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SUICIDIO de un jubilado

Ultima jugada

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El suicidio de un jubilado de 91 años, ocurrido el jueves en una sucursal de la Anses de Mar del Plata ha derivado en muchas declaraciones y pocas preguntas. ¿Qué nos puede llevar al suicidio? ¿Es posible pensar que algún día no vamos a querer vivir más? Llegamos a la vida y suponemos que ella se sostiene por sí misma, que la vida quiere la vida, que la vida es la lucha por la vida.  No podemos pensar la muerte como parte de nuestra existencia. ¿Pero no estamos predestinados a la muerte, no somos sólo ser para la muerte?

Será acaso que llevamos ese germen dentro de nosotros mismos, eso que Freud llamó instinto de muerte y que provocó un debate que aún se prolonga: sexualidad versus muerte, Eros frente a Tanathos.
Si la muerte nos habita, acaso nos hacemos los desentendidos, porque la vida entonces sería más frágil de lo que creemos. ¿Quién nos da ese hálito de vida que algunos ponen en Dios, ese soplo divino que nos da el primer impulso de vida y que suponemos eterno? ¿Será una condición esencial o depende de un alguien, de otro que decide amarnos, cuidarnos, arrullarnos, consolarnos?
La vida es eterna decimos y nos repetimos para seguir viviendo en el olvido del origen, aún en las circunstancias más extremas.

Uno es uno y sus circunstancias, un devenir, un camino a recorrer. ¿El curso de la vida es  casual, fruto del azar? ¿En qué nos apoyamos para recorrer ese camino de la vida, qué es esa fuerza interior que nos impulsa y va iluminando nuestro camino? ¿Nuestro devenir, es una flama inagotable que debemos seguir sosteniendo o se sostiene por sí misma? ¿Es acaso una fuerza inagotable que nos condena a seguir adelante sin miramientos sin desfallecer? No podemos permitirnos desfallecer (no te declares vencido ni aún vencido nos dice el poeta).

Condenados a repetir la vida sorda y calladamente en el juego de abalorios de la lucha de las pasiones de vida y de muerte, ¿la vida es simplemente el azar de la existencia?
Alguien puede declararse harto de luchar. Cansado de fracasar, decide quitarse la vida. ¿Qué ha fallado en ese sujeto? ¿Simplemente es un sujeto fallado? ¿Un enfermo de depresión que merece recibir la condena taxonómica? Eso nos alivia, de algún modo nos salva, ya que se trataría sólo de una falla del hálito divino o del agotamiento natural en el largo andar. Se trata de la pulsión que desfallece dirán otros, la fuente de la vida se agotó. En ese caso, la solución de la determinación final, última y exterminadora, se impone más allá de nosotros mismos. Claro, es más difícil pensar que hay un sujeto concreto y real, como el anciano de Mar del Plata, determinado vitalmente a matarse, como el último acto de la comedia de la vida, pero sin embargo propio, la última jugada posible.  La familia ya no alcanza a contener tanta angustia. Tampoco nadie puede afirmarse sin un soporte social.

Entonces el rey se muere y lo quiere hacer con rebeldía, con gran impacto, el último grito de la bestia acorralada, que intenta llevarse alguien más consigo. Es decir, yo asesino y asesinado al mismo tiempo, al unísono, en un llanto desconsolado.

*Médico psiquiatra y psicoanalista.