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DESDE LA OTRA ORILLA

Uruguay: una transición ejemplar

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La finalización de un mandato presidencial promueve la realización de balances de diferentes tipos, pero que en su gran mayoría señalan los logros y las faltas en la obra de gobierno. La conclusión del mandato de José “Pepe” Mujica en Uruguay no está exenta de este tipo de valoración, que lleva a conclusiones contrapuestas, pero cualquiera sea el resultado que arroje no se puede eludir el legado simbólico que deja a su país este jefe de Estado.
Su personalidad y su modo de ejercicio de la primera magistratura en el sistema político uruguayo se destacaron internacionalmente por su singularidad y coherencia. En una época de democracias cuestionadas por el atentado que significan contra sus principios los actos de corrupción y los privilegios de los funcionarios políticos, su práctica serena de la austeridad republicana y la cohesión entre conducta y discurso sobresalieron y despertaron atención mundial.

Sin la grandilocuencia ni el lenguaje tecnocrático que caracterizan los mensajes de la mayoría de los líderes contemporáneos, Mujica comunica su pensamiento político con estilo escueto y comprensible, sin fuegos de artificio ni inflexiones y ademanes impostados, despertando la convicción de que no hay detrás de él ventrilocuos ni asesores de imagen que dicten sus palabras e impriman el ritmo de sus movimientos.
 No convierte en extravagancia banal las peculiares características de su personalidad, ni insufla “ethos heroico” a su auténtico y comprobable pasado revolucionario. Habla con la sencillez de quien sabe que si se piensa claro, se escribe y habla claro.
Ningún esfuerzo por despertar la simpatía de sus ocasionales interlocutores parece moverlo. Esto es fácil comprobarlo porque quien transita por la ciudad puede encontrarlo en cualquier esquina, sin acompañamiento ni aplaudidores profesionales. También transmite en actos más que en palabras el sentimiento por el dolor del otro y la valoración por las simples cosas de la vida.

A estas condiciones personales también agregó la osadía de encarnar y llevar adelante la conquista de la agenda de derechos que hoy es bandera de los movimientos sociales progresistas en el mundo democrático, aunque muchos de esos objetivos no estaban en el centro del ideario de su lucha juvenil. Matrimonio igualitario, despenalización del aborto, medidas para la igualdad de las minorías afrodescendientes, legalización y control estatal del cultivo y consumo de marihuana son algunos de las controvertidos logros de su gestión, a los que se arribó luego de democráticos debates.
El domingo 1º de marzo entregó la banda presidencial a quien se la había colocado cinco años antes. Tabaré Vázquez asume el tercer gobierno consecutivo del Frente Amplio, con personalidad y liderazgo propio, diferente del de su antecesor. En un sorprendente y sereno discurso en el Parlamento dio lección de los principios artiguistas que fundaron la república uruguaya y su vigencia en el Uruguay de hoy.

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En un palco especial, los tres presidentes que antecedieron a los del Frente fueron saludados por el nuevo mandatario y aplaudidos por la concurrencia, mayoritariamente oficialista. Era el 30º aniversario del primer gobierno que sucedió a la dictadura y el presidente entrante tuvo una especial mención a esa fecha y a la persona de Julio María Sanguinetti, quien tuvo que asumir la responsabilidad de ese gobierno de la transición, y como ahora Vázquez cumpliera un segundo mandato, un respetuoso aplauso también saludó a su persona.
Un emotivo traslado en un viejo auto permitió que la gente reunida espontáneamente saludara a sus nuevos mandatarios y despidiera en la Plaza de la República al presidente saliente.

Por la noche, a través de la cadena nacional, Tabaré Vázquez anunció los planes concretos de su gobierno ya iniciado, en tono sereno, sin triunfalismos ni frases grandilocuentes. Puso énfasis en la educación y la cultura del trabajo, anunció medidas concretas y hasta invitó a los organismos de derechos humanos a mejorar la propuesta que anunciaba referida a la memoria y la justicia por los crímenes de la dictadura.
Tabaré Vázquez enfrenta el desafío de satisfacer las expectativas de su pueblo y superar los logros de los gobiernos del Frente. Pero por los aportes de su primer gobierno al desarrollo social y por la visibilidad de la austera figura de Mujica, que  puso al país en el centro de atención internacional, recibe un original y desafiante legado: muchas personas en el mundo desean que sus democracias se parezcan a la de Uruguay.

*Profesor de Derecho Constitucional y Derechos Culturales. Reside en Montevideo.