La distopía es constante: cuando ibas al cine, de joven, nunca imaginabas que alguna vez ibas a tener que ver una película rodeado de tipos con pochoclos y gaseosas, haciendo ruido con la boca como si fueran la banda sonora de un documental de cerdos. Tampoco pensabas que para ver a tus bandas de rock preferidas ibas a tener que bancarte el famoso “rock de estadios” con miles de promotores de todas las marcas del orbe, lugares para morfar mierda carísima, escenarios paralelos y bandas en fuga. Por eso este fin de semana pasado el cierre de los Arctic Monkeys en el Personal Fest fue sencillamente redentor. Sólo una banda tan especial nos pudo recuperar de tanto capitalismo banal. Como decía Nietzsche, el problema surge cuando se acaba la música. ¿Cómo seguimos con la vida? A diferencia de René de Calle(nsé) 13, Alex Turner, el líder de los Monkeys, no hace demagogia, no rompe Ferraris a hachazos para demostrar que está en contra del mercado –¡¡en vez de regalármela!!– ni enarbola consignas políticas. O sí. En un momento imitó la respiración asmática de Darth Vader y dijo: “Luke, soy tu padre”, para largar con un tema monumental que unía soul, rock, música electrónica y una letra corrosiva. Mientras el baterista tocaba como John Bonham y hacía coros como si fuera, él solo, las Ronettes. El telepibe, uno de mis amiguitos jóvenes que estaba con su novia, me dijo: “Vamos adelante, vamos adelante a escuchar mejor”. Le expliqué que a duras penas me podía mantener de pie en ese sector más tranquilo del campo y le recordé que Walter Benjamin decía que los soldados que volvían del frente en la Segunda Guerra Mundial lo hacían sin experiencia. El telepibe volvió del frente sin su novia, quien se desmayó por el pogo, la presión y el calor. Entre tanto, los Arctic Monkeys demostraban que eran la mejor banda del mundo, si por eso entendemos que, a veces, en un momento dado, todas las bandas que escuchaste y que vas a escuchar pueden confluir en ese presente que esta vez encarnaban los músicos ingleses. Turner está pasando por la etapa rockera del Lennon de Hamburgo y del Lennon post Beatle de campera de cuero. Tiene una voz prodigiosa que hace base en la parte trasera de nuestro cerebro, casi sobre la nuca. Es la voz que nos habla desde los comienzos de los tiempos, la que nos presentaba atajos frente a la desesperación cuando íbamos, muy temprano, con la calle escarchada, al colegio. Es la voz del rock.