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princesa con aspiraciones de trono

Vidalita

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Ayer, con Lousteau. Vidal cubre su temperamento con el manto de la femeneidad y lleva ventaja. | gza. JXC

Dejemos por un rato que el tema de las Malvinas descansen en su contenciosa nube austral. Mucho ha cambiado en Argentina. Hace dos décadas, el nombramiento de un ministro de Defensa no habría pasado a segunda o tercera páginas. Con optimismo, el hecho puede atribuirse a la normalización de las relaciones entre el poder político y las Fuerzas Armadas. Las mujeres no han sido menos importantes para los visibles cambios. en los que Vidal mostró su imagen serena, que arrastra muchos votos. Por su lado, el presidente Alberto puede declararse revolucionario sin temor a que, horas después, dos o tres jefes militares lleguen a pedirle explicaciones. Esos hipotéticos jefes no existen porque los militares entrenados en discurso político saben bien que lo de Alberto fue una hiperbólica ilusión sin consecuencias.

El tema de las Malvinas que nos llevó a revisitar el patriotismo y, de paso, le permitió al gobierno seguir en silencio sobre la represión en Cuba y Nicaragua. Alberto Fernández, habitualmente locuaz, sobre esto se calla la boca. Los argentinos que vivimos durante la dictadura militar sabemos el dolor y la ofensa que significó el silencio de Cuba sobre los asesinatos y las desapariciones de aquellos años. No hagamos lo mismo, señor Presidente, no le haga caso a su vice: si la Argentina habla, quedará del lado de Michelle Bachelet, no del tercermundismo trucho de Cristina Kirchner, que usa a Cuba como lugar de reposo de su hija y de inspiración para un discurso con toques antimperialistas.

Pocos parecen preocuparse por esos lejanos países de América Central. Estamos concentrados en lo nuestro y los políticos parecen creer que las relaciones de la Argentina con el mundo son cosa de especialistas. Se han podado los temas. Cinco páginas para el pase de Messi al PSG en todos los diarios y listo.

Lejos del pasado, viva el presente. En Occidente, hubo maestros en trazar retratos de los políticos, los príncipes, los aspirantes, los fracasados. Si existieran hoy grandes escritores como Maquiavelo, Michelet o Sarmiento, estarían ocupados en el retrato de algunas mujeres. La talentosa Angela Merkel, eje fundamental de la política europea, por ejemplo.

Vidal está anotada en la carrera criolla de celebridades, con una trascendencia más reducida, acorde con sus intereses y conocimientos. La beneficia el actual estilo de no olvidar jamás a una mujer si estuvo presente en el escenario de la noticia, Vidal le está mordiendo los talones a Cristina. Si sigue corriendo a esta velocidad, alcanzará un cabeza a cabeza. Lograrlo no depende de sus cualidades, sino de cómo anden las relaciones entre la prensa y las campañas electorales.

Por lo que se ve en estos meses anteriores a las elecciones de medio término, Vidal tiene rating. Habla siempre para los niveles culturales más incipientes con las frases más sencillas. Y no plantea disyuntivas. Su spot televisivo reza “es lado a lado”, una versión levemente modificada de “codo a codo”. Esto la diferencia de Carrió.                                   

Las mujeres nos estamos vengando de que nos tuvieran en menos y, como podría decirse en términos de la Bolsa de Valores, hoy ser mujer es un activo que cotiza alto. Valieron los sacrificios para que una vidalita suene en todas las frecuencias hasta el exceso.

Vidal tiene rating: habla siempre para los niveles culturales más incipientes con las frases más sencillas

Vidal tiene todo lo necesario. Su dulce sonrisa, que prodiga en las vueltas por el Conurbano, se combina con un carácter fuerte que nunca cae en la tentación de exhibir, como lo exhiben Carrió y Cristina. Aunque no sea imitable, Vidal parece imitable. Esto podría lograrlo cualquiera con la ayuda de los asesores de discurso. No los necesita mucho porque ella sola incurre en los más convincentes lugares comunes. Por ejemplo: “los hechos valen más que las palabras”, frase que no es original pero que todos entienden y, por eso, figura en sus reportajes. Vidal busca asegurarse que su discurso nunca flote por encima de sus oyentes. No quiere mostrarse más inteligente sino igual a todos.

Es la líder de lo que en los años 30 se llamó en Italia l`uomo qualunque y hoy traducimos “cualquier mujer u hombre”. A quien le venga a la cabeza la palabra cualquierismo, mejor que la reprima porque sería juzgado envidioso o arrogante.

