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Turquía, Armenia y la ominosa sombra del genocidio negado

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Sefik Bural Altay. El embajador turco insiste en sostener la postura negacionista de su país. | cedoc

Cada 24 de abril se cumple un nuevo aniversario del comienzo de uno de los hechos más ominosos que recuerde la humanidad, ocurrido entre 1915 y 1924: el genocidio (como lo definen numerosos países del mundo, incluida la Argentina) que Turquía consumó en perjuicio de la minoría armenia en su territorio. La expulsión del territorio y/o asesinato masivo de un número no menor de 300 mil (como afirman los turcos) o hasta un millón y medio (como lo afirman historiadores y particularmente la comunidad armenia) de hombres y mujeres de esa identidad nacional (incluyendo ancianos y niños).  

Cada año, también, los sucesivos embajadores turcos en la Argentina envían a este diario cartas reiterando la histórica postura del gobierno de su país. Días atrás, el actual representante diplomático en Buenos Aires, Sefik Bural Altay, envió una carta al jefe de redacción de PERFIL, cuyo texto comienza señalando que su comunidad en el país “está expuesta al discurso de odio hacia el Estado y el pueblo turco por parte de la comunidad armenia”. A continuación, ratifica la postura negacionista de su gobierno. 

Desde hace años, este ombudsman viene puntualizando que está bien aplicado el término “genocidio” a los sucesos de comienzos del siglo XX, en línea con lo que han escrito y opinado juristas, historiadores y hasta intelectuales turcos disidentes, como el premio Nobel de Literatura Ohran Pamuk. En 2015, cuando el embajador de Turquía era Taner Karakas, esta columna (que titulé “Genocidio, no eufemismos”) dejaba clara la posición del ombudsman y del diario, por lo que no tiene mucho sentido volver sobre ella. Sin embargo, dos párrafos de la carta del señor Bural Altay merecen una respuesta: no hay un vacío informativo ni censura cuando se trata de reflejar en el diario las posturas de Turquía. Tuvieron su espacio y lo tienen ahora. Se han publicado artículos de sucesivos embajadores sobre el tema y las páginas estuvieron abiertas al disenso. Es inaceptable lo expresado por el señor Bural Altay, y le respondo con la misma frase del Nobel de la Paz 2010, Liu Xiaobo, empleada un año atrás: “La libertad de expresión es la base de los derechos humanos, la raíz de la naturaleza humana y la madre de la verdad. Matar la libertad de expresión es insultar los derechos humanos, es reprimir la naturaleza humana y suprimir la verdad”.

Cierto es, como señala el embajador Bural Altay, que las Naciones Unidas no ha considerado como genocidio aquellos hechos luctuosos que Armenia sigue denunciando, pero es necesario poner esa postura en un contexto internacional con fuerte influencia de Turquía y sus aliados, principalmente Estados Unidos. Que esto pueda cambiar en los próximos tiempos es algo que los principales analistas internacionales están barajando, sobre todo porque el país que gobierna con mano dura Recep Tayyip Erdoğan es miembro de la OTAN y a la vez se manifiesta amigo de Vladimir Putin.

Cerraré este espacio con un párrafo de la carta de Bural Altay a PERFIL, aunque aclaro que no hay en esa misiva ningún acercamiento a una verdad histórica equilibrada: “Si vamos a compartir los sufrimientos de las víctimas, debe haber un enfoque más holístico. Los terceros países pueden actuar como intermediarios para escuchar a ambas partes y mediar entre ellas para llegar a un resultado pacífico tras una evaluación con los métodos adecuados. El número estimado de víctimas de guerra en el asolado Imperio Otomano asciende a 3 millones, incluidos turcos, kurdos y armenios. Todos eran ciudadanos otomanos en ese momento. Escoger los sufrimientos de los armenios e ignorar el dolor de más de 500 mil turcos masacrados por los rebeldes armenios durante ese período definitivamente no es un enfoque objetivo de una tercera parte. Los sufrimientos son comunes, el dolor es el mismo”.