COLUMNISTAS
ante la ultima carta abierta

Una respuesta infecta escrita desde la cloaca del lenguaje

El escritor Omar Genovese analiza “Los justos”, la última carta de los intelectuales kirchneristas, en la que critican a la prensa y desdeñan las denuncias de corrupción.

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Tan penosa es la factura de “Lo justos” que invoca al viejo dicho “muchas manos en un plato hacen mucho garabato”. Pero supongamos que un solo redactor puso estructura básica a la pieza, y luego “el colectivo” corrigió. Ahora, el conjunto de nociones que los distintos párrafos tratan de hilvanar se convierte en una repetición de dos o tres líneas del discurso oficialista que el aparato mediático afín sabe matizar con nutritivas piezas de pauta publicitaria, las mismas que el jefe de Gabinete repite con furor con evidentes dificultades en la construcción gramatical. Vale decir, el conjunto es autorreferencial y reverencial. Ocurre que el texto, sabiéndose intervenido por lo oficial, se inscribe en el motor de una supuesta “creencia colectiva”, algún “sentido común” y hasta en un fantasmal “núcleo de creencias públicas”, a las que viene a iluminar o corregir, en las secuelas de su incidencia sobre el voto próximo. El ensamble entre la materia lingüística “intelectual” con la doxa de propaganda política resulta forzada, y tal combinación alude a la necesidad intrínseca de demostrar una visión superior o que supera cualquier contradicción en los argumentos (o de los mismos con la realidad, anulando la necesidad de cualquier autocrítica).

Invención. ¿Cómo se manifiesta la apariencia intelectual de “Los justos”? En el sorprendente uso e invención de palabras. En la primera línea introduce el término “deslegitimación”, que no existe en el diccionario de la RAE, y suponemos invoca la acción de deslegitimar. En la línea siguiente se lee: “El estadio siempre presente de lo político”. Estadio define a una etapa o fase de un proceso, desarrollo o transformación, y como “lo político” es una materia en sí, el término a utilizarse debió ser “estado”. En el tercer párrafo, encontramos “ficcionalización” que tampoco existe. Al final del sexto párrafo se lee: “lúmpenes del jet set”, cuando el adjetivo lumpen (que no lleva tilde) proviene de la contracción de lumpenproletariado (acuñada en alemán por Marx y Engels), préstamo léxico que define a la capa social más baja sin conciencia de clase, por tanto, es absurdo que sus miembros formen parte de jet set alguno. Ya en el párrafo diez, se encuentra la inexistente “inabsorbida”. En el párrafo trece, encontramos “denuncismo”, que sí existe, pero en portugués, y que fue utilizada en declaraciones públicas por el ministro De Vido (recomiendo utilizar Google para verificar semejante integración cultural, ¿vamos camino al uso general del portuñol? ¿Será el subsecretario Moreno el docente precursor de tal mixtura?). También “denuncismo” puede aludir a denuncio, que en ingeniería designa a la acción de denunciar una mina, o a la concesión minera solicitada y aún no obtenida; si es así, el interés por la minería a cielo abierto cala profundo en la sintaxis del funcionario. Al inicio del párrafo siguiente, aparece el inexistente adverbio “noveleramente”, que en apariencia proviene de adjetivar con “novelero” (amigo de novedades, ficciones y cuentos) a los paraísos fiscales, cuando la referencia debió ser a “novelesco” (fingido o de pura invención, por ejemplo: historia novelesca). Como gema de estilo con aspiraciones literarias, alcanza con citar la construcción de una metáfora sinestésica de pobreza sublime: “sonora mácula”. Este uso tan particular del lenguaje, incluyendo el tono general de la pieza escrita, puede ser manifestación del trastorno de Asperger, que entre sus síntomas cuenta: “ausencia de utilización del lenguaje con fines comunicacionales, inversión pronominal, discurso pedante, tendencia a inventar palabras, lenguaje idiosincrático, y ecolalia.” De manera preventiva, el grupo redactor debería consultar a un profesional especializado.

