Las fotos darán la vuelta al mundo. Terminators, berenjenas, Constituciones. Iba a titular La batalla de los vegetales, pero la película de plastilina para niños es la única batalla de vegetales verosímil. Wallace & Gromit, que persiguen al conejo maléfico vampirizado, son mucho más creíbles, sí. Sobre todo en la semana en la que Macri compra armas en India y le regalan un busto de Gandhi, el pacifista.
No sé si la estilización del enfrentamiento ocurrió antes, durante o después. En las pocas imágenes en movimiento que pesqué en redes, los manifestantes intentan calzar las zanahorias por detrás de la línea policial, un rugby de los pobres, una forma de marcar un territorio o de plantar xantófila bandera. Los policías no responden con naranjas sino con gases y balas; tal es su naturaleza y a eso tiende la indumentaria que les toca portar, escudos intergalácticos incluidos, que se deducirán de nuestros aportes ciudadanos.
Entiendo que el recorte de esta composición einsteniana pretende simplificar el asunto hasta un límite ínfimo: quién empezó. Quién tiró la primera batata. El desplazamiento ideológico oculta una verdad a gritos: hasta hace poco, la Unión de Trabajadores de la Tierra tenía autorización para comercializar sus verduras sin intermediarios, una opción a la que la crisis fuerza a productores y consumidores. Pero se ve que los intermediarios tienen más banca porque ahora ya no tienen este permiso y la policía dispersa nabos y lechugas para la foto global.
La forma de la ejecución es vergonzosa. Y la ley que se ejecuta es el problema de fondo.
