Salvo esporádicamente, nunca había dado talleres literarios. Este año me dediqué sólo a eso. ¿Qué es un taller literario? ¿Qué te puede dar, qué te puede sacar un taller? En principio, para mí fue un aprendizaje a la par de mis alumnos. Para empezar, les propuse que leyeran El maestro ignorante, de Jacques Rancière, que me parece una buena manera de entrar en el tema siempre candente de la enseñanza. La propuesta era entonces: cómo logramos entre todos generar un círculo de intensidad para que cada uno pueda sacar afuera su propio maestro. Tuve suerte. Los grupos que se armaron este año eran de gente humilde, interesada en aprender, con capacidad de frustración, todas cosas esenciales para que el taller se vuelva productivo. Los talleres duraban dos horas pero a veces hasta les dábamos tres. Muchas veces llegué al taller con la cabeza en otra parte, por los problemas de la vida diaria, y al momento de ponerme a trabajar con los alumnos me olvidaba de todo, me regeneraba. En ese sentido el taller producía un efecto spinoziano. Una de las cosas más difícles de inculcar en un taller, motivo por el cual algunos se eyectan como bajo suelo enemigo, es convencer al alumno de que no es estrictamente necesario que se lea su texto, que cuando se lee el texto de otro compañero y se lo trabaja, se está aprendiendo tanto o más que cuando se trabaja con el texto propio. Se podría hacer todo un taller donde uno no lleve nunca un texto propio pero se gane en experiencia creativa al trabajar sólo textos ajenos. La literatura es colectiva, nunca individual. También es necesario, en algún momento de la clase, pensar contra el taller. Es decir, mostrar cómo nunca hay que quedarse tranquilo con ninguna opinión. Para esto, a veces, yo traía textos de escritores célebres para mostrar cómo nosotros en el taller podríamos haber cercenado el genio de tal o cual escritor si éste no se hubiera revelado a las consignas de corrección. Y también mostraba cómo Eliot, al aceptar las correcciones de Pound, estaba dando una muestra de ética creativa. Ningún escritor poderoso es un mal lector. Esta era otra de las conclusiones. Los escritores intensos son primero lectores creativos. A veces te dicen que no leas tal o cual cosa porque es una mierda, pero eso es un mal consejo para mis alumnos. Hay que leer todo. No hay que olvidar que con la mierda se produce combustible.