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Teleología Milei

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Council of the americas. Los tres candidatos expusieron el viernes ante empresarios. Bullrich, en el centro entre Milei y Massa en los Brics, se solapó con el libertario. | cedoc

Continúa de ayer: “To Bric or not to Bric, that’s not the question”.

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Pasaron solo dos semanas desde las PASO y las expectativa previas al domingo 13 de agosto parecen de otra época. Se produjo el peor resultado posible: el candidato más votado es el que genera más incertidumbre dejando derrotados no solo al oficialismo sino a la oposición, que estaba preparada para sustituirlo. Y dentro de la oposición perdió la interna el candidato que resultaba más predecible y formalmente preparado. ¿Qué será de la vida de Horacio Rodríguez Larreta, quien hace un cuarto de siglo se preparó formándose en la experiencia de la administración pública ejecutiva? ¿Por qué la sociedad decidió pasar a retiro al ganador de la elección anteriores en 2021, quien además había llevado a Juntos por el Cambio a la mayor cantidad de votos en una elección (tres puntos más que Macri en 2019)? ¿La volatilidad a la que la sociedad sometió a Rodríguez Larreta será la misma a la que someterá a Patricia Bullrich, su vencedora, o a Javier Milei, el vencedor de todos?

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Patricia Bullrich tuvo el triunfo más amargo, ganó pero su fuerza perdió un tercio de los votos con los que había ganado en 2021 (de 43 a 28 por ciento) y se enfrenta a una situación difícil: Milei y Massa la superan en capacidad expositiva en el tema económico, y en lo que es su fuerte, el carácter y la autoridad, Mauricio Macri la hirió profundamente al adueñarse del cierre de su triunfo en la interna de Juntos por el Cambio, colocándose delante de todos y felicitando a Milei esa noche del 13 de agosto.

Lo primero lo puede solucionar encontrando el equivalente de lo que fue Cavallo para Menem, y todo parece indicar que Carlos Melconian será desde la semana próxima quien asuma ese papel y sea la espada que polemice con el discurso económico de Milei y Massa. Lo segundo es más difícil: Bullrich debería conseguir lo que intentó Rodríguez Larreta a través de la confrontación electoral pero por sus propios medios: subordinar a Mauricio Macri.

Macri la vio antes que nadie, ya hace un año, cuando Milei era políticamente un décimo que hoy, él ya mencionaba que su capital dentro del PRO se había recuperado con la emergencia de los libertarios, que representaba también, y hasta mejor, su pensamiento. Para terminar diciéndolo explícitamente hace varios meses cuando anticipó que el ballottage sería entre Milei y Juntos por el Cambio. Aquello que en aquel momento lucía disparatado no lo fue.

Y Macri sabe que Milei, como la mayoría de los libertarios, le resulta más manejable al colocar a los empresarios por arriba de los políticos siguiendo el libro de cabecera de muchos de ellos, La rebelión de Atlas, de Ayn Rand, donde los empresarios, cansados del Estado, hacen una huelga de talentos al gobierno. En su novela, Ayn Rand divide la sociedad en “los saqueadores” (la clase política, la casta) y “los no saqueadores”, que son los emprendedores, los empresarios –los titanes, los colosos– sin cuyo aporte a la sociedad los políticos no podrían subsistir. Macri para Milei, como todos aquellos que han logrado mucho éxito económico, es una casta superior. 

Dentro del sector de Bullrich están los que opinan que lo de Macri fue sin mala intención, que preguntó qué querían que dijera y se hubiera ajustado a un libreto si lo hubiera habido. Y otros creen que se trató de una traición y una puñalada por la espalda para la electa candidata. La influencia de MaMi o MiMa (Macri y Milei) obliga a Patricia Bullrich a correrse a la derecha y termina diciendo en el Council of the Americas que si ella fuera electa sacaría a la Argentina del los Brics cuando, por más que se corra en esa dirección, siempre queda como la “segunda marca” frente a un Milei que propone salirse hasta del Mercosur además de llamar comunistas a los chinos. Dejando, aunque en su orfandad, a Sergio Massa con posibilidades de diferenciarse y tener una teleología dentro de la competencia electoral. 

¿Y cuál es el papel que viene a cumplir Milei en la sociedad? ¿La destrucción de las dos coaliciones que conforman el sistema de partidos políticos tiene una teleología, una finalidad, un objeto que sirva para algo? Quienes piensan que la vida es caos, que los pueblos votan y se equivocan más que aciertan (el tan remanido ejemplo de Hitler), no precisan asignarles un orden a los acontecimientos.

Aquellos que les atribuyen relaciones a las causas con los efectos (las cuatro causas de Aristóteles: la material, la formal, la eficiente y la final) no precisan ser creyentes ni metafísicos para asignarles orígenes y direcciones a los acontecimientos. Que Argentina entró en una decadencia permanente a partir de 1974 y se aceleró con una neodecandencia a partir de la crisis de 2002, que la grieta y la polarización kirchnerismo-anti-kirchnerismo es un síntoma de ese malestar social, y en algún momento tendrá que resolverse, pacíficamente gracias a un integrador, o violentamente por efecto de un disruptor.

Hasta hace dos semanas todavía quedaba en pie la hipótesis de una sutura de la grieta por el oficio de un integrador y que Rodríguez Larreta iba a cumplir ese papel. Si le tocara gobernar, ¿cuál de los dos papeles cumpliría Patricia Bullrich? Ahora que quedó en el centro entre Milei y Massa, también como hipótesis, vale preguntarse si, investida del aura que da la autoridad presidencial, ya no precise correr a todos con el falo y se transforme en más ecuménica. ¿Massa logrará absorber los atributos integradores que Rodríguez Larreta dejó en el camino y tendrá posibilidades de cumplir ese rol tanto en lo electoral como en la disputa con chances en el ballottage?

Y si nada de eso fuera así y viniera el líder disruptivo, ¿habría que interpretar que para cerrar la grieta y dar vuelta la página de 2002, y los más viejos la de 1975, todavía la sociedad argentina precise una caída más, otro golpe descendente para recién después tomar envión y crecer sostenidamente por décadas, lo que sería solo una recuperación de lo tanto perdido?

Nadie sabe, en las ciencias sociales todas las certidumbres son cuestiones de fe, como bien se explica en la lectura del reportaje de hoy en PERFIL a Alejandro Werner, el hombre del FMI que negoció el crédito con Argentina y resulta un réquiem de la economía argentina 2018-2023, el lustro reperdido dentro de la década perdida.