En 1967, Marco Bellocchio filmó una película cuyo contenido no recuerdo pero que tiene un título inolvidable: La China se avecina. Es del mismo año que La chinoise de Godard, época de maoísmo entre los intelectuales de Occidente. Pero al final la China se avecinó tanto que en cincuenta años dejó de ser un país remoto como en la época de Marco Polo pero apto para coqueteos ideológicos y se convirtió en una presencia cotidiana. No pasa una hora en la que no pensemos en los chinos, en su economía, en sus productos, en su carácter de potencia imperial que compra países como si estuvieran expuestos en la góndola de un supermercado (chino).
Sin embargo, seguimos sabiendo poco de los chinos. Están ahí, son grandes y poderosos, pero hablan poco y suelen hacerlo del modo censurado e indirecto del régimen. Algunas películas exhibidas en el festival de Mar del Plata que hoy termina permiten asomarse a los modos de ser chino, una diversidad que el prejuicio y la ignorancia omiten.
Jia Zhanke es el gran cineasta chino del siglo XXI. En 1997, su ópera prima, Xiao Wu, despegó el cine de China continental de una tradición de complicidad y academicismo. En sus primeras películas, Jia narró el efecto de la brutal aceleración capitalista en la gente común. Algo parecido hizo Wang Bing en Tie Xi Qu: West of the Tracks (2003), gran documental sobre el desguace de las viejas acerías estatales. El mundo de los chinos que no tienen esperanzas ni horizonte se sigue viendo en los festivales, pero casi es un género desprovisto de la furia original. Kaili blues, exhibida en Mar del Plata, transcurre entre marginales, pero es una excusa para el exhibicionismo visual. Otra película del festival marplatense, Poet on a Business Trip, rodada en 2002 pero estrenada ahora, tiene lugar en apartadas provincias donde no llegan los trenes y la miseria no es decorado ni sentencia definitiva, sino una realidad inestable: algo se mueve en esos parajes llenos de rutas secundarias y camiones, pero no sé si hoy habría quién la filme.
En Mountains May Depart, la última de Jia Zhangke, el futuro ya ha llegado y el relato sintetiza la historia contemporánea por medio de un melodrama en el que la chica elige al chico rico y el pobre desaparece junto con sus hermanos de clase como sujeto de la Historia. Ahora se trata de ver si los ricos recuperan los valores tradicionales, en particular las raíces y la familia. La película, divertida, ligera y lujosa, muestra que los valores de la China globalizada no son incompatibles con el nacionalismo más conservador.
Pero hay más chinos en Mar del Plata. Afternoon es una película en la que dos hombres hablan de sus vidas frente a la cámara. Son el director Tsai Ming-liang y Lee Kang-cheng, el actor que lo inspira y con el que vive. Nacido en Malasia de padres chinos, ciudadano taiwanés, Tsai cuenta que es pobre, que siempre lo fue y que no le interesa ganar dinero; algo parecido dice Lee. Tsai y Lee, además de poner en escena la comedia más quieta de todos los tiempos, describen una relación de familia que trasciende las convenciones sobre el trabajo y la orientación sexual (aparentemente, Tsai es gay y Lee es hétero). La conversación sugiere que se puede ser pobre pero libre: una rareza total en el mundo chino, es decir en el mundo en general.