OPINIóN
Efemérides 28 de abril

Siglo XXI, ¿será el fin del matrimonio?

En el siglo XIX las bodas eran el mandato social que aseguraba la transmisión de bienes familiares con roles internos bien delimitados. En el siglo XX, la igualdad de género y la píldora anticonceptiva volvieron innecesario lo anterior y desromantizaron el vínculo. ¿Y ahora, ¿ya es irrelevante casarse?

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Matrimonio. | pixabay

El matrimonio es un contrato socioeconómico-afectivo que se crea en el siglo XlX. En verdad, surge de la necesidad económica de garantizar la herencia a la trascendencia de los hijos. Es decir, que se relaciona con la política patriarcal de la época donde el rol del hombre era el de proveedor de la familia.

Las prácticas sociales son naturalizadas, pero si las estudiamos a través de la historia de la humanidad percibimos que se van transformando y son correspondientes a una determinada época. Es así, que a comienzos del siglo XlX el matrimonio se basaba en el amor romántico y tenía un carácter de mandato social, tanto como el de ser progenitores.

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Hace años que desde el área de investigación estamos atentos a los cambios que se producen en los vínculos familiares y humanos en general. Particularmente, en el Día del Matrimonio, que se celebra cada año el cuarto domingo de abril, sería pertinente aportar algunas reflexiones históricas sobre su nacimiento y la mirada actual que existe en la sociedad.

La sociedad occidental moderna se orientaba a la obtención de seguridad a largo plazo. Según el sociólogo y filósofo Zygmunt Bauman, en todas las áreas de la vida (trabajo, amor, ahorro, etc.) el matrimonio fue una estrategia para lograr solidez y durabilidad en los vínculos. Así, surge la legitimación de la institución casamiento tal como lo advierte la Dr. en psicología, Mabel Burin; y junto a ella, se instituyó como parte de los bienes que proveían seguridad a las personas. 

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El matrimonio era la forma de reproducción social que, por sobre todas las cosas, generaba una trama vincular, una fuente de sostén afectivo/intimista para cada miembro de la pareja.

La posmodernidad es una sociedad de consumo. No existe la proyección a largo plazo en ningún área de la vida cotidiana, nada genera seguridad más que el esfuerzo personal, y el tiempo es presente. Se valora el riesgo; lo más constante es el cambio y la búsqueda incesante de nuevos objetos de consumo junto al placer inmediato y personal.

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En la actualidad existe, en algunos grupos etarios, el deseo de encontrar una pareja que les brinde contención, compañía y apoyo para que puedan realizar sus propios proyectos personales.

La mayoría de las personas no creen que el amor es “hasta que la muerte los separe” y tampoco anhelan el matrimonio. No quieren perder su libertad personal, y muchas veces ni siquiera creen tolerar una convivencia. Desean una pareja, pero no apoyada en el “amor romántico”. Más bien, creen que tiene que durar mientras sea “útil” para cada uno de los miembros, en su proyecto personal. 

Es decir, priorizan la individualidad y la libertad al vínculo de pareja estable. La sexualidad se separa de la relación amorosa y se busca el placer y lo nuevo.

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A mediados del siglo XX, la transformación social del género femenino provocó una modificación en la práctica social del matrimonio. La mujer se incorpora al mercado laboral (no necesita más un hombre proveedor), aparece la píldora anticonceptiva (por lo tanto, la mujer se apropia de su cuerpo y del derecho a gozar de él), y se busca la igualdad de género.

Así, el deseo de la mujer se va separando del mandato cultural del matrimonio, y busca su independencia, su libertad, prioriza el desarrollo de carrera profesional, entre otras tantas cosas. Pensamos que esta búsqueda tan individualista requiere de una sobre adaptación social, pretendiendo sustituir al tejido vincular intimista por la solución mágica de la búsqueda incansable de satisfacciones sustitutivas que ofrece inagotablemente el mercado de consumo.

Consideramos que el incremento de las enfermedades mentales como la depresión, los ataques de pánico y el burnout se deben a esta posición tan individualista, la cual ha cortado los lazos de la trama vincular afectiva y deja al sujeto al borde, siempre, de un abismo sin red de contención intima.

*Docente de la Licenciatura en Psicología, investigadora en psicología socio-comunitaria, UADE.