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DIÁLOGO FICCIONAL PERO NO TANTO

Los amigos empatizan un rato

El gran “empatizador”. Para Sarlo, Manes da consuelo y tranquilidad pero vacío de contenido.
El gran “empatizador”. Para Sarlo, Manes da consuelo y tranquilidad pero vacío de contenido. | Twitter

— Agustín Rossi, oficial de tantos combates, recibió noticias de su baja del gabinete. Se enteró por televisión. A su obligada salida se le da el nombre de decisión ética, palabra que sirve tanto para un lavado como para un zurcido. La parte ética, al parecer, es que no se puede trabajar al mismo tiempo de candidato y funcionario. Fernández dixit. No sabemos cómo será la cosa cuando el mismo Fernández sea, al mismo tiempo, candidato a la reelección y presidente. Por ahí, esa decisión ética no aplica en todos las circunstancias.

— Estas cosas despiertan confianza, dicen los asesores. Ahora se usa mucho una palabra nueva: empatía. 

— Entre los candidatos a legisladores de esta elección, hay un Doctor experto en empatía.  Debe ser porque está acostumbrado a tratar con sus pacientes. Tiene un aplomo que no lo vuelve distante sino protector. Y explica todo clarito, no como los que empiezan a usar palabras rebuscadas para dárselas de sabios. El Doctor, en cambio, habla sencillo. Es un cirujano de prima y ahora quiere hacer cirugía en la política. Los que desconfían son unos mal pensados que dicen que no se operarían de la cabeza con alguien que recién terminó el posgrado ad hoc. 

— Pero ¿qué buscamos, un cura, un médico o un político? Para cada oficio se necesita saber cosas diferentes. ¿O le darías para que arregle el motor de tu auto a un mecánico especializado en heladeras? Hay muchos que se convencen fácil. Te reclutan más por impresiones que por razones. Tanto te desencantaste que, en lugar de desconfiar, te parece bien creer en alguien sin mucha prueba. Estás deseando que llegue la salvación. Lo votaste a Menem creyendo que te rescataba de una crisis. Te convenció porque era simpático y entrador. Después Menem dijo: si les contaba lo que iba a hacer, no me votaban. Ahora solo dicen que quieren que las cosas vayan bien; que, si las cosas van bien, a todos nos irá bien y viceversa. Son más imprecisos que una nube. 

Los asesores apoyan esto de proclamar “decisiones éticas” y promocionan un nuevo concepto: empatía

— Los entrenan para las internas. El jefe de los radicales defiende al Doctor, porque piensa que arrastra votos en Provincia. Vos, en cambio, siempre criticando. Tu escepticismo me hace llorar. Mi abuelo decía que los descreídos no sirven para nada y que, al final, cuando se los necesita, nunca te dan una mano, porque ni ellos mismos creen que pueden ayudar. Son orgullosos, como si estuvieran por encima del resto del mundo. Moderate un poco, nos conocemos desde la primera guerra que perdimos juntos. 

— Como dicen los muchachos, te quedaste en el 45. No te cansaste de repetir. Igual que los candidatos para estas elecciones, que aprendieron frases cortas, porque saben que la atención también es corta y los DTD, esos Directores Técnicos de Discurso que los entrenan, cuentan las palabras para que no se conviertan en oradores piantavotos. 

— Los razonamientos son demasiado largos y complicados para seguirlos hasta el final. Por eso, el famoso Médico que ahora quiere llegar a presidente sin jugar más de un año en primera de ascenso, también dice siempre lo mismo. Habla como quien aprendió esas cosas porque se las arrimó un publicitario, de esos que le enseñaron a De la Rúa a hacer campaña con “dicen que soy aburrido”. Aquella frase estuvo buena según los analistas de opinión, porque sonaba verdadera. Pero incluso los que se dejaron convencer fácil, después se dieron cuenta de que De la Rúa era no solo aburrido sino incapaz de actuar cuando la situación se complicaba. O sea que si miramos para atrás... pero no quiero mirar para atrás. Quiero ver si podemos mirar los detalles de este tiempo.

