinero prestado.
*Consultor y analista político.