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opinión

Veinte años de cine

Película sobre artistas que viven a contramano de su medio, sobre personas que han sufrido por su sensibilidad, poblada de misterios.

06-11-2021-logo-perfil
. | Cedoc Perfil

En 2002 conocí al director coreano Hong Sang-soo. Fue en el festival de Busan, que entonces se llamaba Pusan. El lugar donde nació mi abuelo se llamaba Deva, pero ahora se llama Deba, un detalle que no tiene nada que ver con esta historia, porque no creo que haya vascos en Corea. Me acuerdo muy bien de esa noche, que fue la de la inauguración del festival. Yo había quedado muy impresionado en el Festival de Cannes de 2000 por Virgin Stripped Bare by Her Bachelors, su tercer largometraje (no había visto los dos primeros ni sabía que el título estaba inspirado en Marcel Duchamp). Cuando nos presentaron, le dije que me había gustado mucho la película y Hong me preguntó por qué. Entonces balbuceé algunas explicaciones que no lo convencieron para nada, pero se mostró muy amable y no hubo repreguntas. 

Veinte años después, me tocó ver en pantalla chica The Novelist’s Film, el largo número veintisiete de Hong, que se estrenó en el último festival de Berlín. Si yo la hubiera conocido en 2002, tal vez mi respuesta a la pregunta del director habría sido más convincente. Vi casi todas sus películas y Hong me parece el director más importante de este siglo. Aunque The Novelist’s Film podría servir también para explicar que esa calificación no tiene ninguna importancia porque en la valoración del cine se debe aplicar una estrategia que alguna vez se le ocurrió a Godard, quien en el mismo año dijo que tres películas eran las mejores de la historia del cine. 

La boutade contribuye a impugnar esos rankings que tanto les gustan a los cinéfilos y que cada día me tienen más podrido porque el arte, cuando es auténtico, se satisface con su propia consistencia. Pero en esta película, Hong da a entender por medio de uno de los personajes, justamente la novelista del título, que lo importante en el cine es la verdad de los personajes, pero no en relación con la historia, que tiene poca importancia y puede ser cualquiera, ni con la fotografía, sino con cierta cualidad ontológica a la que la literatura no puede acceder. 

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En estos veinte años, Hong envejeció con gloria y dejó una obra espléndida en la que la verdad, la verdad de las personas y las cosas, la verdad de la sociedad coreana y del mundo del arte quedan expuestas sin retórica, con el humor y el ingenio propios de un escritor genial de guiones que resultan simples, intrincados e inseparables de su realización en la pantalla. Hace unos años, el cineasta se enamoró de Kim Min-hee, la bellísima actriz a la que su relación con él, un hombre casado, le valió el repudio nacional y así dejó de ser una estrella para convertirse en musa: el deslumbramiento con el que Hong la filma recuerda a Godard con Anna Karina, a Antonioni con Mónica Vitti o a Bergman con Harriet Andersson, aunque aquí el amor es aun más explícito. Película sobre artistas que viven a contramano de su medio, sobre personas que han sufrido por su sensibilidad, poblada de misterios, fantasmas y sorpresas, The Novelist’s Film me permitió comprobar además que, en estos años, los cineastas coreanos han dejado de beber soju y se han pasado al makkoli, un vino de arroz espeso que tradicionalmente tomaban los campesinos, cuyas botellas blancas y opacas son más grandes y menos fotogénicas que las verdes y transparentes que veíamos en las primeras películas de Hong.