El kirchnerismo enfrenta en la campaña un obstáculo, en apariencias, imprevisto.Cómo disimular que la búsqueda de una victoria electoral de Alberto Fernández y Axel Kicillof son metas a alcanzar de manera indirecta, por una estrategia diseñada con la prioridad de fortalecer a Cristina y Máximo Kirchner ante una eventual derrota del Frente de Todos. La percepción de esa brecha despierta un optimismo algo inexplicable en Juntos por el Cambio: un resultado favorable depende, hasta ahora, en exceso del comportamiento de la oposición.
Es probable que el rumbo elegido sea una explicación a la irritación de Fernández. Pero particularmente del fastidio que irradia el candidato a gobernador bonaerense, confinado a una participación opaca por el despliegue del hijo de la ex presidenta. Con el argumento válido de vigilar a los intendentes cuyo desempeño en la fiscalización de los comicios acumula sospechas de 2015, Máximo monopoliza el contacto con los jefes políticos del Gran Buenos Aires.
Acaso sirva de curiosa desmentida a que el ex ministro de Economía prevea algún tipo de control extraordinario a las administraciones municipales si es elegido. Desde el Congreso y la Legislatura bonaerense, Máximo y su madre se proponen ser la válvula que regule la posibilidad de esos procesos con el auxilio de La Cámpora. La buena conducta en el pasado gobierno de Cristina no le serviría de garantía a futuro a Kicillof: esa intermediación está dispuesta para facilitar su tutela que incluye evitar cualquier tipo de empatía con los intendentes.
Probablemente sea responsabilidad de los consejos de Alberto, quien lo puso en contacto con un viejo amigo de aquella época: Daniel Scioli. Y le propuso hacerlo con Felipe Solá.
Instrumental. Ocurrirá al regreso del viaje que compartirá con el ex jefe del Gabinete a México para verse con el presidente Andrés Manuel López Obrador. Fernández, Solá y Kicillof habían retomado contacto formal el año pasado a través del Instituto Patria.
En la peculiar nomenclatura de Máximo, Wado de Pedro y Andrés Larroque, los tres son instrumentos. Para Axel, la inclusión definitiva en esa categoría es un descubrimiento reciente que ayuda a comprender el acercamiento con sus compañeros de renglón. No está claro si allí se sabe inscripto Sergio Massa. Negoció la incorporación de candidatos propios a las listas con Máximo. Tal vez la visita del 9 de Julio a Necochea le haya dado algún indicio.
Con Fernández y Kicillof, Massa viajó a respaldar la reelección de Facundo López, intendente del Frente Renovador. En esa localidad balnearia Camilio Municoy promueve en las redes sociales el corte de boleta contra López. Como parte de los acuerdos de su alianza, Massa negoció que no haya PASO contra intendentes de su fuerza. Municoy es delegado local de La Cámpora y alentaba la candidatura de su esposa, la concejal Paula Cáceres.
Después de Mar del Plata (567 mil) y Tandil (108 mil), Necochea es la concentración de electores más grande de la Quinta Sección, con 80 mil votos. El resultado de esa región y en La Plata (572 mil) le permitió a María Eugenia Vidal compensar los magros resultados en La Matanza (1.087.000) en 2015 y 2017. En Mar del Plata, Máximo decidió que María Fernanda Raverta compita por la intendencia, pero sin aliarse con Gustavo Pulti, ex jefe comunal ligado a Scioli y que coqueteó con Massa.
Como Mayra Mendoza, Raverta finaliza su mandato de diputada este año. Mendoza competirá en Quilmes (483 mil) contra el intendente Martiniano Molina. Igual que el senador provincial Santiago Carrera y los diputados Juan Manuel Pignocco y Miguel Funes, ligados a lo que la cúpula de La Cámpora interpreta como una disidencia interna sin lugar para la renovación de mandatos de la que ninguno de ellos gozará: haber pertenecido al sector alineado con José Ottavis.
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Massa no pudo sostener que Ottavis renueve su banca. La incondicionalidad fue un requisito insalvable. Alberto insiste en calificarla de interpretación malintencionada. En una coincidencia indirecta, Máximo pidió a Vidal que cese la campaña sucia que le atribuye al asegurar lo que nadie niega en su espacio. Sería quien gobernase, si Kicillof ganara. Con esa premisa, los intendentes extreman los cuidados en el trato con el hijo de la ex presidenta, al que hicieron llover críticas sobre la orientación de la campaña de Kicillof.
Futurismo. Sin que esté resuelto quién gobernará desde el 10 de diciembre, el candidato kirchnerista es el campo de batalla neutral elegido por los alcaldes y La Cámpora para librar una batalla futurista: quién aspirará al cargo en 2023. Eso se disputa en las elecciones del 2019. Y es el motivo de la gira de la última semana de Máximo, en Avellaneda con el intendente Jorge Ferraresi y en Lomas de Zamora con Martín Insaurralde.
Instó a obtener 230 mil votos. Un récord al que Insaurralde ni siquiera se acercó en la histórica elección del 2011 con casi el 67 por ciento de los votos (215 mil). En las tres posteriores promedió 175 mil sobre un total de 530 mil. Con un resultado apretado en la Primera Sección donde hace dos años Cambiemos mejoró en 200 mil votos la de 2015 y la desaparición de la boleta de Massa, es probable que el kirchnerismo prevea allí un resultado desfavorable.
Lo que obliga a mejorar el casi millón y medio de votos en la Tercera Sección del 2017: el oficialismo logró 200 mil más que en 2015. Entre las dos regiones suman dos tercios de electores provinciales.
El pedido de Máximo suena extraño. Supondría alentar a Insaurralde a tener una posición que podría perjudicarlo más adelante. El intendente de Lomas de Zamora ejerce liderazgo sobre los de Cañuelas, Florencio Varela, Almirante Brown, Esteban Echeverría, Ituzaingó y el partido de la Costa. Y hasta hace poco en los de San Martín y Hurlingham, Gabriel Katopodis y Juan Zabaleta, primeros en alentar su candidatura a gobernador.
Pero eso fue antes que a Alberto lo nominasen a la de Presidente. Ahora colaboran con él para consolidar una base propia bonaerense. ¿Incluirá el voto por Axel? ¿O persiguen una alianza de Alberto e Insaurralde? Son algunos de las incertidumbres que la oposición está descubriendo en la campaña: la desconfianza de Máximo con Insaurralde es de vieja data.