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Encrucijadas argentinas

Solos y por la propia

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Reaparición. Cristina Fernández de Kirchner, el jueves 1 de julio, en un acto en Lomas de Zamora junto al gobernador Axel Kicillof. | twitter

Todos los días se repite que Alberto Fernández oscila entre sus opiniones, las de sus asesores y las de la vicepresidenta, que la semana pasada habló con la elocuencia que la caracteriza. Dio su diagnóstico: “El país ya estaba patas para arriba antes de la pandemia”. ¿Desde cuándo? Algunas respuestas pueden encontrarse en La moneda en el aire, libro documentado y sagaz que acaba de publicar Siglo XXI, donde Pablo Gerchunoff y Roy Hora repasan la historia argentina casi desde sus comienzos. 

Hacia el final, Roy Hora da una buena definición del actual Ejecutivo bicéfalo: “En el Gobierno coexisten dos figuras de distinta ambición y envergadura…,dos discursos distintos y dos estrategias políticas y económicas con zonas de conflicto y zonas de acuerdo. Se necesitan mutuamente, pero no parten del mismo punto ni avanzan en la misma dirección”. Pablo Gerchunoff remata: “El vector que resulta de esas fuerzas es la ambigüedad, la falta de nitidez. Desde el Perón de 1945 hasta la Cristina de 2015, las cosas nunca fueron así en el peronismo”. Si Gerchunoff y Hora aciertan, el Frente de Todos es novedoso en sus idas y vueltas, que no solo son vacilaciones, sino el único estilo que combina con las posibilidades de Fernández. 

Es un presidente con votos prestados, recibidos en consignación, sin fuerza territorial anterior a su investidura, aunque hoy pueda suponerse que, con el manejo de la caja nacional, ATN y otros adelantos, estaría en condiciones de ganar adhesiones provinciales más firmes. Cristina no tiene ningún interés en permitirlo, y se verá cuál dirección se impone: si la de los ATN o la de las promesas de un regreso a la ortodoxia kirchnerista que no tendría contemplaciones con quienes patinaron de un lado hacia el otro. 

CFK no tiene ningún interés en permitir que Alberto F gane adhesiones provinciales más firmes

Hasta 2023, a Alberto Fernández le quedan dos años para fortalecer un liderazgo, algo que no se logra con el pésimo recurso de incendiar su discurso con el fin de parecerse a los dirigentes bendecidos en la cuna por las hadas y los hados del carisma.

Mientras tanto, en esos dos años, se preparan sucesiones variadas. Por un lado, Sergio Massa espera que llegue su turno. Por el otro, algunos radicales como Alfredo Cornejo, cuya energía lo induce a confiar en que, si el kirchnerismo no responde a todas las expectativas, él será el hombre en quien pensarán los votantes del Frente para el Cambio. Y, para hacer más variada la disputa, apareció Facundo Manes, sobre quien ya me extendí hace dos domingos en este medio.

Cornejo tiene un estilo muy diferente del que tuvo Antonio Cafiero, que siempre fracasó al imaginar alguna alternancia que lo favoreciera. También lo diferencia la gestión provincial, a la que Cafiero no pudo llegar porque Ruckauf se interpuso en sus aspiraciones a la gobernación de la provincia de Buenos Aires. Desde ese territorio se ofrece un destapado: Axel Kicillof, que se ofendería si lo llamáramos un imprevisto. Está dispuesto a quebrar la tradición que maldice a los gobernadores de la provincia de Buenos Aires y les impide llegar a la presidencia. Sabe cantar la canción populista, pero con variaciones más duras y propuestas que suenan racionales. 

A diferencia de María Eugenia Vidal, sus ideas son nítidas y no se endulzan con la sonrisa que ella reparte entre los vecinos a quienes visita como si fueran sus tíos. El populismo de Vidal es una variante femenina. El de Kicillof, masculina. Pido que no se me crucifique por los adjetivos de género, que todavía hoy designan algunos rasgos, pese a las interdicciones de la corrección política. 

Los radicales podrían anotar un correligionario, ya que Morales le ganó a Milagro Sala casi por veinte puntos en la última elección para diputados jujeños, donde la lista de Sala cayó en picada. Pero en esa carrera, se le anticipó la ansiedad de Facundo Manes.

A la baja. La que también cayó fue la Argentina, si se permite pasar a un tema más vasto que las cercanas elecciones de diputados. Dejó de ser país emergente, como lo son Brasil, Chile, México, Colombia y Perú. Ahora es el único de América del Sur en la categoría standalone. Lo dictaminó el Morgan Stanley Capital Index. Sola en esa categoría postrera, cuyo nombre standalone más que designar un concepto, parece aludir a un estado de nuestra república. No está tan sola, porque el adjetivo lúgubre se aplica también a Panamá, Jamaica y Trinidad Tobago. Un récord impensable hace treinta años, cuando los dirigentes apostaban a que Argentina volviera “al lugar que se merece”.  

En cuanto a merecimientos, parece que se ganó lo que indica standalone. Según informa Clarín, un operador bursátil fue sincero: “Más bajo no podíamos caer”. Como se sabe por el inglés aprendido en el secundario, standalone quiere decir: estar solo y por la propia. Pero en medio de esa soledad, es peor la de los 2 millones de desocupados y los 2 millones y medio de subocupados. 

