Alberto Fernández y Axel Kicillof necesitan convencer al peronismo de que serán los que tomen decisiones y no Cristina a través de ellos. Si lo logran, tendrían que sortear una dificultad adicional. Persuadirlo de que transitarán hacia un liderazgo más horizontal que el de la ex presidenta. Para eso, deberían renunciar a la tentación de un nuevo mandato si fuesen elegidos presidente y gobernador. La candidata a vicepresidenta del Frente de Todos no hizo mucho para ayudarlos.
Su hijo Máximo seleccionó solo incondicionales para representar al kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires. La influencia relativa de La Cámpora fuera de esa jurisdicción facilita a Alberto el diálogo con los gobernadores del PJ. La noche del 2, delineó con Omar Perotti y Carlos Caserio el encuentro del 4. Por cuestiones del traspaso de mando, el electo gobernador de Santa Fe no estuvo allí.
Antes de verse ese día con el bloque de senadores peronistas que conduce, el cordobés lo introdujo en una cuestión que hace inviable la fusión con el que controla Cristina. El de Caserio refleja el interés de los gobernadores. El otro, solo el de la ex presidenta. Ni siquiera la sorda batalla que libra contra los intendentes del Conurbano modifica la percepción de los gobernadores sobre la endogamia de la política bonaerense.
Sin embargo, lo que está ocurriendo allí es de relieve en una campaña compleja. Excepto en Jujuy, Cristina supera el 60% de imagen positiva en el NOA. El total de electores en las provincias de la región representan al 26% del país. Un fenómeno que se repite en el centro y la Patagonia (6%). Se prevé una elección pareja en Mendoza que no compensaría el resultado negativo que se aguarda en Córdoba.
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Al antikirchnerismo mediterráneo se añadirá otro fenómeno autóctono. El Frente de Todos tendrá una lista de diputados nacionales distinta a la del peronismo que competirá sin fórmula presidencial. Perotti también tiene alguna reserva con Santa Fe. ¿Repetirá el resultado que logró sin polarizar con el socialismo? El 16 de junio venció a Antonio Bonfatti. En la gestión del ex gobernador se inició la guerra de bandas narcos que explica el crecimiento exponencial de la tasa de criminalidad en esa provincia.
Incierto. Alberto está seguro de vencer a Mauricio Macri en la provincia de Buenos Aires. Pero duda de que Axel Kicillof lo haga con María Eugenia Vidal. La mayoría de los intendentes del Conurbano está más a gusto con la gobernadora que con el candidato del Frente de Todos. La reunión del 4 en La Plata a la que asistió fue una imposición de ellos. También estuvo Sergio Massa, enemistado con los acaldes por el cierre de listas. Gabriel Katopodis y Juan Zabaleta son una excepción y los que más hicieron para acercarlo a Cristina.
Es curioso. Los intendentes de San Martín y de Hurlingham son delegados de Alberto frente al resto de sus pares. Pero Fernández desconfía de Massa. Especula que, si ganase, podría activarse el supuesto acuerdo secreto con Máximo para condicionarlo desde la Provincia ¿Por eso comisionó a Felipe Solá para recorrerla y sumar excluidos de candidaturas? ¿Teme que esa misión no sea resuelta por Fernando “el Chino” Navarro, al que también se la encomendó?
Hay otras situaciones delicadas. Si Martín Insaurralde no abjura de hacer campaña sin Kicillof, Fernando Espinoza va más lejos. En la suya no están los candidatos a presidente ni a gobernador. Raúl Magario cree que trata de perjudicar a la compañera de fórmula: su hija e intendente, Verónica, la integra en calidad de vice.
Espinoza no quería competir para sucederla y, en cambio, sí para hacerlo contra Vidal. Igual que Insaurralde. ¿O el proselitismo de ambos en 2019 es una proyección de sus ambiciones hacia 2023?
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En su visita a La Plata, Kicillof dijo que el tema de la unidad estaba saldado con los alcaldes. Uno de ellos estima que la sesión de fotos posterior fue reveladora de la desorganización imperante. “Había tantos fotógrafos como intendentes”, confió. Y añadió: “Al incendio de los pibes en la Provincia corresponderá una zona liberada para las elecciones”. Es decir: al comportamiento de La Cámpora con el cierre de listas, sobrevendría el corte de boleta. En las elecciones de 2015, la categoría a gobernador registró casi un millón de votos en blanco.
Máximo visitó ayer Lomas de Zamora para compartir en Temperley una jornada de capacitación con 1.500 fiscales de mesa enrolados con Insaurralde. Para confeccionar las listas locales, el intendente replicó el método drástico de La Cámpora con los jefes comunales. Ni uno de los 24 cargos electivos entre titulares y suplentes fue para algún representante de Federico Otermín, su asistente de prensa y diputado provincial.
Tentación. Otermín fue tentado por Máximo para presidir la Cámara de Diputados en la Legislatura bonaerense si ganase Kicillof.
El diálogo habría incluido a Juan Pablo Peredo, vocal del Tribunal de Cuentas con pasado en la industria del juego. Desde ese universo notificaron a Insaurralde de las conversaciones. En las habladurías, el contacto con esa actividad fue decisivo para su ascenso en el escalafón de la política.
Peredo designó a Pablo De Rosa con el rango de secretario en ese Tribunal, en medio de una polémica con la Asociación de Personal de Organismos de Control (APOC) por la postergación que ese y otros nombramientos suponen para el personal de carrera. De Rosa es ex secretario de Obras Públicas de Insaurralde y es del grupo de ocho funcionarios actuales y desafectados del municipio que investiga el ministerio
Público bonaerense. Mantiene una estrecha relación de afinidad con Héctor Corrado, secretario de Seguridad que promete alejarse del cargo a fin de año para convertirse en asesor de Cristian Ritondo en la Cámara de Diputados. Si Vidal fuese reelecta, Ritondo aspira a presidirla y desde allí prepararse a competir para sucederla en 2023.
Corrado quedó esta semana en el ojo de la tormenta con la asociación civil Fuente Ovejuna que le reclama mayor actividad en el acomodado Barrio Inglés de Temperley. Allí se registraron esta semana tres robos violentos en la vía pública. Corrado vive en el Barrio Inglés. En el imaginario de los intendentes, Kicillof es una figura irritante para los sectores medios y colaboraría a enemistarlos con ellos. Un chivo expiatorio a la medida de ese malestar.