Cualquiera. Vidal ahora está trabajando para “ver cuál es la mejor oferta que podemos hacerle a la gente”. Encantadora respuesta a una pregunta política sobre la posibilidad de un acuerdo entre Jorge Macri, Larreta y Santilli. Seriamente, Vidal sabe cantar algo que no significa nada. Falta muy poco para las elecciones de medio término y ella no dice que tiene tal propuesta sino que trabaja para ver si se le ocurre algo. Y tiene razón porque sus votantes y posibles votantes tampoco están esperando un laborioso programa, sino la simpleza de una política que se esfuerza por parecer igual a ellos, a quienes imagina ganar con sencillez y cálida cortesía.

Lo que le costó decidir a Vidal fue el territorio donde hará su oferta, ya que el alma estuvo dividida entre la provincia, que tanto amaba, y la ciudad de Buenos Aires, a la que finalmente eligió. Esta movilidad hace que políticos como Berni parezcan sólidos y coherentes. Dijo en un último reportaje que milita con CFK hace más de treinta años. Ese récord de permanencia, de ser aceptado en las olimpíadas políticas, merece sin duda el oro.

Claro que la simpleza de Vidal oculta su dureza. Les temo más a esos simples que a los inteligentes. Los blandos cabellos de Vidal cubren un casco de fierro.

Mientras tanto en el espacio de Juntos por el Cambio, donde Vidal es princesa con aspiraciones al trono, hay varios que con otros estilos quieren entrar en la competencia. El estilo que polariza con el de Vidal es el de Patricia Bullrich: dura, decidida, cree saber lo que necesita la gente cuyo voto ella necesita. Le gusta aparecer con ropa que recuerda un uniforme y fotografiarse a caballo. No es la paisanita que brinda un cimarrón, como dice el tango criollo de Villoldo y Saborido, sino la mujer que puede acompañar a su gaucho y, en cuanto este se descuide, reemplazarlo.

Los sociólogos culturales que saben de estos modelos femeninos analizarán las diferencias. En Alemania, la Unión Demócrata Cristiana y luego las alianzas que hicieron de Angela Merkel la mujer más poderosa de Europa, despiertan la fantasía y la ambición de Bullrich y Vidal, aunque les faltan algunos detalles: no tienen la carrera de Merkel ni sus habilidades, no tienen un partido más o menos firme, no tienen experiencia de frentes exitosos, no tienen gran sentido político más allá de las ambiciones que sus asesores alimentan. Pero la Argentina tampoco es Alemania.

La simpleza de Vidal oculta su dureza. Les temo más a esos simples que a los inteligentes

A los hombres que se candidatean para el mismo puesto en poblada fila les toca un desafío más difícil que en el pasado. Ahora deben aprender lo que significa no ser primeros de movida, solo por ser hombres. Ahora deben aprender que una vidalita suena más dulce y persuasiva que quienes compiten con ella, Está por verse, sin embargo, cómo jugará el poder territorial, cuán afincados están todavía los hombres, mayoritarios en el manejo de intendencias. Son poco conocidos en la televisión, porque no tienen el savoir faire de algunas mujeres. Y no resultan simpáticos porque todavía se muestran demasiado masculinos.

En esa carrera de las apariencias, Vidal cubre su temperamento con el manto de la femineidad y les lleva a todos un cuerpo de ventaja. Ofrece el nuevo producto que vende una cultura que no ha dejado de ser solapadamente sexista, ya que, donde se vuelven invisibles, las mujeres siguen sufriendo la imposición y la violencia. Por algo son mujeres, ¿no es cierto?

IVE. En la discusión sobre la ley de aborto legal, basta revisar el pasado reciente para encontrar las posiciones vacilantes de Vidal. Señala siempre las dificultades prácticas de implementar una ley con esos contenidos. Y es sobre esa dificultades prácticas que se esconde su reticencia, por no arriesgar la palabra desinteligencia con la ley que se votó en 2018.

En agosto de ese año, cuando estaba en el congreso la ley de aborto, Clarín publicó una nota donde Vidal se confiesa aliviada si el proyecto no se vota. Las razones que alude son prácticas. En declaraciones a radio Mitre, Vidal, que hace algunas semanas se fotografió con un pañuelo celeste, que caracteriza a quienes se oponen a la legalización del aborto, dijo que “la media sanción de la Cámara de Diputados tenía dificultades de implementación”.

“Fue una ley que se debatió con un espíritu muy democrático, pero que no consideró cuestiones de orden práctico”, añadió.

Vidal todavía no ha dejado en claro si ahora se siente más conforme con la ley votada hace tres años. Tomen nota las del pañuelo verde.