En este pais, nos ocupamos hoy de los que regresan de Miami. Las cifras oficiales dicen que fueron poco más de 45.000 personas y/o turistas. Las autoridades sanitarias están preocupadas por los posibles contagios del regreso. La señora llega a su casa, tira las valijas y, como somos muy democráticos, saluda con efusión a la otra señora que no se fue porque no hay viajes para el servicio doméstico.

En El ser y la nada, Sartre escribió sobre la elección libre. Libre de la vanidad, libre del capricho y hoy agregaría también libre para aceptar o resistir las ofertas del mercado. Escribió Sartre: “Contra el sentido común es necesario precisar que ser libre no es obtener lo que se ha querido sino proponerse querer y elegir por sí mismo”. La libertad es la autonomía de la elección, algo que pasó de moda, como el propio Sartre.

La salud. Las cuestiones que conciernen al cuerpo, la salud y la enfermedad son populares desde los curanderos de hace siglos, los magos y los brujos actuales. Los sujetos se constituyen en el cuerpo. Perdido o enfermo el cuerpo, la subjetividad recibe esa transferencia de males. 

Manes dice siempre lo mismo y expresa generalidades con las que todo el mundo puede estar de acuerdo

Por esta razón, por el inevitable interés que nos suscita nuestro cuerpo y nuestra subjetividad, la política nunca podrá competir con estos temas. Por definición, la política es transubjetiva, colectiva. Incluso puede ser el mar donde las subjetividades naufraguen o se ahoguen. La política no puede ser hablada solamente desde la experiencia individual de un sujeto. Es posible estudiar esa experiencia individual y la historia biográfica lo ha hecho durante más de un siglo. Pero existen fuerzas que trascienden al sujeto. 

Incluso el poder absoluto de un rey, a poco que se observe, exige un linaje, y una familia ideológica, religiosa o política. El gran Rossellini lo representó en un filme de gran precisión y belleza: La toma del poder por Luis XIV, escasamente citado hoy, lo cual habla de amnesia histórica y estética. También está casi olvidado el de Albert Serra, La muerte de Luis XIV. A quienes se entretienen con el streaming van estas dos recomendaciones que enseñan cine tanto como historia política y teoría del poder. El ilusorio realismo de trajes y decorados de Hollywood no es la mejor introducción a la historia.

Una jubilación para Freud. Max Weber, en su obra fundamental Economía y sociedad, nos ofrece indicaciones exactas sobre el funcionamiento institucional. Tomando como ejemplo el prestigioso parlamento británico de comienzos del siglo XX, afirma en términos más generales: “Ninguno de los grandes parlamentarios subió a la cima sin haberse formado en la escuela de los comités y sin haber pasado, a partir de allí, por toda una serie de resortes de la administración, familiarizándose con su actividad. Solo dicha escuela de labor intensa frente a la realidad de la administración que se resuelve en las comisiones de un parlamento activo y en la que ha de acreditarse, convierte a esa asamblea en un laboratorio de selección de políticos que no sean meros demagogos” (p. 1102, para quien desee seguir leyendo).

En el otro extremo de lo sostenido por Max Weber, aparecen hoy los candidatos de “nuevo tipo”. Facundo Manes es un ejemplo. Dice siempre lo mismo y expresa generalidades con las que todo el mundo puede estar de acuerdo. Explica que la crisis impacta en nuestras emociones y estamos agotados. A troche y moche se repite la mágica palabra “empatía”, como si fuera un recurso que se consigue fácil y sirve contra el miedo, la ansiedad y cosas así. En un país escaso en solidaridad, el recurso a la empatía suena vacío.
Para algunos de los que solo hablan de angustia y miedo, los procesos mentales son más fácilmente explicables que los procesos políticos. Todo transcurre en un espacio en el cual los sujetos podrían actuar con buena voluntad y buenas intenciones. Ojalá fuera así. Habría sonado la hora de expulsar a Freud y a Max Weber de todos los manuales. 

Sin embargo, son inservibles las explicaciones simples de cosas complicadas. Por el contrario, cuanto más se simplifique lo difícil, más ruda será la equivocación. Pero los políticos que usan la retórica de los manuales de autoayuda tienen talento para producir una ilusión: si usted entendió esto, ha entendido lo necesario. Como si toda complejidad fuera antipopular, piantalectores o piantavotos. 

Algunos de esos divulgadores pueden ser científicos reconocidos, pero eso no garantiza que estén en lo cierto cuando saltan del campo que conocen al de las teorías sociales o la ética pública. Cualquier epistemólogo podría explicarles que los saberes que funcionan para un cierto tipo de objeto o de fenómeno no funcionan para otros. 

“En 1914, la Argentina poseía la economía más rica y diversificada de America Latina”, escribe Juan Carlos Korol en las primeras páginas de su Historia económica. No todo pasado fue mejor, pero algunos pasados lo fueron. Y bueno, seamos empáticos, que es tan, pero tan sencillo. Y necesario, ya que Argentina ocupa, entre todos los países, el lugar número 15 por cantidad de contagios.