Beatriz Sarlo manifestó esta semana su posición respecto a la soberanía de las Malvinas: advirtió que se trata de un “territorio británico” y aclaró que mencionar la argentinidad de las islas es, en algunos casos, impartir un cierto tipo de propaganda nacionalista. “Yo fui a las Malvinas, para una serie de notas. Es un territorio británico que es lo más parecido al sur de Escocia. No hay habitante de ese lugar que no viva la llegada de militares como una invasión”, aseguró Sarlo al canal LN+.
A decir verdad, se trata de una postura que la historiadora y columnista de Perfil ya había anticipado en su libro Viajes. En ese interesante ensayo, Sarlo retrató su periplo por varios ciudades de la región para reflejar la idiosincrasia y las costumbres locales, con relatos que incluyen visitas a lugares emblemáticos, como la selva del Amazonas o las minas de Oruro. Con respecto a Malvinas aseguró: “La identidad no es simplemente un dato establecido en leyes y tratados. Los habitantes de las islas se declaran isleños más que británicos”.
Para Sarlo, la identidad argentina debería ser implantada por la fuerza en las Malvinas: “Habría que someterlos a un aprendizaje que no desean, más parecido a un adoctrinamiento que a la recuperación de cualquier pasado perdido”. El capítulo de su recorrida por el archipiélago austral se titula Una extranjera en las islas y allí sostiene: “En la memoria está el desembarco de abril de 1982, no la épica de algunos gauchos precariamente asentados en las islas en 1830”.
Beatriz Sarlo dijo que las Malvinas son “territorio británico” y que mencionar la argentinidad de las islas es propaganda nacionalista.
El debate reciente sobre Malvinas retomó una polémica desatada en el inicio de la campaña, luego de que se reflotaran antiguos posteos en redes sociales de Sabrina Ajmechet, precandidata a diputada de la Ciudad por la lista que encabeza María Eugenia Vidal. Politóloga, doctora en Historia y profesora de Pensamiento Político Argentino en la Universidad de Buenos Aires (UBA), Ajmechet había sostenido: “Las Malvinas no son ni NUNCA (sic) fueron Argentinas”. Se trata de un hilo de su cuenta en Twitter de hace una década, en el que completó: “La creencia en que las Malvinas son argentinas es irracional, es sentimental. Los datos históricos no ayudan a creer eso”.
Pero, lo cierto, es que los datos históricos no acompañan a Ajmechet. Es que el 3 de enero de 1833, las Islas Malvinas fueron ilegalmente ocupadas por fuerzas británicas que desalojaron a la población y a las autoridades argentinas allí establecidas legítimamente, reemplazándolas por súbditos británicos. La usurpación del Imperio Británico se mantiene desde entonces.
La disputa por las Malvinas es tan particular y candente que ha recibido atención en el seno de las Naciones Unidas. En medio del proceso de descolonización que se inició en la década del sesenta del siglo pasado, el 16 de diciembre de 1965 la Asamblea General de la ONU adoptó la Resolución 2065, la primera referida exclusivamente a Malvinas.
Los puntos principales de la disposición gestada en las Naciones Unidas gracias, hay que decirlo, al gran trabajo diplomático de Lucio García del Solar, establecieron que:
-El caso representa una de las formas típicas de colonialismo (que debe ponerse fin).
-Existe una disputa de soberanía entre Argentina y Gran Bretaña (por lo que se rechaza la usurpación de 1833 y no se reconoce la ocupación británica).
-Debe encontrarse una solución a través de negociaciones bilaterales entre ambos gobiernos (no se menciona a los isleños).
A pesar de que pasaron casi dos siglos de la violación de soberanía y que transcurrió más de medio siglo del pedido de Naciones Unidas para establecer un acuerdo diplomático, la discusión por los usos (y abusos) de la causa Malvinas ingresó esta semana de lleno en la agenda electoral y mediática argentina.
La precandidata opositora Sabrina Ajmechet había sostenido que “las Malvinas no son ni NUNCA (sic) fueron Argentinas”.
Por tratarse de una precandidata de la oposición, a Ajmechet la cuestionaron representantes del oficialismo, junto a funcionarios y exfuncionarios del Gobierno. Mientras que entre las críticas que recibió Sarlo, se destacan las que fueron realizadas por excombatientes de la Guerra de Malvinas y la que hizo Vicente Palermo, en un artículo de Clarín titulado “Manera de tratar la cuestión Malvinas”.
Es importante aclarar que la reprobación de Palermo a Sarlo radica en las formas, más que en el contenido, ya que ambos cientistas sociales habían coincidido recientemente en torno a Malvinas. “Hace unos pocos años, Sarlo y yo estuvimos entre los firmantes de una declaración que defendía la autodeterminación de los malvinenses. Y sigo creyendo que es por allí que se precisa comenzar el diálogo, o intentarlo”, aclaró Palermo.
El 23 de febrero de 2012, previo a la conmemoración de los treinta años de la Guerra de Malvinas, Sarlo y Palermo, junto a Emilio de Ipola, Roberto Gargarella, Santiago Kovadloff, Marcos Novaro, Luis Alberto Romero, Hilda Sabato, Daniel Sabsay y Juan José Sebreli, entre otros intelectuales, firmaron una declaración titulada “Malvinas, una visión alternativa”.
