COLUMNISTAS
tíos

Tira, tira hermano perro

imagen default
| Cedoc

La historia de cómo el ser humano domesticó al perro es tan difícil de probar como la del surgimiento del lenguaje. Hay muchas teorías, una dice que el chacal dorado andaba rondando a las tribus hasta que alguien se dio cuenta de que si lo alimentaban, éste no sólo no los atacaba, sino que los rodeaba y les avisaba aullando si se acercaba alguien –un depredador más grande, un enemigo. Lo cual era bueno para esa época donde la gente dormía en torno a fogatas que los hacían visibles durante la noche. Dicen que recién ahí los humanos pudieron dormir. Y que el insomnio es un residuo atávico de las noches sin la vigilancia del perro. 

En Solo un momento, el cuarto disco solista de Vicentico, el cantante lleva alzado en la tapa a un perro inmenso, blanco. Lo carga con cierto aspecto sombrío, como presagiando el cambio musical que se viene: ya no están los ritmos latinos ni los vientos de los anteriores discos, ni el ska ni la murga de los Cadillacs. Sobre la panza del perro está impresa en color naranja resaltador la letra V, en grande, que remite a Vicentico, pero también a V invasion extraterrestre, una serie que causó furor en cierta época, donde los alienígenas eran reptiles que se ocultaban bajo la forma humana. 

Quizá por eso detrás del cantante –acá ya crooner– se ve sobre el costado derecho, en el cielo, casi saliendo del perímetro del CD, un ovni. Sobrevolando un paisaje industrial con largas chimeneas, a la manera de Animals de Pink Floyd. ¿Qué hace Vicentico con el perro? ¿Lo está llevando herido a algún lado? ¿O es al revés y es el perro el que carga a Vicentico? ¿O lo va a sacrificar, como se hacía en ciertos ritos antiguos y por eso la cara del cantante está levemente inclinada, como Abraham cuando tuvo que acudir al llamado terrible del Señor para la prueba suprema de obediencia, que tanto perturbó a Kierkegaard? 

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Pienso ahora en esa frase de Spinoza de la Etica: “el entendimiento y la voluntad  de Dios deberían  diferir en toda la extensión del cielo  con nuestro entendimiento y nuestra voluntad, y no podrían convenir con ellos de otra manera que por el nombre: es decir, como convienen entre sí el Perro constelación celeste y el Perro, animal labrador”. Sólo un momento es un disco hermoso, donde se toma la canción popular que escuchaban nuestras madres y las tías en los veranos de Boedo. Tiene ecos de Favio, Sandro, Nino Bravo. Pero contra lo que se suele decir sobre este disco, para mí no es retro ni nostálgico. Es simplemente un homenaje y un reconocimiento de que estamos construidos con los que nos pasó –que ya no existe– y lo que nos pasa –que ya no existe ni bien nos damos cuenta. Las letras son precisas, perfectas, diría, para lo que buscan expresar: soledad, amor, encuentros imprevistos, la vida misma. Son cosas que alguien te podría contar en la barra de un bar o en un auto estacionado a un costado de la ruta para fumar. Hablan de Luca –Prodan– con singular emoción. O explican lo que siente El Rey del Rock and Roll cuando se tiene que bajar del escenario. O en ese genial track que en la edición de 2010 cerraba el disco, donde se lamentaba: “Una pregunta que vengo haciendo desde hace tiempo/ saber quién soy”. Como hizo Zappa en Cruising with Ruben and The Jets, en el que homenajeba al Doo Wop, la música con la que creció. Pero donde en Zappa hay arreglos sofisticados e ironía, en Vicentico hay una voz singular, un calor humano emocional notable. 

Mi hija me escuchó poner una y otra vez este disco a lo largo de un larguísimo viaje en auto. Me preguntó si me gustaba mucho. Le dije que sí. Me dijo que la voz del cantante era rara. Le pregunté por qué. Me dijo que era “diferente”, como la del tío Dargelos. Me hizo reír. En mi familia había una tradición en la cual los amigos muy cercanos de mi papá eran mis tíos. Como el tío Fena, que manejaba el auto de la embajada de Canadá y tenía el dedo índice cortado por la mitad; o el tío Milo, que venía a casa todas las navidades con helado en kilos. Hay otra edición de Solo un momento que termina con un cover de “Paisaje”, de Franco Simone, tema que tiene en el sonido algo de “Con tu blanca palidez” de Procol Harum. Yo tengo esa edición.