Las sorpresas.
Más allá de toda hipótesis, la lectura y desmontaje de las aseveraciones que contiene cada párrafo depara sorpresas, confirmando algo más que un desorden expresivo. Aparece aquí el fanatismo tribal, que de tan lúgubre resulta oscuro. Siguiendo la secuencia “de las cloacas del lenguaje se extraen los argumentos”, adjudica al emisor de una crítica, denuncia o al disentir político-ideológico un origen subterráneo, invocando la figura que desde lo profundo de la tierra adviene el mal, la perversión que ataca al sentido común. (¿Qué será? ¿Dónde se aloja? ¿Qué percibimos con dicho sentido?) ¿No es esto acudir a un imaginario animista? Luego aparece: “Quieren sembrar la duda en el interior de la sociedad. Buscan emponzoñar una realidad...”. La primera oración nos remite a un valor intelectual de la política argentina que ya ocupa el indeleble registro del mármol, Aldo Rico, quien enunciara: “la duda es la jactancia de los intelectuales”. Vale decir, el grupo de intelectuales autoconvocados acusa a los que usan palabras, que pueden ser los medios “hegemónicos” o cualquier disidente (las palabras son de uso libre y no reconocen dueños como las marcas), de generar dudas y que dudar es indebido, porque eso trae como secuela envenenar la realidad. Aquí es evidente que lo primitivo anida con furor: la palabra usada por el otro convoca a un ente maligno y tiene el poder mágico de alterar “lo que es efectivo o tiene valor práctico, en contraposición con lo fantástico e ilusorio”, que es el significado de realidad. ¿O se trata de alquimia? ¿Será el arma secreta de efectos económicos que convertirá los arenales patrios en polvo de oro? ¿Estamos ante el uso de la brujería de López Rega? Pero basta de dudar, no hay nada de qué jactarse.

Por una cuestión de espacio, la cita de algunas frases finales resulta indispensable (sí, deben ser sacadas de contexto, de entre esa especie de suero de propaganda oficial). Más si tratan algo aterrador como la muerte. Al referirse a la tragedia de Once (que produjo 52 muertos), dice de las víctimas que sufrieron una “muerte absurda”. Alto. ¿Morir abandonado en un geriátrico es una muerte absurda? ¿Morir de hambre en los brazos de la madre en la selva chaqueña también lo es? O todas las muertes son absurdas o ninguna lo es. Pero en esta cadena de responsabilidades coincidentes en una masacre no hay implicados absurdos, sino intencionales por falta u omisión, por desidia o inoperancia, y por codicia, también... Por eso llama la atención que cuestionen el razonamiento “la corrupción mata”, señalando que sí, es una verdad fundamental, pero abstracta. ¿Abstracto es el número 52 seguido de la palabra muertos? Supongamos un experimento teórico: la reconstrucción del suceso. Se estrella una formación ferroviaria en el mismo lugar y condiciones, mientras en el primer vagón viajan todos los integrantes de Carta Abierta. Al momento del impacto, ¿sobrevivirán todos mientras gritan “verdad fundamental abstracta”?

Hay otras joyas engalanadas, pero, a manera de cierre, alcanza con una más, de todas formas, invito al lector que lea “Los justos” con atención y encuentre sus propias alarmas. Párrafo catorce, refiriéndose a las “falencias en el debate público son evidentes –sólo pensar en el nombre de la etnia qom basta para ejemplificar muchos otros casos–”. Alto de nuevo. Primero: etnia qom, así, en minúsculas iniciales, es despectivo (a pocas líneas, Batman o Gobierno parecen tener mayor entidad caligráfica). Y el término “etnia”, que no es apropiado, pues refleja la inexistente esencialidad de “raza”, autorizando el etnocentrismo, la xenofobia, el racismo y, tras ellos, la promoción de la dominación y el genocidio, como ocurre con el Pueblo Qom bajo este gobierno, no otro... Ah, se olvidaron de mencionar a Julio López, ¿dónde está? ¿Y Luciano Arruga?

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*Escritor.