“En honor a los tratados de derechos humanos incorporados a la Constitución de nuestro país en 1994, los habitantes de Malvinas deben ser reconocidos como sujeto de derecho –sostiene el documento–. Respetar su modo de vida, como expresa su primera cláusula transitoria, implica abdicar de la intención de imponerles una soberanía, una ciudadanía y un gobierno que no desean. La afirmación obsesiva del principio ‘Las Malvinas son argentinas’ y la ignorancia o desprecio del avasallamiento que éste supone debilitan el reclamo justo y pacífico de retirada del Reino Unido y su base militar, y hacen imposible avanzar hacia una gestión de los recursos naturales negociada entre argentinos e isleños”.
A su vez, Sarlo también recibió apoyos dentro del campo intelectual, como el que hizo Martín Caparrós. “No sé si las Malvinas son o no son argentinas. Me da igual, me importa muy poco y creo que debería importarnos muy poco”, enfatizó el escritor en Radio Con Vos. El autor de El Hambre se opone a la malvinización que conlleva la utilización política de la causa Malvinas. “¿A quién le cambia que esas islas del Atlántico Sur sean inglesas o no lo sean? Este es el relato por excelencia. Las Malvinas tienen alrededor de 12 mil kilómetros cuadrados. Es casi exactamente el millón de hectáreas que tiene Benetton en la Patagonia, pero la preocupación son las Malvinas”, completó en ¿Y ahora quién podrá defendernos?, que conduce Ernesto Tenembaum.
El diálogo con Gran Bretaña es bienvenido pero no puede olvidar el problema de origen: la violación de soberanía.
El 4 de diciembre de 2007 se realizó un particular debate sobre Malvinas en Londres, ya que incluía representantes del gobierno británicos y del gobierno argentino. La discusión se desarrolló en la London School of Economics y participaron el embajador argentino, Federico Mirré; el diplomático Raúl Vinuesa; la especialista en estrategia y relaciones internacionales Virginia Gamba; el Jefe del Cono Sur del Foreing Office, Robin Twynman; y el experto en Derecho Internacional y especialista en el conflicto de Malvinas, el alemán Rudolf Dolzer.
“La adquisición por la fuerza de un territorio exige que haya un tratado. Y en este caso yo no lo veo. En cambio, si mi análisis es correcto, los argentinos tienen un título de propiedad mucho mejor sobre las islas”, concluyó Dolzer, el ya fallecido profesor emérito de la Universidad de Bonn, que alcanzó fama mundial con su magistral obra Principios del derecho internacional de inversiones.
Luego de haberse jubilado del servicio exterior argentino, y seguramente con más libertades para exponer públicamente, invité a Mirré a participar de un seminario que dicto en la UBA. Formado por García del Solar, Mirré es el principal especialista en Malvinas de la diplomacia argentina.
“Imaginemos que mi bisabuelo tenía un campo en la provincia de Buenos Aires. Y que ese campo fue ocupado por personas que violaron la cerradura de la casa y desde entonces se apropiaron de las tierras –advirtió Mirré frente a los estudiantes–. Esas personas tuvieron hijos, nietos y bisnietos. Esos bisnietos hoy son pacíficos y dicen que toda su historia está en esta tierra, que allí nacieron y que allí han trabajado, por lo que aseguran que, luego de tantos años, es un lugar que les pertenece. Pero se olvidan de un dato fundamental: son ocupadores ilegales hasta el día de hoy”.
Hace un siglo, el senador socialista Alfredo Palacios fue el impulsor de la iniciativa para que el Senado de la Nación editara en la Argentina la fundamental obra de Paul Groussac, Las Islas Malvinas. En ese pionero trabajo de 1910, el historiador y ensayista francés ofrece la evidencia empírica de que tanto Francia como Inglaterra reconocieron los derechos españoles sobre Malvinas, derechos que Argentina heredó de España y se convirtieron en la base histórica sobre la disputa de las Islas.
“No puede olvidar Inglaterra que existe un poder de índole más alta –dijo Palacios en el Senado– Si nuestra empresa es la justicia, hemos de erguirnos frente a la injusticia del poderoso que detenta tierras argentinas. Nosotros que repudiamos el despojo de conquista, hemos de protestar contra la injusticia del despojo”.
La dictadura que intentó recuperar las Islas por la fuerza, es la misma que asesinó, torturó y violó los derechos humanos en su país.
Es cierto que todo proceso de diálogo en relación a Malvinas es bienvenido y necesario: la única forma de poder establecer un acuerdo duradero debe realizarse a través de negociaciones sinceras con el Reino Unido. Pero la búsqueda de consenso no puede ignorar el problema de origen en torno a las islas: la violación de soberanía.
También es verdad que ningún argentino puede reivindicar la apropiación por la fuerza que hizo la Junta Militar en 1982, porque se trata de la misma dictadura que asesinó, torturó y violó los derechos humanos de sus propios compatriotas. Pero tampoco es posible aceptar que las Malvinas sean el único territorio del mundo en el que portar una bandera argentina pueda convertirse en un delito. Seguramente, porque son islas habitadas por un grupo de okupas, bastante menos simpáticos que los protagonistas de la serie que acaba de reeditarse en Netflix.
“¿Qué guerra terminó en las islas Malvinas el 14 de junio de 1982? ¿Qué guerras empezaron ese mismo día?”, se preguntó Federico Lorenz en su ya clásico Las guerras por Malvinas. El historiador y doctor en Ciencias Sociales fue preciso: Malvinas simboliza una guerra que todavía continúa en la Argentina.