COLUMNISTAS
papel de la prensa

Una extraña normalidad

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Cifras. “Un gobierno que hizo las cosas mal se encontró con el voto popular adverso”. | cedoc

En su ensayo Defensa del sentido común, el filósofo G.E. Moore va contra el nihilismo y el escepticismo (dos de las características más prominentes del intelectual latinoamericano clásico) y defiende algunas ideas mundanas, instaladas en la cotidianidad, compartidas, pero no por eso menos valiosas y asertivas. Argentina es un país extraño donde pasan cosas que en otros no suceden y no pasan cosas que suceden en todos lados. Por eso, nos hemos vuelto desconfiados hasta de nuestras ideas más sencillas, las que marcan una continuidad entre causa y efecto. En el territorio político electoral nos sucede a menudo que no podemos creer que pasen ciertas cosas y no tengan consecuencias. 

Las elecciones PASO del último domingo fueron, en este sentido, un alivio. El hecho de que sucediera lo que debía suceder nos pone en un sendero de normalidad que muchas veces creemos haber perdido por imperio de la irracionalidad, la sumisión que supone la pobreza y la relación estructural entre empleo público y población económicamente activa. El domingo sucedió que un gobierno que gestionó pésimamente la pandemia, que generó corrupciones cruzadas de todo tipo, que se creyó impune para violar las normas que él mismo decretaba, que hizo perder las esperanzas a mucha gente, que persiguió y violó derechos humanos impunemente, que sometió a los chicos a una insostenible e injustificable perdida de socialización y contenidos negándoles la educación, perdió la elección. 

Un gobierno que hizo las cosas mal se encontró con que el voto popular le fue adverso. Algo totalmente natural y lógico sorprendió a la mayoría y desconcertó y descentró la conversación pública, al menos la dominada por los medios tradicionales.

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Es sin dudas una pregunta válida la que puede hacerse sobre cuál ha sido el papel de la prensa en la naturalización de algunos vectores que parecían validar la ruptura del sentido común. Desde el inicio de la gestión Fernández-Fernández, y seguramente por motivos diferentes, una buena parte de la prensa se dedicó a mostrar una versión moderada del Presidente que no se condice con ningún dato real ni con ningún análisis más o menos serio. El alineamiento automático en medio de la pandemia y la falta de rigor para tratar con los datos científicos fueron usados como excusa para apoyar las medidas restrictivas del Gobierno, y terminaron cerrando un cerco que dio algunos frutos al comienzo pero que empezó a desmoronarse en cuanto se enfrentó diariamente con la realidad de los datos. De no querer terminar como Suecia a querer terminar como Suecia.

En tiempos de hiperconectividad y de sobreinformación, los ciudadanos tienen la posibilidad de acceder a datos, a experiencias y a actitudes que les permiten comparar sin caer en procesos acríticos o en operaciones interesadas. Más allá de las críticas que con justicia pueden hacerse sobre las redes sociales, lo cierto es que estas acercan a mucha gente un caudal de información que, bien curada, genera un espacio alternativo a las narraciones tanto del Gobierno como de la prensa y los intelectuales afines al kirchnerismo. No estoy con esto diciendo que las redes sociales ganaron esta elección, pero desestimar su capacidad de mostrar otras realidades y de armar un clima favorable a la oposición sería cometer un error en términos analíticos.

La elección la pierde el Gobierno y la pierde más contra la realidad que contra la oposición, a la que no hay que restarle mérito en la construcción de su unidad y en su capacidad para interpretar el clima político.

Además de la normalidad, hay más cosas para celebrar. Más allá de las discusiones que nos debemos sobre su calidad y resultados, la democracia argentina es de las más estables de la región y el funcionamiento institucional, gracias a la sociedad civil más activa y a los políticos más receptivos, parece garantizado.

En definitiva, el resultado de las elecciones confirma algo que sabíamos... Argentina tiene capacidad para resistir. Lo que falta probar es que existe algo más que eso, que se puede transformar en esperanza social la capacidad creativa de la política para revertir, con paciencia y constancia, la situación de degradación y decadencia a la que nos somete la sucesión de ciclos populistas.

*Politólogo.