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Una de zombis

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De chico me llamaban la atención los juguetes mal terminados. Las dos mitades del molde de plástico mal encastradas porque una tenía un reborde, un excedente; una mitad del camión más finita que la otra; o la pelota con una línea de pegado filosa, mal cortada. El error industrial, la ceguera de la máquina, me inquietaba bastante. Le atribuía humanidad al error, o mejor dicho me extrañaba la cuasi inhumanidad de la fabricación. ¿Cómo alguien podía hacer un juguete con tanto descuido? En ese margen de error de la industria sentía una frialdad cruel, me parecían objetos fabricados por zombis.

Hoy día, me pasa algo parecido con algunos aspectos de la cibernética. La publicidad dirigida y automática por ejemplo. Alguien me avisa por mail que salió una entrevista que me hicieron en la revista ADN. Entonces Gmail me recomienda un test de ADN de paternidad. Laboratorios X, líderes en análisis de paternidad, calidad y calidez. ¡Contáctenos! Le temo un poco a la empatía virtual que busca palabras clave en los textos y genera una publicidad específica para el lector. Hace unos años los diarios online publicaban una noticia policial sobre un cadáver encontrado en Bariloche con los pies amputados. Una de las noticias venía acompañada por una publicidad de un producto para eliminar el pie de atleta. La otra, con una publicidad de una hostería sobre el lago Nahuel Huapi. Los efectos eran extraños, parecían decir: “Curate el pie de atleta, mirá si no lo que le pasó a este muchacho”. Y también: “Escapate un fin de semana largo con tu familia al bosque y encontrá un cadáver mutilado, emoción garantizada”.

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El margen de error del robot tiene resultados monstruosos, y hasta cierto humor involuntario, una especie de neo dadaísmo. El otro día un título de The Guardian decía Phone-hacking scandal could dog the government for months. Apreté el botón de traducir esta página que ofrece Google y el título cambió a Teléfono hackeando el escándalo podría el perro del gobierno por meses. El traductor zombi no me aclaró nada, al contario, me dejó más confundido. La máquina no sabe de sutilezas, de buena terminación, de temas sensibles, de incorrecciones políticas, no sabe traducir los usos poéticos. Incluso, no prevé las distintas asociaciones de la otra lengua. El título del poeta de los esteros y los palmerales correntinos Francisco Madariaga Llegada de un jaguar a la tranquera se convierte, al traducirlo, en Arrival of a Jaguar at the gate, que podría ser un buen título para una película de James Bond.