Al terminar los 90 minutos de actuación de la Orquesta Filarmónica de Nueva York en Pyongyang el martes, el público (mil integrantes de la élite norcoreana) permaneció en silencio varios minutos. Muchos lloraban; y de pronto, de pie, brindaron una ovación que pareció interminable.
La Filarmónica cerró su concierto (transmitido en directo al mundo entero, y que incluyó la “Sinfonía del Nuevo Mundo” de Dvorak y “Un americano en París” de Gershwin) con las notas de “Arirang”, la pieza popular que a ambos lados del paralelo 38 es considerada el himno de la unificación coreana.
El 3 de octubre 2007, cinco países que representan a la comunidad internacional (Estados Unidos, China, Japón, Rusia y Corea del Sur) acordaron con el régimen de Pyongyang en Beijing el desmantelamiento del programa nuclear norcoreano, a cambio de ayuda financiera y energética y, sobre todo, reconocimiento internacional.
El 8 de octubre 2007, los presidentes de las dos Coreas, el norcoreano Kim Jong Il y su par surcoreano, Roh Moo-hyun, acordaron trabajar por la reunificación de la Península, reafirmaron el respeto mutuo entre los dos sistemas políticos y resolvieron acelerar la integración económica. En el mismo acto, Norcorea ratificó su renuncia al programa nuclear.
Un año antes (09/10/2006), Corea del Norte hizo explotar una bomba nuclear subterránea de 15.000 toneladas TNT, semejante al artefacto lanzado sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945.
No es el odio el que crea el conflicto, sino el conflicto el que provoca el odio, se estableció hace años en la experiencia histórica y en su aprehensión intelectual.
La negociación que llevó al acuerdo de Beijing fue iniciada en forma directa por EE.UU. inmediatamente después del estallido nuclear de Corea del Norte.
Por eso, lo primero que hizo el presidente George W. Bush fue dejar de lado el núcleo de su política internacional después del 11/09/2001: la exigencia de cambio de régimen de los países antagonistas (“regime change”), expresada en forma arquetípica en su discurso sobre el “Eje del mal” (Mensaje sobre el estado de la Unión, 29/01/2002).
La negociación directa entre Washington y Pyongyang abrió el espacio para que las dos Coreas profundizaran su vinculación, sobre todo en el aspecto económico; y la intervención posterior de China fue el factor decisivo que permitió el acuerdo del 3 de octubre en Beijing.
En el norte de Asia (China, Japón, Corea del Sur) se encuentra la segunda región en orden de importancia de la economía mundial, siendo la primera la que forman EE.UU., Canadá y México.
La creciente integración económica entre las dos Coreas tiene como contrapartida la firma de un acuerdo de libre comercio (FTA) entre EE.UU. y Corea del Sur (01/04/2007). Corea del Sur es la décima economía del mundo y el séptimo socio comercial de EE.UU. (China es el primero).
El próximo paso es llevar a Oriente Medio, más concretamente a Irán, la política y el modelo multilateral que logró resolver en la península coreana la mayor crisis del actual sistema de seguridad internacional.
El gobierno iraquí anunció hace dos semanas que el presidente de la República Islámica de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, arribaría hoy a Bagdad para entrevistarse con el primer ministro, Nuri al-Maliki, y otros altos funcionarios.
El Departamento de Estado acusó a Irán de entrenar y armar a las milicias chiítas en Irak, y entregarles granadas que atraviesan blindados, que han matado a decenas de soldados estadounidenses desde la ocupación en marzo de 2003.
No hay negociación directa entre Washington y Teherán sobre el desarrollo nuclear iraní, al que EE.UU. estima apto para producir, eventualmente, un arma atómica. La República Islámica es el segundo integrante del “Eje del Mal”.
La secretaria de Estado, Condoleezza Rice, afirmó que EE.UU. está dispuesto a negociar en forma directa y al más alto nivel con Irán, a condición de que suspenda el proceso de enriquecimiento de uranio.
Washington, en suma, reconoce la legitimidad nacional e internacional del régimen fundado por el ayatollah Ruhollah Mousavi Khomeini en 1979. Atrás quedó el “regime change”.
Y el subsecretario de Estado, John D. Negroponte, dijo que el acuerdo de China con una tercera ronda de sanciones contra Irán, resuelta por el Consejo de Seguridad, “muestra que la República Popular está en sincronía con EE.UU .en este asunto crucial, y que Beijing no quiere que la República Islámica se convierta en un Estado con armas nucleares”.
El proceso de globalización, es decir la integración mundial del capitalismo, se acelera, guiado por el hilo rojo de la seguridad internacional, que es una dimensión política de la transformación económica global. El capitalismo es siempre un mecanismo de acumulación y un sistema de hegemonía política, esto es, de seguridad.
Primero Corea del Norte, y ahora Irán; no son los acontecimientos, sino la política la que decide.