— Ahora se te dio por lo que algunos llaman la “estética social”, eso que creemos percibir cuando miramos a nuestro alrededor, sin darnos cuenta de que siempre, siempre, siempre, es algo que nos entra en primer lugar por los sentidos y la sensibilidad, no por la razón…

— Te interrumpo para que no me sigas dando una clase de filosofía. Estamos hablando de política. Y, en la política, por un Rossi obligado a renunciar no por falta de experiencia, muchos piensan que la experiencia se adquiere empatizando, aunque nunca entendí bien qué quería decir eso.  

— Por eso gusta el Neurocirujano, porque te tira consuelo y tranquilidad. Vaya tranquila, hija, vaya tranquila. No le voy a explicar en detalle lo qué voy a hacer, pero usted confíe en mí. Como usted, yo quiero que todos estén bien y que la Argentina vaya para adelante. Empaticemos, hijita, empaticemos.  

— Pero ¿cómo se hace? Si te digo que hay que clavar un clavo, primero te enseño cómo se agarra el martillo. Y para enseñarte a manejar un martillo, antes yo tuve que aprenderlo.

— Nadie quiere escuchar muchos detalles. No hay tiempo. La gente quiere ver resultados. 

— Claro. Pero no hay camino sin detalles. Si vas a preparar un pastel, primero contame como se hace la masa y qué ingredientes lleva el relleno. ¿Nunca leíste un libro de cocina?

— Me aburro de que me cuenten. Prefiero pensar que un señor tan preparado como ese Doctor experto en la zabiola conoce esos detalles al dedillo. En alguien hay que confiar, después de todo. Por eso, el alcalde de la Ciudad de Buenos Aires salió a defenderlo al Doctor, que es candidato en Provincia, cuando Lilita lo criticó. El Doctor no solo te salva operándote el cerebro.

—Y te conformás suponiendo que él sabe lo que dice saber, ¿o sea que viene mi cuñado, que es un conocido ingeniero o un diestro emprendedor o el mejor guía de turismo, me dice que sabe lo que hay que hacer y debo creerle sin más datos?
— No, primero hay que creerle a su cara. Y además, todos dicen que el Doctor se ha distinguido mucho en lo que hizo hasta ahora. 

— Pero ¿vos buscás políticos que nos saquen del pozo o que te operen de la cabeza?

— Yo no busco nada, simplemente espero que alguien venga a tirarme una soga.
— ¡Lindo así! Sin conocer a quien te tira la soga ¿cómo saber que tendrá fuerza para sacarte del remolino?

— Todas las preguntas son difíciles y no me voy a desvivir por contestarte. Me da igual. Yo quiero que alguien nos tire una soga. Puede ser el Doctor famoso o la Vidalita, me da lo mismo. ¿Sabes qué me gustaría? Que fueran juntos porque los dos tienen cara de buenos.

— No repitas sin pensar. Imaginate que estás en una cama de hospital, inmóvil, y tenés solo un cuaderno y un lapicito. De repente, se te cae al suelo el lapicito y ya no podés seguir escribiendo en el cuaderno. Gritás, con tu bastón das unos golpes en los barrotes de la cama jaula. Pero nadie viene. De pronto entra uno que dice: “Confíe en mí, yo le voy a alcanzar el lapicito para que siga escribiendo”. Te sonríe, da media vuelta y se va. Vos le creés y te quedás esperando hasta...

Directores Técnicos de Discurso entrenan el conteo de palabras, para que no sean
oradores piantavotos

— No tengo otro remedio que creerle.

— Eso. No tenés otro remedio, porque no buscás.

— No solo por eso. Me dan confianza el Doctor o la Vidalita, por la voz y porque les entiendo todo lo que dicen.

— Envidiable confianza la tuya. Y al otro, que acaba de terminar su turno en la Rosada, le creíste cuando dijo que buscaba la felicidad de todos. A grandes promesas, grandes desencantos. No digas que no avisé. 

— No voy a ponerme a revisar diarios viejos para decidir cómo votar dentro de dos semanas. No encuentro mucho para elegir. Y algo hay que poner en el sobre cuando se vote, porque eso de votar en blanco no fue nunca la mía. Es como lavarse las manos.

— Antes de poner ninguna boleta en el sobre, ponete algo adentro de la cabeza. Porque ya te pasó varias veces eso de creer porque no había más remedio. Y te fue mal cuando le creíste al que te dijo: síganme, que no los voy a defraudar. 

— ¡Basta de historia! No sirve para nada.

— Está claro que no sirve 
para nada. Empaticemos, 
porque para otra cosa no nos da el cuero.