No se puede creer todo lo sucedido en los últimos tres días de esta semana. Como me dijo una amiga hace pocas horas: “Esto es Macondo. Cerraron la puerta con llave y nos dejaron adentro”. Se refería al pueblo de Cien años de soledad, la gran novela de Gabriel García Márquez donde reinan la magia, lo insospechado, lo contradictorio, el mundo de lo extremadamente imposible. Los personajes se creen cuerdos, pero son chiflados.
La reaparición de la Presidenta el miércoles pasado no le cerró, de ninguna manera, las dudas de la gente. En una pocas horas las dudas se transformaron en tremendas incógnitas. Como Cristina Fernández habló para la corte fervorosa que la estaba aplaudiendo junto con todos los que están a sueldo del Gobierno, y para los militantes de La Cámpora que la vitoreaban como una heroína, y no dijo nada, salvo referencias a su persona, todo se tradujo en un impresionante ninguneo al país...
Ese ninguneo de una presidenta que no se refiere a las problemáticas esenciales que preocupan a la población (la inflación, la provisión energética, la falta de futuro, entre tantas) se tradujo el jueves 23 en un desborde que hizo recordar los episodios más temidos por las que transitó la Nación. Así, la realidad le respondió a las trompadas. El dólar blue trepó a 13 pesos, las autoridades siguieron colocando bonos a 11 pesos; para financiar un Estado abrazado a la emisión se sumaron a la caída en las acciones bursátiles como un reflejo de la desesperación. En la plaza norteamericana el Banco Galicia cayó 9,50 y en la local se agregó el bajón del 8% de las tenencias de YPF. Y algo más grave: frente a la pérdida de referencia los proveedores de mercaderías no querían vender, nadie arriesgaba a decir “éste es el precio”, lo peor que le puede pasar a una economía. Un despiste angustiante.
No era un “golpe” del mercado. Era la respuesta de mucha gente que no puede comprar departamento, que no puede adquirir el auto soñado, que no puede viajar como se le antoja adónde quiera. ¿Qué se puede esperar? ¿Una sociedad pasiva, detenida en un círculo, aprisionada por antojo de los funcionarios oficiales? El dólar paralelo rondaba los 10 pesos a fines de diciembre. El jueves había trepado en dos semanas y media del primer mes del año un 30%. Fue un proceso de alta fiebre y progresivo. Las volteretas de la moneda extranjera arrinconaban, frustraban y angustiaban. La referencia para comerciantes, empresarios e importadores es el blue. Si no tiene techo, la explosión está a la vuelta de la esquina.
En la tempranera mañana del viernes todo se dio vuelta. La declaración escuetísima de Capitanich y Kicillof fue que se liberaba la compra de dólares para tenencia y ahorro. Punto, nada más. Lo que no dijeron es que todo será condicionado por la AFIP, que decidirá quién y cómo recibirá los dólares. No hay libertad de compra. El gran interrogante que surgió es con qué reservas de dólares se promete semejante medida. Se sabe que el Banco Central apenas araña algo menos de 30 mil millones de dólares, que no son suficientes para respirar tranquilo.
La fotografía es en blanco y negro y patética. Muestra un equipo conductor de la economía que va a los tumbos, sometido a la ley de prueba y error, con graves peleas internas en su interior. Porque no puede engañar. El presidente del Banco Central no estuvo en la Casa Rosada esa mañanita. Hay otra fotografía al lado de la primera: la Presidenta haciendo muecas y jugando a ser adolescente en el patio de la Rosada ante los chicos que la exaltaban.
No se cree que tengan varios millones de dólares debajo de la mesa para respaldar sus promesas. Si no es así el equipo oficial se va a estrellar contra la realidad, será un suicidio.
Los especialistas creen que el dólar paralelo proseguirá. Podrá bajar, pero estará allí iluminando como un faro a los que no pueden conseguir el paraguas protector de la divisa extranjera. Otro detalle: si no hay aumento de las tasas de interés el Banco Central perderá reservas. La inflación continuará cargando el estigma de un pasado que parece repetirse. Proseguirá la improvisación y la falta de precios de referencia para los productos esenciales.
*Escritor y periodista.