COLUMNISTAS
el dobles pudo ganar la serie

Una victoria que vale mucho más de lo que se ve en la superficie

La información fría destaca que Argentina liquidó la serie ante Rumania y consiguió el pase a cuartos de final. Es decir, que cumplió con el objetivo de mínima previsto. Sin embargo, por los vaivenes emocionales del viernes y, también, por el simple hecho de seguir de pie en la elite del tenis mundial, el valor del triunfo no se debería desmerecer.

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Sólo se trata de poner las cosas en su justa dimensión. Sólo entonces será posible darle el real valor a esta sana costumbre que tiene el equipo argentino de convertir los domingos de Copa Davis en casa, en una mañana de tenis en ojotas.
Por un lado, no será desde estas líneas que se magnifique el peso específico de un rival como Rumania: aquí mismo, hace una semana, se dejó bien en claro que un equipo que tiene a Victor Hanescu como estandarte y único jugador de jerarquía internacional bien podía perder contra un equipo argentino que prescindiera de todos sus titulares de hoy, más Juan Martín Del Potro, Carlos Berlocq y hasta algún otro. Por cierto, Hanescu mismo es poco más que un aceptable merodeador del lote de los 50 primeros del ranking con algunas buenas historias para contar de sus viajes por Roland Garros.

Sin embargo, hay historias lejanas, intermedias y recientes que obligan a reubicar a esta serie ya sentenciada a favor de la Argentina entre las buenas experiencias coperas de nuestros tiempos.
Por un lado, ni aun en tiempos de Guillermo Vilas y de José Luis Clerc la Argentina estaba considerada como un habitué del lote de cuartos de final del torneo. Es más, sin ellos dos juntos, jugamos algún repechaje y hasta descendimos. Con este dato viajamos hasta principios de los 80.

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Por otro lado, la Argentina estuvo más de una década sin jugar en el Grupo Mundial, perdiendo últimas ruedas de ascenso ante rivales modestos –México o Canadá, por ejemplo– y hasta teniendo que jugar la chance de evitar bajar a la primera C: fue ante Colombia en la pequeña cancha de Mayling Club de Campo, ya que el Buenos Aires quedaba enorme para la flaca expectativa que se generaba. Con este dato, viajamos a lo largo de la década del 90.
Finalmente, en el mismísimo momento en que se tuvo el primer indicio de que David Nalbandian estaba inevitablemente expuesto a jugar un partido atípico y dramático ante un rival de baja monta como Ungur, supimos que esta serie ante Rumania podía tener alguna pesadilla escondida. Porque a la hernia deportiva que condicionó la presencia del cordobés desde después de su derrota con Tommy Robredo en el ATP se le sumó una lesión muscular cerca de la zona que comenzó a molestarle alrededor del cuarto game del primer set del primer singles del viernes. De pronto, el as de espadas, ése que es hoy uno de los más grandes jugadores de Copa Davis del planeta, dejaba de jugar ante un rival que está casi fuera de los 200 mejores del mundo para empezar a enfrentarse con su propio cuerpo.

Nalbandian juega demasiado bien al tenis. Y tiene la obsesión de no retirarse antes de ganar la Copa Davis. Y lo menciono, no porque David tenga previsto retirarse en el corto plazo, sino para que se entienda que, si le dejaran un sólo partido más para ganar en su vida, el querría que ese encuentro fuese el de la final de la Copa. Sólo por esto sacó adelante un partido con algo de épica y con un llanto incontenible después del final. Con semejante esfuerzo, Nalbandian no sólo puso 1 a 0 al equipo, sino que dejó un enorme signo de interrogación respecto del futuro inmediato de su salud deportiva. Que Nalbandian hubiese tenido que abandonar el partido fue una sensación que sobrevoló el estadio durante más de una hora y media. Con este dato, viajamos apenas 48 horas en el tiempo.

Y podríamos sumar la enorme respuesta de Pico Mónaco, que se dio uno de los grandes gustos de su carrera al ganar el match más duro de la serie y que tuvo que parirla cuando Hanescu le clavó un 6 a 1 lapidario para dejar el partido en set iguales. Juan, otro de esos que muere por jugar la Davis y que tantas veces se desborda de tanto entusiasmo, terminó siendo un verdadero ejemplo de disciplina estratégica y liquidó la lucha perdiendo apenas un par de games en todo el resto del choque. La Davis le devolvió la sonrisa después de haberlo hecho sufrir tanto con partidos perdidos fuera de casa y en superficies hostiles. Sin embargo, cuando Pico se fue a la silla set iguales, nadie podía imaginar jamás un domingo de relleno.

Finalmente, el dobles. Cautelosos hasta la sobredimensión, muchos hablamos de la pareja rumana como si se tratase de una versión tenística del impenetrable del Chaco. El impenetrable, al final, fue el rosarino Eduardo Schwank, quien tuvo un par de baches en algunos games de saque, pero que en líneas generales jugó un partido excepcional de punta a punta. Juan Ignacio Chela, con más vaivenes y mucho menos oficio de doblista, justificó la estrategia argentina haciendo un aporte invalorable en los cruces de fondo de cancha y también en algunas devoluciones.

Lo de Chela sonó parecido a lo de Mónaco: la Davis le devolvió, en el Parque Roca, la sonrisa que tantas veces le robó lejos de casa. De todos modos, nadie sabrá jamás qué historia se hubiese escrito si se dejaba escapar un segundo set que se ganó después (y sólo después) de perder cinco set-points.
En definitiva, sabemos que se ganó. Y muy bien. Y que, muy probablemente, en julio, recibamos a Thomas Berdych y sus amigos. Una serie sustancialmente más dura que la que acabamos de superar. Pero dicen que en julio, si todos están sanos, la Argentina sumaria a Del Potro al equipo. Entonces, ya el problema pasaría a ser de los checos.

Mientras tanto, celebremos estar por décimo año consecutivo en los cuartos de final de la Davis. Sólo aquellos que hace no demasiado sufrimos desde la tribuna o delante de un micrófono por no descender a los infiernos de la Copa sabemos lo importante que es esto que se sigue logrando. Aunque ganarla siga siendo, por ahora, una mezcla de maleficio con sueño obsesivo.