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Una bala de plata oxidada

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Bastó que Luiz Inácio Lula da Silva volviera al primer plano de la escena política para que se pudiera usar su cantinela: nunca antes en este país Brasil vivió momentos tan intensos de república bananera.

La divulgación de la grabación de la conversación entre Lula y la presidenta Dilma Rousseff muestra escenas explícitas de bajezas de parte de quien, aun habiendo dejado la presidencia, tendría la obligación de mantener mínimamente lo que se suele llamar la “majestad del cargo”.
La grabación hace que la crisis que vive el gobierno se instale también en la Corte Suprema. La iniciativa de Dilma de promover un, digamos, “nombramiento exprés” es un claro intento de obstrucción de la Justicia.

No es que Lula, como ministro, gane inmunidad. Pero gana la posibilidad de que la investigación en su contra pase a un escalón superior al juez Sergio Moro, siempre dispuesto a emitir órdenes de prisión contra poderosos del sector público o privado.

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Cualquier acción contra Lula, por lo tanto, tendrá que ser autorizada por la Corte –esa institución que está “totalmente acobardada”, según la evaluación de Lula que surge de las escuchas.

La filtración de las grabaciones anuló el efecto positivo que el gobierno imaginaba haber obtenido con la aceptación de parte de Lula del cargo de jefe de la Casa Civil. Lo que se admitía en el Palacio del Planalto, antes del nombramiento, es que Lula representaba la última carta de la presidenta Dilma para mantenerse en el cargo.

Hoy por hoy, en los cálculos de los oficialistas más fieles, pero no ciegos, el gobierno no dispone de los votos suficientes para bloquear el proceso de impeachment.

Lo relevante en el hecho de que la crisis se instaló también en la Corte es que Lula, como ministro, es la última bala que le queda en el revólver a Dilma para defenderse.

Si es así, la tendencia natural de la Corte es la de funcionar como bombera. O, en términos prácticos, no impedir el nombramiento de Lula, aun si la oposición o la fiscalía recurrieran a ella, alegando tentativa de obstrucción de la Justicia.

Esa tendencia puede, entretanto, ser modificada por el tenor de las declaraciones del ex presidente contra la Corte. Creo que es improbable que los ministros del tribunal lancen una represalia, pero la situación general es de tal confusión, que cualquier previsión es una aventura.

Todo sumado, hemos visto que el día que comenzó con el gobierno convencido de que tenía una buena mano de cartas para salir del encierro, con Lula como ministro, terminó con la supuesta bala de plata oxidada.

*Periodista y columnista de Folha de São Paulo.