COLUMNISTAS
penas

Tristeza y victimización

Me encuentro con amigos por la calle, con médicos en los consultorios, y todos me manifiestan su “tristeza” por “todo lo que está pasando”.

Mauricio Macri, presidente.
Mauricio Macri, presidente. | Telam
Me encuentro con amigos por la calle, con médicos en los consultorios, y todos me manifiestan su “tristeza” por “todo lo que está pasando”. Como es difícil entender un estado de duelo tan generalizado y tan indeterminado (¿se refieren a la situación de los emigrantes sirios, a tal accidente aeronáutico, a la degradación de la atmósfera, a las amenazas de muerte contra funcionarios públicos?), pido precisiones y me contestan: “Todo lo que está haciendo Macri”.

Por fortuna, les contesto, Macri no está haciendo ni la décima parte de lo que temíamos, y eso por la relación de fuerzas entre los tres poderes y la debilidad parlamentaria que obliga a negociaciones constantes al gobierno nacional con las fuerzas de oposición y los gobiernos provinciales. Sin ir más lejos, ahí tienen el asunto tarifas, que para mí no fue sino una artimaña publicitaria del Gobierno para mostrarse republicano hasta el tuétano.

Las democracias burguesas se caracterizan por una alternancia entre un gobierno más hacia la derecha y un gobierno más hacia la izquierda (socialismo/Partido Popular en España, laboristas/conservadores en Reino Unido, demócratas/republicanos en los Estados Unidos, etc.). Sabido es que cuando le llega el turno de gobernar a la derecha habrá que sacar chispas contra el asfalto hasta que el turno pase y evitar los mayores males. Y, mientras tanto, procurar construir alternativas de “izquierda verdadera” (o sea: aquella que produce cambios estructurales).

En Argentina, por el contrario, hemos tenido que resignarnos a una alternancia entre una derecha más bien populista y una derecha que ni siquiera llega a liberal y que habría que llamar pospopulista.

Así vistas las cosas, da para ponerse triste, pero no son los términos en los cuales la tristeza ilustrada se manifiesta y me interpela. Habrá que recordar a Nietzsche, para quien “la pena domestica al hombre, pero no lo hace mejor”.