COLUMNISTAS
la seleccion no logra enamorar

Una fiesta postergada

Despues del tiro en el travesaño de Riquelme, en el momento que el equipo marcó su cota mas alta del primer tiempo, la Selección se apagó como el incendio cordobés tras la nevada. Quedó el humito, nada más, de los embates siempre verticales pero solitarios de Messi, alguna filigrana de Román. Aquel tiro tuvo el énfasis del Gobierno en su análisis de los incidentes del tren, pero los minutos que pasaron hasta el cierre del primer tiempo, también abrieron las puertas al desencanto.

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Victor Hugo morales |

Despues del tiro en el travesaño de Riquelme, en el momento que el equipo marcó su cota mas alta del primer tiempo, la Selección se apagó como el incendio cordobés tras la nevada. Quedó el humito, nada más, de los embates siempre verticales pero solitarios de Messi, alguna filigrana de Román. Aquel tiro tuvo el énfasis del Gobierno en su análisis de los incidentes del tren, pero los minutos que pasaron hasta el cierre del primer tiempo, también abrieron las puertas al desencanto.
El público dejó el Monumental sin reproches, si bien los elogios fueron sacrificados al cabo de una producción que sólo entusiasmó al confirmar el carácter del equipo, ése que lo impulsó a superar a los paraguayos durante casi todo el segundo tiempo, cuando con doble desventaja, superó la ausencia del desquiciado Carlitos Tevez, hasta empatar y merecer la victoria. La gente se prepara para confirmar el gran anuncio que significa la mención de los jugadores, pero termina desalentada porque el brillo previsto no aparece.
Basile confirmó su mejor faceta, la del buen observador, y sus cambios acomodaron a la defensa y dieron mayor electricidad al ataque. El segundo tiempo, con el Cata y Agüero en la cancha sumado a que Gerardo Martino, un sabio para hacer valer el carácter comunal del juego, dejó equivocadamente más de la cuenta a Tacuara Cardozo –y Paraguay, así, también tenía “diez”– fue casi todo de Argentina.Hasta que el Tata puso a López por Tacuara y recuperó un cierto protagonismo en el final. El presentimiento de los espectadores y, acaso, el de los jugadores, era que el partido terminaría con una victoria albiceleste. Quizás esa sensación, sostenida por la personalidad una vez más exhibida, fuera la responsable de la aceptación general, sin júbilo pero sin reproches, de la multitud.
Haciendo valer su idea de equipo, Paraguay, con material más modesto en cada puesto, pudo jugar de igual a igual aunque no mereciese el gol casi absurdo de los doce minutos. Y la Selección de Basile, suma de talentos bien dispuestos pero que se manifiestan por separado, debió penar más de lo que cabe concebir cuando se compara la diferencia de jerarquía de las individualidades.
Carrizo por el Pato, lesionado, instala la idea de que los arqueros no serán nunca un problema. Los defensores consagrados abundan. En la mitad de la cancha hay para hacer dulce cuando uno piensa que ayer no estaban Gago, Bataglia, Maxi, Jonas y tantos otros. Hay un solo Riquelme en el mundo y es Román. Messi es el mejor del momento. No hay partido en el que la Argentina no cuente en el concenso mundial con un cierto favoritismo.Sin embargo, el equipo sale a flote por la personalidad de sus jugadores más que por la calidad de su juego.
Cuando Carlitos se olvidó de que es un poco el jugador del pueblo y se dejó dominar por una prematura impotencia, ya la Argentina toda flaqueaba, más que en el juego en el desaire a su potencial. Enamorado de la lucha cuando se torna más salvaje, Tevez, que alguna vez ironiza respecto a las dudas sobre su titularidad en el equipo, despejó el panorama inmediato. Sobre todo si se considera que Agüero empujó con su descaro habitual la magnifica acción urdida por Messi con Riquelme como pivot y estuvo dos veces merodeando otro gol, una vez de cerquita y en otra con la formidable media vuelta que se fue sobre el segundo palo.
Las Eliminatorias son un trámite tan sólo para la Argentina. Lo que perturba no es el resultado que se fue acomodando a los imponderables del juego, y éstos no fueron favorables para la Seleccion albiceleste. Lo que desalienta a veces es esperar una clase magistral y conformarse con el despliegue emocionante de los jugadores revirtiendo trámites que ellos mismos se complican. Los cabezazos de Coloccini y el Cata, las oportunidades que tuvo Agüero, tuvieron una sola réplica de Paraguay con otro buen remate de cabeza de Haedo Valdez. La simple suma de las ocasiones, y un poco menos el despliegue fervoroso de la parte final, evitaron rezongos de la tribuna.
Se debió ganar, pero ¿para cuándo una buena fiesta como la que los formidables apellidos argentinos pueden ofrecer si fuesen tan “equipo” como Paraguay