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Asuntos internos

Un método eficaz

16-4-2023-Logo Perfil
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Hace cuarenta años, exactamente el 15 de julio de 1983, Allen Carr dejó de fumar. Entonces tenía cuarenta y ocho años y había empezado a fumar a los dieciséis. Estaba subiendo a su auto y le dio un ataque de tos tan grande que le salió sangre por la nariz. Aquel día dejó de fumar y poco después tuvo una idea, la misma idea que tienen muchos, pero que a diferencia de lo que le ocurre a muchos a él le deparó muchísimo dinero: escribir un libro. Ese libro se llamó Es fácil dejar de fumar si sabes cómo, y fumadores y libreros recuerdan aún la edición de Espasa Calpe, un libro que va por la 63a edición y lleva vendidos más de 1.400.000 ejemplares. Solo en español, se entiende.

Carr era oriundo de Putney, un suburbio de Londres, había nacido en el seno de una familia de clase obrera y trabajaba como contador desde 1954. Luego de sufrir aquel ataque de tos buscó ayuda en un hipnoterapista, figura que en aquellos años se visitaba recurrentemente si uno quería abandonar el cigarrillo. A los veinticuatro años fumaba sesenta cigarrillos por día, pero en 1983 el número había ascendido a cien.

Cuando llegó a su casa (esto es algo que Allen Carr contó muchas veces), su hijo John le prestó un libro de medicina (Carr nunca especificó cuál era), en donde se describían los síntomas de la dependencia de la nicotina. La lectura de ese libro llevó a Carr a reconsiderar  su propia percepción de la dependencia, y eso llevó a que formulara uno de los dos grandes principios de Carr, el que dice: “Fumar es como golpearse la cabeza contra una pared de ladrillos para sentirse mejor cuando dejamos de hacerlo”. En otras palabras, según Carr fumar no es placentero en sí, sino que simplemente es un modo de aliviar temporariamente el malestar –la abstinencia– provocado por el último cigarrillo que se fumó. Una esclavitud autoimpuesta.

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El otro principio de Carr está relacionado con la abstinencia de la nicotina, que según él es psicológica, no física. A diferencia de lo que ocurre con otras abstinencias, los síntomas de la de nicotina no son muy violentos que digamos, o sea que no traen consigo dolores físicos intolerables, como ocurre con el alcohol o la heroína. Según Carr, entonces, los fumadores estarían más procupados por la idea de dejar de fumar y por los miedos y las dudas acerca de cómo se sentirán; una vez eliminados estos pensamientos negativos, dejar de fumar no debería ser tan traumático. 

Allen Carr les dio forma y enriqueció estas intuiciones en muchos libros de autoayuda publicados a partir de mediados de los años 80, que iban desde dejar de fumar, naturalmente, hasta controlar el comsumo de alcohol, de azúcar y de comidas, todos bajo un mismo método que llamó “Easyway”, o sea “El método fácil”. La prosa de Carr recuerda la de los anuncios publicitarios, llena de conceptos repetidos muchas veces, signos de admiración y palabras en mayúsculas.

Carr abrió muchos centros donde se aplicaba el método “Easyway”, el primero de ellos en Londres. Hoy son más de setenta, distribuidos en Canadá, Estados Unidos, México y Europa. Se ocupan de todos –o casi todos– los comportamientos compulsivos, porque a fin de cuentas el “Easyway” es uno y el comportamiento compulsivo también. 

La rigurosidad científica del método de Carr fue puesta en duda por muchos, especialmente por aquellos que promueven otros métodos para dejar de fumar. Carr sostenía que su método garantizaba un 90% de efectividad. Para poner a prueba su sistema de las críticas, en los años 90 volvió a fumar durante algunas semanas, y volvió a dejar de fumar.

Murió en 2006, a los 72 años, a causa de un cáncer de pulmón, contraído en la época en que fumaba.