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Un radical por ahí

El peronismo le debe grandes cosas al radicalismo. Y se las debe, para hablar en serio, desde muchísimo antes que el mendocino y parco Julio César Cleto Cobos le diera el sí a Cristina Kirchner para escoltarla hacia la consagración.

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“Donde me invitan me quedo y donde sobro también. Soy del partido de todos y con todos me la entiendo, pero váyanlo sabiendo:
¡soy hombre de Leandro Alem!”

(Fragmento de Milonga del 900, de Homero Manzi y Sebastián Piana, grabado por Carlos Gardel en 1933).


El peronismo le debe grandes cosas al radicalismo. Y se las debe, para hablar en serio, desde muchísimo antes que el mendocino y parco Julio César Cleto Cobos le diera el sí a Cristina Kirchner para escoltarla hacia la consagración.
Pensemos, por ejemplo, en Homero Nicolás Manzione, más conocido como Homero Manzi –acaso el más grande poeta del tango–, que el 1º de noviembre cumpliría 100 años, por lo cual 2007 ha sido declarado el Año Manzi y no el Año Cleto, por más que a Cobos le vaya bárbaro con la Primera Dama el próximo 28 de octubre.
Hablemos de Manzi:
• El autor del emblemático Sur nació en Santiago del Estero, se radicó en Pompeya a los 9 años y a los 17 fundó un ateneo de la ya vieja Unión Cívica Radical en ese barrio arrabalero.
• Estudiante de Derecho, en 1930 participó de la toma a punta de pistola de dicha Facultad, contra el golpe militar que derrocó a Hipólito Yrigoyen.
• Tras la primera gran crisis del radicalismo, en 1935, en un sótano de la calle Lavalle, fundó junto a Arturo Jauretche y Raúl Scalabrini Ortiz la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA) , donde más tarde el naciente justicialismo encontraría su único gran pilar intelectual.
• El 22 de enero de 1944, en el Luna Park, durante un festival a beneficio de las víctimas del inolvidable terremoto en San Juan, Manzi y otro tanguero ilustre, Cátulo Castillo, se acercaron al coronel Juan Domingo Perón para presentarle a una joven actriz de radioteatros: Eva Duarte.
Menudos aportes.
Es cierto: la hiperinflación de Raúl Alfonsín y el helicóptero de Fernando de la Rúa también sumaron lo suyo, aunque más por dimisión que por convicción, a que el peronismo se revitalizara en el centro de la escena cuando moría el siglo XX y, luego, cuando se desperezaba el XXI. Claro que sin aquel glamour ni semejante poesía.
Casi lo mismo, salvando las distancias, podrá decirse del sorpresivo cabeza a cabeza entre los chaqueños Angel Rozas (UCR) y Jorge Milton Capitanich (PJ), que convirtió a este último en impensada estrella electoral de la semana (ver página 18). Si hasta Elisa Carrió, la ex radical que avalaba a una candidata de origen japonés en su provincia, festejó el ahora empantanado batacazo peronista señalando que  “Chaco necesitaba un cambio”.
“Donde me invitan me quedo y donde sobro también”, decía Manzi.
Lo curioso es que los comentarios sobre el festejo de Lilita no surgieron de la Casa Rosada ni del entorno del envalentonado Capitanich, sino de la diáspora de ex radicales que disputan con Carrió un expectante –o al menos elegante– segundo puesto detrás de la alianza entre el kirchnerismo y los Radicales K.
Antes de viajar a Washington, donde también se hace campaña, la misma Carrió volvió a predecir que en octubre “habrá ballottage entre dos mujeres” y agregó que ella está segunda, a más de diez puntos del tercero. Le contestó Gerardo Morales, vice radical de Roberto Lavagna: “Supongo que esos datos no vienen de una encuesta; posiblemente se los dio el ángel Gabriel, que habrá bajado a la Tierra”. Tal vez la ironía de Morales encerraba un deseo bíblico. Cuando el Arcángel Gabriel bajó a la Tierra para anunciarle al anciano Zacarías que tendría un hijo, éste se quedó mudo.
Más allá de los andariveles pretendidamente chistosos por los que transita la pelea mediática para ver quién gana o quién pierde menos en las presidenciales, la derrota de Rozas puso en crisis uno de los principales valuartes que exhibía el radicalismo lavagnista. Para mostrarse más atractivo que la omnipresente Lilita y que el desdibujado Ricardo Hipólito López Murphy –bautizado así en doble homenaje a Balbín e Yrigoyen–, había dicho Morales: “Ellos no tienen la territorialidad que tiene el radicalismo, sin perjuicio de la debilidad de no contar con una dirigencia nacional”. El electorado chaqueño, al menos, parece no haber percibido la utilidad de esas supuestas ventajas.
“Me gusta lo desparejo y no voy por la vereda”, decía Homero Manzi en el arranque de Milonga del 900.
Fuera de las especulaciones, encuestas incluidas, pareciera ser que los únicos radicales –¿o ex radicales?–con potencia de esta etapa son los Radicales K. Así lo indicarían los triunfos provinciales del correntino Arturo Colombi (60,5%), el catamarqueño Eduardo Brizuela del Moral (56,7%) o el rionegrino Miguel Saiz (46,4%). Si a ellos se les suman los éxitos de kirchneristas puros como el entrerriano Sergio Urribarri (47,1%), el sanjuanino José Luis Gioja (60%), el tucumano José Jorge Alperovich (78%) o el chubutense Mario Das Neves (71%), puede entenderse, en parte, la cierta calma con que Néstor y Cristina Kirchner vienen afrontando una campaña teñida por Skanska, el Bolsagate, el Valijagate y los desaguisados del INDEC para tapar la verdadera inflación.
Sólo uno de los tantos radicales y ex radicales que pueblan el universo opositor vendría sacando ventajas. El santacruceño Eduardo Costa tiene serias chances de arrebatarle su propio territorio al matrimonio presidencial. Lo hace sin sobreactuar su radicalismo, ni su antikirchnerismo ni esa especie de sutil “macrismo” recetado por Jaime Durán Barba, el estratega de campaña ecuatoriano que el empresario Costa comparte con el Jefe de Gobierno porteño electo. 
“Descanso cuando ando enfermo y después que me he sanao”, decía Manzi, como afirmando que “hacer la plancha” puede ser una manera muy económica de llegar alto. O existir.